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Eres una mamá. Jamás fuiste chavista, pero poco participabas en la oposición.
Sales a protestar para apoyar a los jóvenes que el gobierno reprime en las manifestaciones y terminas uniéndote al movimiento.
Tú visitas a los presos políticos y en septiembre de 2017 te llevan presa por
“traición a la patria” y “rebelión militar”.
Prefieres no protestar, pero conoces a un hombre que dice ser opositor. Se hace tu amigo y resulta ser un delincuente.
Cuando lo capturan por homicidio dice que conoce a una mujer que financia las protestas: tú.
Hace que te lleven presa en
agosto de 2015.
Estás en una sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), por supuestamente ayudar a terroristas que conspiran contra la revolución. Compartes celda con otras mujeres, algunas reas comunes. No soportas estar en ese lugar y sabes que podrías cambiar tu situación con una huelga de hambre.
¿La haces?
Con dos de tus compañeras consiguen que las lleven a una celda solo para ustedes. Allá no tienes baño y te toca pedirle a tus custodios que te lleven hasta los servicios. Como tienes doble ciudadanía, la venezolana y una de un país europeo, estás esperando que tu otra nación logre
tu libertad.
No entras en huelga y te dedicas a pintar mandalas. El color de esos dibujos te hace encontrarte con tu ser interior y optas por no compartir con las complicadas reas comunes. Pasan tres meses y un día una ONG consigue tu boleto de libertad.
VolverDespués de dos años, cuatro meses y seis días logras salir. Pero aún estás presa porque el gobierno no te ha ratificado la medida de libertad plena. A otros que salieron contigo también les aplazan las audiencias finales.
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