Para un hincha, los trapos que cuelgan de lado a lado en las tribunas son mucho más que un pedazo de tela. Estos llevan los nombres de los grupos de amigos que se hacen dentro del estadio, de los que van juntos a alentar el equipo. Es por eso que el hecho de que la hinchada del Cali haya entrado a las instalaciones del Atanasio Girardot, abierto una bodega que usaba el Independiente Medellín y robado sus banderas, toca una fibra complicada dentro de una barra.
Pero no solo eso, “los trapos también acompañan siempre a pelaos que viajan mucho a otras ciudades o países, de esos que hacen todo por el equipo, entonces toman mayor valor”, dice Juan Manuel Pineda, a quien llaman el publicista de la Rexixtenxia Norte.
La historia no empieza allí. “Hace diez años -relata Pineda- en carretera se armó una pelea entre la gente del Cali y los hinchas del Medellín. En medio de todo, algunos hinchas del Medellín tomaron las banderas del equipo caleño”.
¿Pero quién empezó? Nadie se acuerda. Aunque para Pineda, lo que sucedió en la bodega del Atanasio es hacer que diez años de trabajo entre hinchadas quede en fracaso. “En los últimos años se ha trabajado la cultura barrista a nivel nacional, las diferentes barras se han reunido. Con un acto como este se deslegitima todo el trabajo. Es como retroceder,” explica.
Para controlar la situación, el Comité Local para la Seguridad y Convivencia en el fútbol, hasta nueva orden, prohibió la entrada de las barras del Deportivo Cali a los partidos que se jueguen en el estadio Atanasio Girardot. La pregunta es, ¿son útiles estas decisiones?, ¿va a cambiar algo después de esto?
Las medidas dejan un sinsabor
Tanto las hinchadas como los expertos tienen opiniones encontradas al respecto. Óscar Marín, quien fue parte de la Mesa pedagógica y de convivencia en el fútbol de Medellín hasta 2016, piensa que las prohibiciones no sirven para nada. “Si a los hinchas se les prohibe entrar a la ciudad, con más ganas llegan. Y entonces la justicia queda en las manos de la hinchada local, como sucedió con Millonarios cuando, al encontrar a alguien con una camisa que no fuera del azul del equipo, lo sacaban a golpes del estadio. La fiesta del fútbol es para que nos encontremos dos rivales, cantando y metiendo goles. Si no hay un contrincante, ¿para qué la fiesta?,” expresa. Para él, una de las soluciones es involucrar a los equipos.
Y Alejandro Millán, productor multimedia de deportes para la BBC de Londres, opina algo similar. “Prohibir la entrada a un estadio como única medida no sirve de nada y mientras no se castigue a los equipos por lo que hacen los hinchas, los clubes nunca se van a incluir en la solución del problema,” expresa. Esta propuesta resultó muy útil en Reino Unido, donde a raíz de la tragedia del estadio de Heysel en Bélgica en 1985, en la que murieron 39 aficionados en una avalancha, el Liverpool no pudo volver a jugar en Europa durante cinco años. “Yo estoy de acuerdo que a los hinchas violentos hay que desterrarlos de los estadios. Pero deben ser los clubes los que se encarguen de eso. Que tomen el control de quien entra y quién no. Y eso debe comenzar con una sanción a los clubes,” agrega Millán.
Pero para Juan Manuel Pineda, de la barra de la Rexixtenxia Norte, la medida con los hinchas del Cali es algo razonable. “Es un problema para la ciudad, hay gente que está muy dolida y es muy difícil controlar los ánimos de tanta gente durante un partido,” explica.
Además, estas fueron las opiniones que compartió la audiencia de EL COLOMBIANO en redes y de algunos grupos de hinchadas en Facebook: