Una mujer con una camiseta de la Fiesta del Libro les va diciendo a los niños, en un acento que no es de por aquí, que van a entrar a una carpa en la que se puede viajar sin pasaporte. Los chicos de uniforme que van al final de la fila no la han escuchado: ellos van cantando, muy en su mundo. !Buenos días!, dice el señor de la carpa, ¡Buenos días!, responden unos cuantos, ya sentados; saluden, dice la chica, y todos responden, al unísono y en tono de colegio, que buenos días, mientras terminan de repartirse los cojines para sentarse en el suelo.
Leer, se lee en la pared, es el mejor tiquete para descubrir nuevos mundos. Es la carpa del Plan Municipal de Lectura.
La mujer se llama Javiera Isidora Ihnen Astaburuaga. Chilena, aunque lleva dos años en Colombia, explica. Es guía del Jardín Lectura Viva, y esa mañana está con los jóvenes del colegio Javiera Londoño. Ya sabe qué va a pasar en cada lugar de techo blanco: en la de Viajar sin pasaporte, por ejemplo, los pequeños pueden crear historias y llevar a un personaje a pasear a Nueva York, sin moverse de los cojines.
El recorrido había empezado hace un rato. Los niños, precisa ella, quieren hacer de todo. Se queda ahí, esperándolos. Hay talleres largos y cortos. Hasta una hora, puede ser.
El Jardín
Treinta carpas están al lado de uno de los caminos del Jardín Botánico. Hasta el domingo próximo, cuando los 10 años de celebración de la Fiesta del Libro y la Cultura terminen, se habrán hecho unos 2.000 talleres de promoción de lectura.
El Jardín Lectura Viva es el espacio para que los niños y los jóvenes se encuentren con la lectura, de otras maneras. Treinta entidades de la ciudad, dedicadas a la promoción de lectura y escritura les proponen distintas ideas. Por esos lados es donde los pequeños uniformados van andando, sin afán. Por eso hay gritos y cantos y cuchicheos, y de pronto, incluso, una pareja de enamorados que se escapa de la profesora.
Desde la Fiesta describen el Jardín Lectura Viva de este año: Si eres un viajero puedes llegar a cualquier lugar del mundo. Si eres un lector no solo podrás ir a muchas partes, también viajar en el tiempo, visitar lugares insólitos, conocer personajes de este planeta y de otros.
En la carpa de Cantoalegre hay una guitarra que espera por el próximo grupo. Ahí la propuesta es bailar, cantar, hacer juegos. Óscar Mejía dice que han estado desde bebés hasta adultos, y que la única idea que tienen es transportarlos por un mundo de posibilidades. Por eso en la pared, los visitantes han dejado mensajes: Un niño inventó el planeta Toale, en donde se saluda, en lugar de hola, con un nami.
Porque cada carpa es un mundo distinto. En hilos de la memoria reflexionan sobre la memoria, el conflicto, el territorio, el perdón, los derechos humanos. El telar es para construir entre los visitantes la ciudad soñada, cuenta Luz Stella Martínez, o la profe Luces. El domingo, cuando esté listo, se lo van a dar de regalo a la Fiesta. También escriben poesía e historias que luego hacen fotos.
Pura diversión
No hay manera de decir en esas carpas que leer es aburrido. Que el que inventó el velcro, les explica una joven a otros chicos en la carpa de la Universidad de los Niños, se inspiró en los cadillos, esas cosas verdes que se pegan en los pantalones.
En la Bebeteca de Comfenalco, mientras tanto, juegan a ser detectives. Todo gira alrededor de Sherlock Holmes y la excusa, comenta Bibiana Álvarez, es que la familia se encuentre, que se abracen, que lean juntos.
Los pequeños gritos siguen. De pronto, un mensaje: Calle cerrada. Niños jugando. Una carpa más allá, un niño le toma fotos a las barquitas que cuelgan de un cuadro. En Voces en el agua cuentan la historia del recorrido del agua. Todo hecho en forma de escenas, puestas en algo así como teatrinos, en las que a hay movimiento o a veces llueve arroz. Edwin Ángel, del colectivo familiar Mundo creíble, señala que es un proyecto en el que invitaron a artistas a pensar la idea. Todo es reciclado, hecho a mano.
El camino sigue, las carpas igual. En la Fiesta, lo dijo Juan Diego Mejía, el director, los niños son protagonistas.
Ellos leen su mundo, a su tamaño, como en esa página impresa de periódico donde hay un mapa del Centro de Medellín, allá en la carpa de Prensa Escuela, y la niña está buscando la casa de su abuela.
La vida, ahí mismo