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Silletas resumen parte de la vida campesina

A cinco días del Desfile de Silleteros, en Santa Elena no se habla más que de la elaboración de los arreglos florales, de trueques, de chusco...

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04 de agosto de 2015
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Después de ordeñar la vaca, Pastor Atehortúa se une a Luz Elena Londoño, su esposa, en la labor de cuidar las flores.

Tienen margarita amarilla, gladiolo, cartucho y agapanto blanco en su parcela de la vereda La Palma y aunque una buena parte de lo sembrado está listo para cortar en estos días previos al Desfile de Silleteros, se queja porque la falta de algunos aguaceros retrasó la producción.

Este es un lamento general. Los campesinos de Santa Elena ya entraron en los días cruciales para la elaboración de las silletas.

Aníbal de Jesús Zapata y Clara Zapata, del sector El Rosario, de la vereda Barro Blanco, están cortando margaritas amarillas y gladiolos, que sembraron hace cinco meses y cartuchos que habían plantado hace un año.

Sí, porque para cultivar flores hay que tener el calendario en la mano. Cada flor requiere un tiempo distinto en su proceso de desarrollo. Y en el caso de los Zapata, familia conocida en este ramo (tal vez jamás se ha usado mejor este término que para referirse al cultivo de flores), con mayor razón deben estar atentos al almanaque porque están entre quienes creen que “las flores se siembran en creciente y la comida en menguante”.

Las riegan cada ocho días con agua de nacimiento. No del acueducto porque tiene mucho cloro y las quema.

En los patios de numerosas casas campesinas del corregimiento se ven armazones de silletas secando al Sol para que la madera de su estructura pierda peso.

La estructura de las silletas está hecha de largueros cuadrados de pino, y la parrilla o soporte del arreglo floral, de chusco, un vegetal parecido al bambú, solo que de consistencia flexible y no vidriosa, que permite dar vueltas en espiral sobre la estructura. La madera la adquieren verde, porque no se raja al clavarla.

Hasta hace dos años —comenta José Zapata—, podíamos ir a los montes cercanos a cortar palo redondo para los armazones. Para evitar el daño ecológico, la organización del Desfile comenzó a prohibirlo desde el año pasado. Debemos comprar varillas de pino en el depósito de maderas. El chusco sí lo podemos seguir cortando en los montes”.

Y cuando no puedan cortar más chusco en los montes, ya algunos saben cómo remplazarlo: “Compraremos varilla de pino, de un centímetro de lado y se va formando la parrilla con palitos pequeños”.

En los montes también hallan helecho marranero. El que usaban para chamuscar los cerdos. En este caso, sirve para formar una especie de colchón en la estructura de la silleta, sobre el cual clavar los ramitos de flores, de modo que no se caigan.

Intercambio: no negocio

Esta semana, cuando estamos a cinco días del Desfile, se vive el sonado trueque de flores. “Tengo bastante astromelia y cartucho —comenta Gustavo Hincapié, de la vereda San Ignacio—. Tendré que ofrecerlos a cambio de clavel, siempreviva y botón de oro, que me faltan”.

Como la suya es una silleta tradicional, debe tener al menos 20 variedades de flores diferentes, todas autóctonas.

El día de la ceremonia del trueque, el viernes pasado, en Comfama del Parque Arví, en algunos corrillos de silleteros fue común escuchar el lamento porque los contratos de participación en el Desfile se puedan negociar. Esta es una modalidad nueva, explicaron. Antes de esto, solo eran heredables.

“He cargado silleta por veintidós años. Heredé el contrato de mi papá, Héctor de Jesús Ruiz —cuenta Germán Darío Ruiz en su círculo de conversadores—. He tenido dificultades económicas y jamás me ha pasado por la cabeza vender el mío. Eso es como vender la tradición”.

En fin, en esta semana, en Santa Elena están monotemáticos: no hablan de algo distinto al Desfile de Silleteros: de pioneros; de flores; de trueque; del nuevo vestuario, “¿Te gustó?”. “No he ido por él siquiera”.

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