Lo que se vio el miércoles en el Museo del Chicó, en el Bogotá Fashion Week, no fue una pasarela cualquiera de la diseñadora María Luisa Ortiz y el productor de arte Diego Guarnizo en conjunto; fue la historia de María Elvira (llamada así en honor a las abuelas de los artistas), una campesina y costurera que saca a sus hijos adelante y a partir de lo que ve a su alrededor construye su casa y hace los vestidos de su hija, Tereza.
La vida de María Elvira se ve nublada por una nube negra que puede reflejar desde violencia hasta tristeza, pero es la actitud de ella la que le da el valor de sostenerse en su lugar y disfrutar de un nuevo florecer después de la oscuridad.
Esas fueron las tres etapas del desfile, donde al principio los grises, blancos y azules hacen referencia a las calles de piedra de los pueblos en Colombia, los ladrillos calados que construyen sus casas y el cielo de la mayoría de las ciudades del país.
Luego, los grises y negros se colaron junto a las orquídeas blancas, que hacen referencia a esa etapa dura que hemos sufrido, pero que al mismo tiempo muestra la esperanza de ver disipada la nube negra para al final observar la flor que está en la copa del árbol.
La pasarela y las grafías de algunos de los diseños que desfilaron modelos con una actitud desestructurada y natural, rememoran las baldosas hechas a mano de las casas coloniales del Oriente antioqueño, que se estamparon en Medellín en telas de 100 % algodón.
Además, producciones de TV en las que ha trabajado Diego como Laura, la santa Colombiana, y La esclava blanca, han servido de base para integrar a la colección sombreros del siglo XIX, reinterpretados a la tendencia actual, hechos con fibras de la palma toquilla por las artesanas Fanny Paredes e Inés Montero.
Otras de las técnicas artesanales que fueron visibles en la colección son tela sobre tela, trabajada de la mano con la artesana Adriana Gómez y su madre Elsi, y la cestería expresada en los canastos que cargaron las modelos y los souvenires de los asistentes al evento, hechos por Rosa Jiménez, quien también aportó con sus manualidades hechas con crin de caballo procesado. También se usaron manualidades de Diana Ortegón, quien hizo orquídeas con pepas de mango reutilizadas.
La parte musical del evento estuvo a cargo de César López, quien junto a dos músicos más realizó una pieza musical que sirvió como hilo conductor para la historia. Piano, chelo y otros instrumentos generaron un ambiente de calma y caos, con ritmos donde se podían distinguir bambucos y composiciones clásicas.