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¿Usted fue de los que llamó al programa ‘Camino al barrio’? Esta historia le interesa

El icónico programa que nació con el nombre de “Arriba mi barrio” se transforma. Recordamos algunas historias y personajes.

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12 de agosto de 2021
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Podría decirse que el programa ‘Arriba mi barrio’—luego pasó a llamarse ‘Camino al barrio’— es el decano de la televisión comunitaria en Colombia. Son 30 años llevando a las pantallas los matices de las realidades de Medellín, a veces tan duras y otras tan aliviadoras.

Ver sus archivos es encontrarse con una antropoteca: están registradas las maneras de vestir de la gente, las calles, las formas de hablar, los temas relevantes de las tres últimas décadas. Está, además, la esencia de la capital antioqueña y su transformación.

El viernes 15 de marzo de 1991 salió al aire el primer programa a las 2:00 de la tarde. Era el debut de una apuesta audiovisual para los jóvenes en medio de un contexto marcado por la violencia: en ese solo año asesinaron en Medellín 6.700 personas, en su mayoría jóvenes.

La primera nota que salió fue sobre el grupo ‘De mano en mano’ con Robinson Henao y Adolfo de Jesús Taborda ‘Olafo’ del barrio Santo Domingo Savio. “Eran muchachos de 15 y 16 años que hacían talleres de escritura y de cuentos sobre sus familias e impresos por ellos mismos en serigrafía”, recuerda Jorge Melguizo, realizador del programa y después presentador hasta 1998.

‘Arriba mi barrio’ fue una propuesta de la Corporación Región a la entonces naciente Consejería Presidencial para Medellín, a cargo de María Emma Mejía, quien recibió a fines de 1990 el reto del presidente César Gaviria de hacer una intervención integral en la ciudad para detener las altísimas cifras de violencia.

Arriba, arriba mi barrio

Los primeros presentadores fueron María Emma y el escritor Alonso Salazar. Al año y medio, Alonso se retira y el puesto lo ocupa Melguizo tras un largo casting por el que pasaron, entre otros, Carlos Mario Aguirre del ‘Águila Descalza’ y los actores Ramiro Meneses y Robinson Díaz.

Cuando a Jorge le dicen ‘Arriba mi barrio’ se emociona y piensa muchas cosas al tiempo, pero sobre todo se le vienen los recuerdos de las profundidades sociales de Medellín. “También en las epopeyas de la juventud en una época en la que los jóvenes solo salían en los medios de comunicación porque eran asesinados o asesinos”, dice.

Durante más de un año el programa no tuvo equipos propios, entonces los lunes programadoras privadas les prestaban las cámaras y otras sus salas de edición. En Tragaluz, por ejemplo, podían editar los martes de 10:00 de la noche a 6:00 de la mañana del otro día en el edificio Colmena en El Poblado. En 1993 llega una donación de equipos y estudio de edición por parte del gobierno japonés.

“En una ciudad con tantas fronteras entre un barrio y otro, y entre clases sociales, ‘Arriba mi barrio’ fue un espacio de conexión para entender otras dinámicas, saber que el otro existía y esa dimensión de lo colectivo”.

Muchos fueron los personajes que estuvieron en el recordado set (por sus escaleras y el graffiti), por allí pasaron Willie Colón, Pacheco, Tola y Maruja, deportistas, escritores, líderes de barrio, actores y actrices, empresarios, entre otros.

“Con Amparo Grisales fue una conversación tremendamente profunda sobre el barrio y su juventud, nos habló de cómo era ella a los 14 años en Manizales y lo que soñaba, nos mostró que no era una mujer tan fría y tan light como se pensaba”.

Y la lista sigue: Juanes llegaba con la guitarra para que lo dejaran presentar y el papá de Shakira la llevó varias veces buscando una oportunidad para presentarse ante las cámaras. Zona Prieta, el grupo de Urabá, también tuvo su momento en ‘Arriba mi barrio’.

Mi barrio en línea

En 1993 María Emma fue designada por el presidente Gaviria como embajadora en España, por lo que llega en su reemplazo la comunicadora social y periodista Liliana Vásquez, quien expresa que ‘Arriba mi barrio’ le dejó “el olor, el sabor y el sonido de todos los barrios de Medellín y los corregimientos”.

Agrega que su paso por el programa le permitió conocer las maneras de habitar los espacios y “enamorarme infinitamente de la ciudad, es la experiencia profesional más hermosa que he vivido”. Y sí que lo disfrutó. Por ejemplo, recuerda la sección ‘Mi barrio en línea’ en la que recibía las llamadas de los televidentes.

“Todas las llamadas eran muy bonitas, de amor por el personaje que teníamos, era una conversación muy sencilla en un programa donde todos éramos bonitos, famosos y de barrio, y se salía de esa estética bogotana”. El teléfono se convirtió entonces en un símbolo del programa, así no estuviera conectado a nada, pero la gente se sentía escuchada.

Vásquez habla de un momento difícil: en 1995 el equipo de realización del programa fue víctima de un robo mientras hacía una nota en el barrio Guayaquil. Les robaron la cámara betacam, era la primera de este tipo en Medellín. Al otro día apareció en su oficina envu elta en una almohada.

“Estaba acompañada de una notica que decía ‘perdonen muchachos de Arriba mi barrio’, al tiempo supimos que la abuela obligó al nieto a entregarla, que le dijo que si no la devolvía los barrios no volverían a salir por televisión”.

Este programa se convirtió en una alternativa para los y las jóvenes los viernes por la tarde porque, además, transmitían películas que llegaban dobladas al español, una gestión que logró el Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre) con la embajada de Estados Unidos y Sony. Sin embargo, en 1999, cuando terminó la Consejería Presidencial, al mismo tiempo ‘Arriba mi barrio’ salió del aire.

Un nuevo camino

Fueron siete meses en los que el programa estuvo sin doliente y todo indicaba que desaparecía para siempre. En junio de 2000, Empresas Públicas de Medellín lo retomó y tres años después le cambiaron el nombre por ‘Camino al arrio’ (decisión de EPM), sin embargo, se conservaba el espíritu del anterior formato.

De sus 42 años dedicados al periodismo, Luis Alirio Calle estuvo seis dirigiendo y presentando el programa. En esa segunda temporada ya no se producía en los estudios de Teleantioquia, sino en exteriores: la escenografía era la calle.

“‘Camino al barrio’ me ayudó a ver muchas cosas injustas en relación con la discriminación y los prejuicios que más de media Medellín tenía sobre los barrios populares, había un miedo generalizado frente a los muchachos de los barrios por todo aquello del sicariato y la delincuencia”.

El reto era hacer de la televisión un servicio social, que la gente “se sintiera dueña del medio”. Y lo lograron. Dice que en ocasiones los televidentes se acercaban para agradecerles: “nos decían que por el programa muchas veces conocían todo lo que había en el barrio y antes no sabían”.

Ir a cada rincón y a cada esquina de Medellín, dice Calle, era encontrarse con “grupos de muchachos haciendo cosas muy distintas a matar gente”. Era llegar y descubrir talentos artísticos y deportivos. “Queríamos que se vieran esas potencialidades que la guerra y el miedo no dejaban ver”.

También tuvieron experiencias tensionantes. En 2005, en el barrio El Compromiso, diez minutos antes de salir en vivo, “unos muchachos empezaron a disparar porque tenían el prejuicio de que la televisión iba para exponerlos, yo creo que fue más para asustarnos y lo lograron, entonces desarmamos los equipos y nos fuimos”.

Del ‘Camino al barrio’ rescata que fue uno de los grandes contribuyentes para que la ciudad lograra “superar en relativo poco tiempo lo que algunos llamaron la noche más oscura de Medellín causa por la guerra contra las drogas”.

La voz de la gente

Juan Mosquera pasó por ‘Camino al barrio’, fue presentador y asistente de dirección. Manifiesta que cuando comenzaron la segunda etapa, el director de comunicaciones de EPM en ese entonces, José Roberto Jaramillo, les dijo que el programa tenía que ser como los servicios públicos: “la información potable como el agua, llegar a todas partes como la energía eléctrica y no ser tan pesados como el servicio de gas”.

Y así fue. Tenían tres premisas para hacer realidad la producción: ir a donde los invitaran, llegar a los lugares donde habían problemas porque “era la mejor forma de acompañar a los que se sentían solos”, y hacer parte de las entregas de los servicios, es decir, cuando conectaban a la gente.

Para Mosquera, cada capítulo del programa era una lección de humanidad, aprendió que “víctima es una palabra que no tiene estrato, pasábamos de contar lo que pasaba con la pobreza en los barrios menos privilegiados, a temas como la pobreza vergonzante en El Poblado por la gente de un momento a otro caía en la quiebra y no le contaba a nadie”.

Se acercó a mucha gente durante los 10 años que estuvo. En su memoria están las historias que escuchó y contó, como la de una mujer conocida como “La Titi” en el municipio de Bello que, a pesar de tener pocos recursos, logró montar un restaurante para darle comida a sus vecinos. O la de Patricia Colonia, en Altos de la Torre, que vivía en una casa de madera y cartón, y se sentía orgullosa y feliz de vivir ahí, “decía que tenía la mejor vista de Medellín”.

Desarrollaron 27 maneras de producir el programa, es decir, 27 maneras de hacer que no fuera igual al del fin de semana anterior, que se acomodara a cada barrio, había secciones de acuerdo a lo que se encontraban: a veces eran historias de vida o musicales, preocupaciones económicas, entre otros.

“Después de dos años de intentos y toda una logística, logramos hacer un programa en la cárcel Bellavista y muchos internos lograron comunicarse con su familia, otros nos agradecían porque decían que cuando veían el programa se sentían en libertad”.

‘Camino al barrio’ fue el micrófono para escuchar a los que no tenían voz y permitió contar y denunciar. Fue, además, un programa que terminó recorriendo otras ciudades, al mismo tiempo en que EPM llegaba a más lugares de Colombia.

“Ayudó a construir el sentido de no violencia y fue activista en torno a la convivencia, era más civilista que institucional, se lograron pactos de paz en algunos barrios, fueron intervenciones sociales que no tenían nada que ver con las cámaras, el programa también sirvió como un puente”, concluye Mosquera.

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