El maestro Botero ha sido generoso en sus entrevistas. Esta vez, para sus 90 años, armamos una con las respuestas que durante tantos años le ha dado a El Colombiano y a Generación. Aquí hay respuestas desde 1955, cuando lo entrevistó Gonzalo Arango, y otras de 1979, conversando con su amigo Leonel Estrada. La más reciente es de 2018. Respuestas a las que no les han pasado los años, y que son muestra de un artista que se ha construido con el tiempo.
Cuando regresa a Medellín, ¿qué pasa en su recuerdo?
“Hay que parafrasear a Borges que decía: yo nací en una ciudad que también se llamaba Buenos Aires. Eso mismo puedo decir de Medellín. Obviamente este no es el Medellín que yo conocí. Hoy es una gran ciudad con autopistas, avenidas, edificios. Yo nací en una ciudad donde el edificio más alto era el Palacio Municipal. Cuando estaba chiquito era como una pequeña república independiente. Ir a Bogotá era toda una empresa... había que pasar por Manizales, por unas carreteras terribles, o se iba hasta Puerto Berrío en tren y después por el río Magdalena hasta Honda. Era complicadísimo. Ese fue el Medellín que yo conocí, bellísimo: calles como Bolivia, Perú, Caracas, todo eso tenía una unidad arquitectónica... si uno subía por La Toma, era como irse a un pueblo de Antioquia. Ahí fue donde empecé a pintar paisajes” (1998)
¿Vislumbró el futuro que tenía?
“Mi mamá era una mujer excepcional. Con ella miraba las revistas europeas que llegaban a la casa, pocas porque no teníamos dinero... recuerdo que mi mamá las miraba con una atención extraordinaria. Mi padre murió cuando yo tenía cuatro años y no puedo haber heredado nada de él. Después, cuando decidí que quería ser pintor, ella no se opuso, me dijo, fantástico. Claro que la familia inmediata de mi madre, como mi mamá no tenía plata, dijo, ¡el hijo, el que va a ser el sostén de la familia! Ser pintor en Medellín era mal visto”. (1998).
Usted no usa modelos
“ No puedo sentarme frente a mi paisaje o a una naturaleza muerta, eso lo hice de niño. Primero que todo, no se consiguen en la realidad los modelos que yo pinto. Recuerdo una vez que vino la televisión francesa a hacer una película sobre mí, con gran entusiasmo a filmar el mundo de Botero... yo dije, olvídese, aquí usted puede ir por todo Colombia y no lo va a ver en ningún sitio. Solamente el día que salga de Colombia, va a tener la sensación de que vio el mundo de Botero. Cuando salga, le va a quedar una esencia, un recuerdo global y va a decir, sí, ese es el mundo de Botero. Pero no puede irlo a fotografiar en ningún sitio, eso no existe. Es una cosa que está en el aire, una cierta esencia de las cosas”. (1988)
¿Cómo logró triunfar de esta manera?
“Uno lentamente se va enviciando. Empecé con estos amigos haciendo acuarelas y después ellos se aburrieron de hacerlo y yo seguí solo y empecé a meterme lentamente, hasta el punto que se volvió una obsesión y empecé a descubrir libros de pintura y me di cuenta cuenta de qué es el impresionismo, quién Picasso, Gaugin... y todo eso para un adolescente es una fantasía extraordinaria. Yo no he conocido ningún pintor que se retire, y quien se mete ya quedó de por vida enganchado”. (1998)
Antes de viajar a Europa expresaba un afán por la exageración casi monstruosa de las formas que quebraba contra toda ley la armonía anatómica de los cuerpos humanos.
“Es cierto, la primera etapa de mi pintura estaba acosada por un romanticismo destructor de las formas, influida por alguna tendencia expresionista. Lo que he producido en Europa es la rectificación de todo aquello. Domina ahora en mi producción pictórica una suprema calma dentro de formas rigurosamente racionales e in flexibles. Mis inquietudes surgieron de la detenida observación del arte de los museos que me presentaron la única definición verdadera y silenciosa de lo que es el arte”. (1955)
