En el centro de Bogotá, muy cerca a esos enormes edificios donde el poder se aglomera y dicta el rumbo del país, está un escenario que fue testigo de otra clase de autoridad.
La potestad de las artes, la grandeza de la música y la delicadeza de la danza habitó en el Teatro Colón desde 1895 y con el tiempo se presentó como uno de los magnos escenarios de la cultura en el país. Fue allí donde el bajo barítono Valeriano Lanchas hizo su debut antes de cumplir la mayoría de edad interpretando a Fiorello en El barbero de Sevilla, en 1994.
Fue también en ese lugar, unos años antes, que su voz, su eterna compañera, le dictó cuál podría ser su camino a futuro. Allí, escuchando ópera junto a su mamá y siendo apenas un niño de seis años, se dio cuenta de que cantar era esa necesidad básica, aquella actividad fundamental a la que quería dedicarle cada día de vida.
Hoy, después de haber pasado 25 años esperando ansiosamente detrás del telón, escuchando y ensayando hasta el cansancio, todavía se sorprende de ese “Valeriano chiquito”, el que a los 17 se aventuró a cantar a Rossini en el Colón porque admite, casi sorprendido, que no es muy fácil hacerlo.
Y de lo que fue capaz ese joven Valeriano. Probablemente no se lo hubiera creído si se lo hubieran contado: a los 18 ganó un concurso promovido por Luciano Pavarotti, con quien compartió el escenario. Unos años más adelante su voz (y su dedicación) lo llevaron a ganar una competencia del maestro Plácido Domingo. Con él igual cantó.
Fueron sus primeros pasos de gigante y este miércoles celebrará esos y otros más en el Teatro Metropolitano con el acompañamiento del pianista Alejandro Roca. Una fiesta por esa labor de no haberle permitido a la voz dejar de cantar.
Respirar, superar y seguir
Hasta el momento, Lanchas ha contado cada uno de los conciertos, óperas y presentaciones en los que ha participado. Dice que hasta hace unas semanas la cuenta ascendía a 977.
Guarda con cuidado sus partituras, las marca, les pone fecha y continúa ganando experiencia. Ha interpretado más de 90 personajes en más de dos décadas y todavía estrena, al menos uno, cada año.
Durante este tiempo, ha tenido la fortuna de tomar decisiones acertadas para su carrera como no haber aceptado ciertos papeles. Sabía que por más que lo intentara no le iban a quedar a su voz. Entre otras lecciones, cree que fue importante encausarse hacia un repertorio específico y no dejarse llevar por un éxito que llegó tan temprano.
En los momentos oscuros ha crecido de todas maneras. Perdió personas cercanas como su padre en estos años, pero ha luchado porque la música siga fluyendo, así a veces la voz parezca rendirse. “Todas las cosas que pasan en la vida le afectan a la voz”, comenta, simplemente porque “el instrumento está dentro de uno y cualquier cosa que a uno le pasa, la afecta”. De ahí el cuidado que tiene con ella, como si fuera otra persona.
Y es que conocerla, a su voz, ha sido como meterse en una de esas relaciones incondicionales, de total respaldo y conocimiento mutuo. Él lo describe más como un matrimonio, “ha sido irse conociendo poco a poco. Uno no conoce a nadie de un tacazo y a la voz tampoco”.
Con ella salió de su casa, fue a estudiar al Curtis Institute of Music de Filadelfia. Es con quien constantemente viaja por el mundo, con quien comparte su apartamento en Bogotá y quien lo acompañó a cumplir otro de sus más enormes sueños: cantar sobre las tablas del Metropolitan Opera House (Met). Una cúspide que pudo escalar en 2015.
Ese debut
El Met es, tanto para el público como para los cantantes líricos profesionales, como llegar al mismísimo Olimpo. La oportunidad de escuchar voces casi celestiales con algunos de los montajes más impresionantes que pueden existir a nivel internacional.
Valeriano ya había interpretado El barbero de Sevilla en italiano diez años antes, pero el ofrecimiento para presentarse por primera vez en esa casa de ópera en Nueva York lo encaró con una nueva dificultad: el idioma. “Para mi debut en el Met tuve que aprendérmela en inglés y cantarla para el público anglosajón, ese fue un gran reto. Pero siempre tuve la sensación de que ahí me jugaba el todo por el todo”.
Lo logró y regresó al Met a cantar esa misma ópera, pero en italiano, el año siguiente. No paró ahí, en 2017 volvió a esa casa e interpretó el rol de Bartolo en Las bodas de Fígaro. Es el primer colombiano en cantar en ese escenario.
25 años de aprendizaje
Esta celebración arrancó en mayo en el Teatro Mayor Julio Mario Santodomingo en Bogotá, ahora continúa en el Metropolitano y en agosto regresará a la capital en ese mismo teatro con funciones de El Barbero de Sevilla.
En Medellín interpretará Viaje de invierno (o Winterreise) de Franz Schubert. “Es una de las obras cúlmenes de la literatura vocal”, cuenta.
La compartirá con Alejandro Roca, con quien viene trabajando desde hace 14 años. “Esta es una obra que yo he adorado desde antes de irme al conservatorio y que ha sido un reto y un triunfo personal”.
Resume que, en últimas, cantarla es como un regalo que se da a sí mismo. Este es un ejemplo de lo que ha significado mantener las cuerdas vibrando y emitir un sonido tan potente como lo ha sido su carrera.