¿Los climas terribles propician la creación o ellos mismos con su destrucción o efectos sobre la naturaleza son una creación en sí misma? En 1815 el efecto causado por el estallido de un volcán situado en el monte Tambora, en el archipiélago indonesio, hizo que el clima se enfriara, se tornara gris el cielo y que muchas cosechas se perdieran, encareciendo los alimentos a causa de la escasez en zonas de Europa y Norteamérica.
El estío de 1816 estuvo por tanto marcado por la hambruna y la anomalía en el clima a causa de las nubes de polvo y cenizas volcánicas arrojadas a la atmósfera. En un tono dramático acorde al momento, el poeta londinense lord Byron describió esa pesadilla: “Tuve un sueño, que no era del todo un sueño. El brillante sol se había extinguido, y las estrellas erraban apagándose en el espacio eterno, sin rayos ni rumbo”, según cita un artículo de la BBVA Open Mind.
También hubo en la pintura manifestaciones que atestiguaban aquel hecho insólito durante el cual se dice que se inventó la primera bicicleta: el velocípedo creado por el alemán Karl Drais ante la escasez de avena para alimentar a los caballos.
Pero hay una obra que parece especialmente concebida por ese tiempo oscuro y propiciatorio. La leyenda dice que la escritora británica Mary Shelley se iba a veranear al lado de un lago, pero ante el mal tiempo se quedó encerrada y empezó a escribir una obra de terror. En ese año caracterizado por la infecundidad en los cultivos, imaginó a una criatura hecha con partes de humanos muertos y cuya historia, que nos habla de la orfandad y de la multiplicidad de los cuerpos, sigue entre nosotros: “Frankenstein o el moderno Prometeo” o “Frankenstein”, a secas.
La artista cartagenera María Isabel Rueda tenía presente esta historia para la creación de un libro que reuniera voces de mujeres en la ciencia ficción colombiana. No sería una antología usual, ni de corte académico ni literario, más bien una pieza semi escultórica, fragmentaria, con forma de cuaderno, en la que las voces se confundieran y lograran tejer un cuerpo extraño, frankesteiniano. “Rebis”, como se titula, nace de esa inquietud. La palabra alude al ser mitológico de los textos alquimistas, de caracteristicas humanas, en el que se concilian lo femenino y lo masculino: el andrógino que podría ser otro Frankestein o bien su perdido amor, que algunas películas han tratado de encontrarle.
“Mujeres figuradoras de futuro”, “pitonisas criollas”: así llama a las veinte autoras antologadas en un tiempo también catastrófico para el clima, con olas de frío y de calor en distintas partes del mundo y una incertidumbre sobre el futuro agudizada por la pandemia (la crisis climática de 1816 fue a su vez antecesora de la peste negra).
“Una crisis climática también genera creación”, dice la artista y también curadora que ha realizado decenas de exposiciones en Colombia y el extranjero. Desde su obra “Vampiros de la sabana” (2003) ha creado piezas inclasificables que beben del arte, la literatura, la música, el ensayo o la ciencia.
“Precisamente es una mujer, que es la dadora de vida, que podía generar ese acto de crear así, dar vida a un cuerpo que se arma con pedazos de muertos”, sostiene sobre Mary Shelley y su año sin verano. Inspirada en ella, quiso “armar un cuerpo con todos los cuerpos”, reuniendo voces de mujeres “que escriben la historia y la prehistoria de la ciencia ficción” en el país. “Nunca ha habido una [antología] que muestre solo mujeres; generalmente las hacen hombres, y en su mayoría de hombres”.
La compilación incluye autoras como Alba Lucía Ángel, Andrea Salgado, Ivonne Alonso, Sofía Betancurt y Camila González Parra. El rastreo se realizó en librerías, bibliotecas y con ayuda de lectoras y de la editorial y librería Mirabilia, que lanza un concurso anual de cuentos de ciencia ficción y ha publicado varios libros del certamen.
A medida que iba encontrando el texto de una autora, incluía una página suya en la antología, y la siguiente página era la del número siguiente del libro de otra autora. Este proceso de arme y desarme se materializa en el libro con páginas recortadas por la mitad y argolladas de manera que pueda fundirse una con otra, aunque conservando el orden con ayuda de los colores en que se imprime el libro, los del proceso alquímico: nigredo, albedo, rubedo y sus degradados.
Propuesta gráfica
El diseño, de la editorial C.E.P.A, propone integrar las voces de las autoras y armar una red de sucesos interrelacionados con una circunstancia temporal: los eclipses solares y lunares. “Al analizar los años de publicación de los libros aquí reunidos, con la sincronicidad en mente y buscando comprender el tiempo de una manera cíclica, nos dimos cuenta de que lo que los organiza y les da un sentido compartido son los eclipses”, explica la editorial al final del libro. Además, dice, esa interacción desde la escritura de Frankenstein hasta la actualidad revela “una tendencia, un patrón, una vibración que alinea a estas autoras de ciencia ficción y sus obras con el presente, el pasado y posiblemente el futuro”.
Por eso el lector que abre el libro encuentra dos diagramas al comienzo y al final: uno es un mapa calor con estos sucesos y otro una espiral con los eclipses de los años de la publicación. Una forma de dialogar con el universo, con conceptos de sincronicidad y provocar encadenamientos de voces más allá del libro. “Si lees todas las partes dislocadas también encuentras un sentido. La idea mía también era liberar un poco la voz y que esos relatos se fueran entremezclando”, explica Rueda.
Sobre María Isabel Rueda
Es una artista, curadora e ilustradora nacida en Cartagena y radicada en Barranquilla. “Rebis. Clima, crisis y creación” hace parte de Sedimentos en Dispersión, una Curaduría de Inaudito Magdalena, del 46 Salón Nacional de Artistas. El libro fue comisionado por el Ministerio de Cultura y es un apéndice, ya con vida propia, del proyecto “Al final del mundo” preparado para el Salón Luis Caballero. Las presentaciones de este libro se han realizado en Bogotá con las autoras antologadas, y en Medellín y en Barranquilla con la participación de personas LGBT+ convocadas para su lectura. Rueda ha realizado más de 24 exposiciones individuales dentro y fuera de Colombia, entre ellas “Vampiros de la sabana”, “The end”, “La Llorona: El río debajo del río”, “Obra negra”, “Diario oscuro” y “Paraíso perdido”.