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El Cambio

Generación es la revista cultural de EL COLOMBIANO. El cambio es el tema de este mes, el hilo conductor para celebrar que regresamos renovados.

  • El maestro Botero comenzó a publicar precisamente en El Colombiano. Fueron ilustraciones que acompañaban los artículos de Generación y el periódico. Foto: Archivo.
    El maestro Botero comenzó a publicar precisamente en El Colombiano. Fueron ilustraciones que acompañaban los artículos de Generación y el periódico. Foto: Archivo.
  • El maestro Botero comenzó a publicar precisamente en El Colombiano. Fueron ilustraciones que acompañaban los artículos de Generación y el periódico. Foto: Archivo.
    El maestro Botero comenzó a publicar precisamente en El Colombiano. Fueron ilustraciones que acompañaban los artículos de Generación y el periódico. Foto: Archivo.
Edición del mes | PUBLICADO EL 15 septiembre 2023

“Espero vivir bastantes años para pintar”

El maestro Botero ha sido generoso en sus entrevistas. Esta vez, para sus 90 años, armamos una con las respuestas que durante tantos años le ha dado a El Colombiano y a Generación. Aquí hay respuestas desde 1955, cuando lo entrevistó Gonzalo Arango, y otras de 1979, conversando con su amigo Leonel Estrada. La más reciente es de 2018. Respuestas a las que no les han pasado los años, y que son muestra de un artista que se ha construido con el tiempo.

Cuando regresa a Medellín, ¿qué pasa en su recuerdo?
“Hay que parafrasear a Borges que decía: yo nací en una ciudad que también se llamaba Buenos Aires. Eso mismo puedo decir de Medellín. Obviamente este no es el Medellín que yo conocí. Hoy es una gran ciudad con autopistas, avenidas, edificios. Yo nací en una ciudad donde el edificio más alto era el Palacio Municipal. Cuando estaba chiquito era como una pequeña república independiente. Ir a Bogotá era toda una empresa... había que pasar por Manizales, por unas carreteras terribles, o se iba hasta Puerto Berrío en tren y después por el río Magdalena hasta Honda. Era complicadísimo. Ese fue el Medellín que yo conocí, bellísimo: calles como Bolivia, Perú, Caracas, todo eso tenía una unidad arquitectónica... si uno subía por La Toma, era como irse a un pueblo de Antioquia. Ahí fue donde empecé a pintar paisajes” (1998)

¿Vislumbró el futuro que tenía?

“Mi mamá era una mujer excepcional. Con ella miraba las revistas europeas que llegaban a la casa, pocas porque no teníamos dinero... recuerdo que mi mamá las miraba con una atención extraordinaria. Mi padre murió cuando yo tenía cuatro años y no puedo haber heredado nada de él. Después, cuando decidí que quería ser pintor, ella no se opuso, me dijo, fantástico. Claro que la familia inmediata de mi madre, como mi mamá no tenía plata, dijo, ¡el hijo, el que va a ser el sostén de la familia! Ser pintor en Medellín era mal visto”. (1998).

Usted no usa modelos

“ No puedo sentarme frente a mi paisaje o a una naturaleza muerta, eso lo hice de niño. Primero que todo, no se consiguen en la realidad los modelos que yo pinto. Recuerdo una vez que vino la televisión francesa a hacer una película sobre mí, con gran entusiasmo a filmar el mundo de Botero... yo dije, olvídese, aquí usted puede ir por todo Colombia y no lo va a ver en ningún sitio. Solamente el día que salga de Colombia, va a tener la sensación de que vio el mundo de Botero. Cuando salga, le va a quedar una esencia, un recuerdo global y va a decir, sí, ese es el mundo de Botero. Pero no puede irlo a fotografiar en ningún sitio, eso no existe. Es una cosa que está en el aire, una cierta esencia de las cosas”. (1988)

¿Cómo logró triunfar de esta manera?

“Uno lentamente se va enviciando. Empecé con estos amigos haciendo acuarelas y después ellos se aburrieron de hacerlo y yo seguí solo y empecé a meterme lentamente, hasta el punto que se volvió una obsesión y empecé a descubrir libros de pintura y me di cuenta cuenta de qué es el impresionismo, quién Picasso, Gaugin... y todo eso para un adolescente es una fantasía extraordinaria. Yo no he conocido ningún pintor que se retire, y quien se mete ya quedó de por vida enganchado”. (1998)

Antes de viajar a Europa expresaba un afán por la exageración casi monstruosa de las formas que quebraba contra toda ley la armonía anatómica de los cuerpos humanos.

“Es cierto, la primera etapa de mi pintura estaba acosada por un romanticismo destructor de las formas, influida por alguna tendencia expresionista. Lo que he producido en Europa es la rectificación de todo aquello. Domina ahora en mi producción pictórica una suprema calma dentro de formas rigurosamente racionales e in flexibles. Mis inquietudes surgieron de la detenida observación del arte de los museos que me presentaron la única definición verdadera y silenciosa de lo que es el arte”. (1955)

¿Cómo define su estilo?

“El estilo es la identidad de un artista. Es una manifestación de principios, un manifiesto. Cuando uno pinta un cuadro hace una declaración. El estilo es lo único que no se puede enseñar y nace de las necesidades espirituales que se tengan. Es un proceso largo, se va depurando después de muchas pequeñas dudas e influencias y se va aclarando, pero toma tiempo. Empecé en 1946 a pintar acuarelas en Medellín y el primer cuadro que consideré que era un ‘Botero’ lo pinté en 1966, más o menos (...) Me tomó 20 años porque tenía muchas dudas, timidez, adhesiones e influencias, hasta que dije ‘este cuadro es ciento por ciento mío’”. (2018)

Antes no pintaba sobre la violencia colombiana, ¿qué cambió?

“He predicado siempre que el arte tiene que ser básicamente para dar placer. Me he referido a la historia del arte, he pensado en Tiziano, en Boticelli, en Giotto, en Bermeer, en los impresionistas. ¿Quién ha visto un cuadro de estos tristes o dramáticos? La pintura es una realidad paralela, intelectual, un refugio a la dureza de la vida. Dije eso en todas partes, pero llegó un momento en que sentí que era casi una traición a mi país si no dejaba un testimonio de este drama tan terrible que vivimos. Es una obligación moral y lo estoy haciendo contra mis ideas de toda la vida: me tocó cambiar de rumbo por la magnitud del drama colombiano, no pude quedarme en silencio. No es el mismo placer que siento cuando he hecho los cuadros nostálgicos de mi niñez y de mi adolescencia en Medellín, es otra cosa. Obviamente, hay un gran placer intelectual, porque pintar siempre es un placer, en el sentido de que hay un éxtasis cuando uno trabaja. Pero no es el mismo sentimiento de deleite. No es que yo me haya dedicado a este tema. Son cosas que me vienen cuando leo las noticias en las revistas y los periódicos. Por ser pintor visualizo lo que pudo haber pasado y hago un boceto que eventualmente puede convertirse en un óleo. Yo veo en formas y en colores, porque en cierta forma la pintura es hacer visible lo invisible”. (2001)

¿Cómo trabaja usted?

“Pinto de nueve a una y de dos a siete. Si no logro terminar una tarea en la mañana demoro el almuerzo hasta las 3 o 4. En la noche no paso de las siete. No creo en musas nocturnas ni en bohemias. Creo en un trabajo metódico y constante. Para mí, pintar es lo mejor de mi vida. Muchas veces lo hago sábado y domingo. Mientras trabajo sólo creo en el arte, pero no se piense que todo ha sido fácil como parece. Trabajé de dibujante publicitario, con regular éxito. Pasado el tiempo todo se ve simple. A mi regreso de Italia carecía de una temática definida, sólo contaba con mi oficio y mi sensibilidad. No me daba cuenta de que todo lo tenía en mi interior, en mis experiencias, en nuestras propias cosas. Posteriormente, cuando viví en el exterior, ya desde fuera, todo surgió con naturalidad. Mi alma sigue y no se ha ido nunca de Antioquia”. (1979) ◘

Revista Generación

Revista cultural con 82 años de historia. Léala el primer domingo de cada mes. Vísitela en www.elcolombiano.com.co/generacion y en el Instagram revista_generacion

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