Uno le pegaba al balón tan potente como su apellido. El otro fue de los delanteros más tácticos del fútbol colombiano. Y entre ambos, Alfonso Cañón y Víctor Aristizábal, llegaron a sumar 354 goles como jugadores de Santa Fe y Nacional, respectivamente.
Cañón y Aristi, señala la historia de ambos bandos, son los goleadores históricos de estos clubes: el primero hizo 146 con el club cardenal, entre 1964 y 1981, y el segundo 208 con el verde, de 1989 a 2007.
Hoy, que se vuelven a enfrentar los dos equipos en El Campín (6:10 p.m.), en el recuerdo están sus festejos. Cañón tiene 73 años y la misma lucidez de cuando enfrentaba a los porteros. El año pasado sufrió el golpe más duro de su vida, la muerte de su hijo Alfonso Junior, quien también siguió sus pasos en Santa Fe, entre 1987 y 1994. “Fue muy difícil, porque él era el que debía enterrarme, murió de 50 años y le quedaba mucha vida por delante”.
Después de narrar ese trágico episodio, con la voz entrecortada, suspira y vuelve a sus recuerdos en el conjunto cardenal. “Jugué 27 años en Santa Fe, eso es toda una vida. Empecé en las inferiores desde los 10 años. Afortunadamente la gente aún me recuerda con cariño”.
El “Maestrico”, como se le conocía, dice que haber llegado a esa institución le cambió la vida. A los 9 años trabajaba en un taller de fundición para ayudarle a su familia, pero expresa que “allí resultó un trabajito de mensajero en Santa Fe que fue el primer paso para vincularme al plantel, pues me dejaron entrenar”.
Hoy su prioridad es la familia. “A veces voy al estadio, pero a esta edad prefiero aprovechar el tiempo para estar con las personas que amo”.
Su primera anotación como profesional se la convirtió a Nacional en 1964. Tenía 18 años, y fue un momento que marcaría el resto de su carrera. “Era mi segundo partido profesional; el profesor Ayres Olten (entrenador brasileño) me puso a debutar una fecha antes de ese choque, cuando jugábamos ante Once Caldas. Ese día me temblaban las piernas, veía el partido como en cámara lenta, pensé que no volvería a jugar. Y, no obstante, me dio confianza y me mantuvo en la formación para el siguiente encuentro, que fue ante Nacional, al que le marqué un gol”.
Aristizábal, gran verdugo
Aunque de una época distinta a la de Cañón, Víctor Aristizábal también sació de festejos al hincha verde: 208. Hoy, después de dejar huella también en el fútbol brasileño con 110 anotaciones, está dedicado al comentario deportivo.
Junto a René Higuita es uno de los máximos ídolos del conjunto antioqueño.
El atacante, hijo de Leonel Eudoro y de María Elena, se forjó en el barrio Belén, que por esas épocas tenía más estilo de pueblo, con grandes mangas, tiendas y billares.
Él, un muchacho inquieto y con condiciones innhatas para el juego, fue impulsado por sus compañeros de clase en la escuela Jacklyn Kennedy para que tomara ese rumbo.
El popular “Pinocho” como lo llamaban por su prominente nariz, empezó a mostrar su olfato goleador en las canchas de arenilla y cemento del barrio. Hasta que la goma lo llevó a Campo Amor. Allí, Hernándo Díaz, un técnico forjador de talentos ve en él a un joven con las características necesaris para triunfar.
“Me recomendó al profe Juan José Peláez que dirigía la Selección Antioquia, eso fue como en el año 85 que me puse por primera vez esa camiseta. Me la ponía todos los días y nadie me quitaba la sonrisa del rostro”, comentó.
Con esa camiseta anotó 25 goles lo que llamó la atención del Medellín en 1989, que estuvo a punto de ficharlo. Recuerda “Aristi” que cuando estaba todo listo para vestirse de “poderoso”, fue el técnico Peláez el que le manifestó que aguardara porque Nacional lo iba a contratar.
Así fue que inició el idilio con la afición verde, cada gol, festejo y título extendían ese amor, hasta que fue al Valencia de España (1993), pero regresó para después ser profeta en la tierra de los pentacampeones del mundo, Brasil, (dos pasos en 6 equipos, de 1996 a 1999 y del 2002 al 2004). Regresó consagrado a retirarse en el verde (2005 a 2007).
En medio de esa sólida relación con Nacional, recuerda que a uno de los que más acostumbraba marcarle fue Santa Fe, y precisamente en El Campín. “Fueron juegos motivantes en los que anotaba”. El choque que más presente tiene fue la final de 2005. “Ganamos 2-0 con algunas bajas, pero los jóvenes que entraron hicieron un buen papel y festejamos”.
De ayer a hoy
El tiempo ha pasado. Hoy, el antioqueño Diego Valdés, jugando para la escuadra roja de Bogotá, es el goleador del torneo. A sus 29 años ha alcanzado la madurez futbolística lejos de su tierra.
Debutó en el Medellín en 2009, pero tuvo poco rodaje y en 2012, cuando fue traspasado al club Atlético Trinidad de Argentina, intentó darle un giro a su carrera. “Fue difícil porque no jugaba y, además, me retuvieron el pasaporte”. Finalmente, pudo regresar, y Rionegro le abrió las puertas para jugar en la segunda división. En 2014 anotó 9 goles que lo pusieron en el radar del club venezolano Metropolitanos. Allí tampoco tuvo suerte.
El regreso al país, en 2017, cuando volvió a figurar, esta vez con Chicó, le permitió cambiar el chip y llegar a ser capitán y figura.
El año pasado llegó al Tolima, en el que, según él, el técnico Alberto Gamero le dio pocas oportunidades. “Marco Pérez era la primera opción y se jugaba con un solo delantero. A veces el cuerpo técnico te da confianza y en ese momento no fue así”. Sin embargo, este semestre llegó a Santa Fe y todo cambió para bien.
No le tocó ver a Alfonso Cañón, pero obviamente que reconoce en él a un ídolo. “Imagínese llegar a esa cifra de goles con un mismo equipo, es admirable”.
Diego comparte el liderato de la tabla de artilleros de la Liga con Michael Rangel (5 goles) y dice que marcarle a Nacional es uno de sus objetivos.
Torres, de presente positivo
No es fortuito que Gustavo Torres acumule 4 goles con Nacional este semestre. Son muestra de una nueva actitud. Regresó resistido por la afición, relación que se resquebrajó con tres hechos: el primero en la Libertadores de 2018 frente a Tucumán, que por escuchar un supuesto pito del árbitro no corrió por un balón que era oportunidad clara de gol, cuando Nacional estaba por debajo en la serie. La segunda, fue cuando anotó un doblete ante Envigado, el 16 de septiembre de 2018 y celebró tapándose los oídos como una señal de no querer escuchar a la afición.
Su último antecedente fue el de haber sido despedido de Rionegro Águilas por actos de indisciplina. Sin embargo, volvió convencido de resarcirse, y hasta acá ha cumplido. Con 23 años es el actual goleador verdolaga y su mejor rendimiento lo ha demostrado como visitante: doblete a Equidad y Chicó. “Es muy satisfactorio lo que me está pasando”. Además, valora el apoyo y la nueva oportunidad que le ha dado la hinchada. “Ese aliento siempre es importante, solo hay que agradecerle por el respaldo, porque igual le recuerda a uno que se tiene un compromiso para hacer las cosas bien”.
Indicó que Aristizábal es un ídolo y que lógicamente le gustaría seguir sus pasos.
“Es uno de los mejores delanteros colombianos de todos los tiempos y sería lindo conseguir, al menos, un 50 por ciento de las cosas que él logró, y más con esta linda camiseta”.
Así que el duelo de hoy en El Campín es un escenario para revalidar la importancia que tienen Santa Fe y Nacional en el fútbol colombiano.