Una Caravana Deportiva Gillete, el Dacia negro, unos cigarrillos President, la memoria del abuelo, la reina de belleza del pueblo, Foto Japón, la Copa Libertadores del 89, la moda de las cirugías estéticas... imágenes y signos de una Medellín de finales del siglo XX, distinta a la de narcos y pillos que se retrata en textos y películas aparecen en el nuevo libro de cuentos del escritor y periodista Luciano Peláez, editado por Atarraya y lanzado el 6 de octubre durante la Fiesta del Libro y la Cultura.
“Fue una década (90) muy intensa. Todo transcurría muy rápido, muchos de los jóvenes y niños no le tenían miedo a la muerte... Había una relación con la fuerza y el dinero que hicieron que estar en la calle y vivir la ciudad no fuera fácil”, comenta el autor nacido en Medellín, en 1979.
El libro parte de experiencias personales y de la observación de la ciudad. Aunque más que una circunstancia biográfica, es un homenaje a los 80 y 90, bajo la mirada de niños y jóvenes, y otras generaciones, como adultos emproblemados, confundidos o endeudados.
No hay fechas ni lugares, sino pistas en cada cuento. Se sabe, por ejemplo, que el tiempo literario es cercano a 1990 porque se habla de la Copa Libertadores de 1989, en la que fue campeón el Atlético Nacional. El espacio, en tanto, son referencias más que nombres: “Mi interés es narrar un barrio arquetípico, podría ser cualquiera, en mi cabeza tengo en el que crecí, Suramericana”. Los escenarios son una canalización, una cancha, un “murito”, una tienda, un billar o una calle.
A Luciano le interesan los “puntos de contacto”, como les llama a las claves que va dando el relato a medida que se van leyendo los cuentos.
Otro es el lenguaje, que aparece en el habla de la época y que hace parte de la memoria de su generación. Trata de recoger la espontaneidad del habla y de que las voces suenen a “oralidad”. Hay expresiones como gaminiar, poner zancadilla, grogui, pelaos, envenenar la moto y que en su conjunto delimitan el territorio y la atmósfera que vivió en Medellín.
El título es un préstamo del cuento más extenso, Un bosque dormido, pero el nombre es una metáfora que alude a la ciudad como un ciclo vegetal, a su florecimiento y decaimiento. Es un territorio que crece a su suerte en el abandono, y que se ve a través de las construcciones de lujo y la desmesura.
Finalmente, el autor se refiere a que es en parte autobiográfico: “Todo lo que escribo tiene qué ver conmigo. El primer cuento que le da título al libro, se parece mucho a su infancia, pero es una reconstrucción. Todo autor parte de su experiencia, pero de cómo lo que ha vivido podría haber sucedido de otra forma”.