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Tres mujeres atraviesan el desierto afanadas, usan vestidos cortos hechos de telas brillantes y faldas repletas de plumas. Se abren paso entre la arena de esa área árida de Tenerife, Islas Canarias, mientras corren en tacones. Son las protagonistas de Sky Rojo, la nueva serie creada por Álex Pina y Esther Martínez Lobato, reconocidos por haberse ingeniado los universos de Vis a Vis y La Casa de Papel.
Está hecha bajo una estética que ellos han denominado “pulp latinoamericano”, en una vía muy tarantinesca, y estará disponible en Netflix a partir de este viernes 19 de marzo.
Esas tres mujeres, coloridas entre tanta aridez, son Coral (Verónica Sánchez), Wendy (Lali Espósito) y Gina (Yany Prado), o al menos ese es el nombre que les asignaron en el prostíbulo en el que trabajaban, Las Novias Club. Tratan de recobrar su identidad, sabiéndose víctimas de trata de personas y sometidas a trabajar como prostitutas.
Escapan, además, de otra situación que se les salió de las manos. Cansadas de los maltratos a los que eran sometidas, siguen corriendo, las persiguen quienes habían sido sus proxenetas: Romeo (Asier Etxeandia), Moisés (Miguel Ángel Silvestre) y Christian (Enric Auquer).
Andamiajes
Sky Rojo es una propuesta en constante movimiento y contraste. “La serie en sí es un caballo de troya”, explica Álex Pina. “Desde el momento en el que no utilizamos el género del drama social o de denuncia para contar un caso de prostitución y elegimos un género más lúdico, de acción”. Lo que se proponen era entretener al espectador, “y de vez en cuando darle torpedos en la consciencia”.
Al entrar en contacto con un tema tan delicado como este, uno de los momentos más difíciles fue adentrarse en la vida de las protagonistas y “en las vejaciones y en el secuestro en el que están sumidas estas mujeres”, dice Martínez Lobato. Considera que esa ha sido la parte más dolorosa, “pero a la vez lírica de la serie, hemos intentado tratar con elegancia esta sordidez y encajarla de la mejor manera en el frenetismo de esa huida hacia delante desde el punto uno”.
Al momento de concebir a los personajes, incluso a los malos, cuenta, las divisiones entre esa dicotomía entre buenos y malos no son tan claras. “Los tratamos casi como criaturas, como si fueran nuestros hijos”. Acaban entendiéndolos casi con el amor que le tiene un padre a un hijo y “no importa si Román es un proxeneta o si Berlín es un ladrón extorsionador. Los tratamos con cariño porque intentamos dotarles de una vida propia, de ciertos rasgos humanos reconocibles” y entender sus decisiones conforme avanza la serie.
Como creadores sienten una fascinación en torno a las psicologías de sus personajes y la ficción les permite seguir conociendo personas que en su vida normal, probablemente, jamás conocerían.
Identidades
Es esta serie donde todo está “hiperbolizado”, añade Pina, y hay múltiples contrastes. De repente aparecen escenas multicolor que se encuentran con otras donde prevalece la aridez y una gama monocromática.
“Nuestra forma de trabajar siempre ha sido teniendo una imagen icónica para cada serie. En Vis a Vis solo había un color primario: el amarillo. Esa sensación ya hacía que cuando vieras un único fotograma de la serie, supieras que era Vis a Vis. Buscamos siempre identidad”, explica el creador. Lo mismo sucedió con La Casa de Papel que se paró en el color rojo.
Ahora, “nunca habíamos tenido tanta explosión de colores de neones, brillos”, añade y es así como dice que se va perfilando esa identidad en esta oportunidad.
Además, se suman acciones veloces que están andando todo el tiempo a un ritmo igual de rápido, los episodios duran 25 minutos. “Fue un poco más complejo andamiar y construir toda la orfebrería que son las personalidades. Ahí sí necesitábamos parar un poco la dinámica y la cinética de la persecución y al fuga para poder adentrarnos en la humanidad de los personajes”, cuenta Martínez Lobato sobre el proceso creativo.