Desde antes de que se realizará en 1971 el Festival Ancón, ahí a la orilla del río Medellín y que se alcanzó a conocer como el Woodstock criollo, el rock local ya sonaba en Antioquia de la mano Los Yetis.
La banda, que comenzó en los 60 del siglo pasado, fue la pionera y el referente del movimiento rockero que explotó en la ciudad una década después y que llevó a que Medellín fuera conocida como la capital del rock en Colombia, por la cantidad de grupos y canciones que se gestaron, así lo recuerda el crítico musical Diego Londoño.
Esos años 70 no fueron el mejor escenario para el rock paisa, dice el periodista y experto musical Santiago Arango, que recuerda que el movimiento debió cargar con un estigma social, tras la realización del Festival de Ancón, por el supuesto “abuso de drogas”. Londoño agrega que adicionalmente esa generación que creció en los 70 fue conquistada por la salsa y la música tropical, que dominaban el mercado de discos y la programación radial.
Con la llegada de los 80 surgieron agrupaciones como Kraken (la primera en adelantar gira nacional de conciertos), Carbure, Masacre, Mutantex y El Faltón, que rápidamente, comenta Arango, supieron recorrer el camino que había trazado Los Yetis.
El también comunicador e investigador musical Luis Grisales comenta que ya en los 80 el rock apareció como catarsis ante los problemas sociales y de violencia. “El rock sirvió para contar, de manera explícita, las historias que pasaban en las esquinas, el sicariato, el narcotráfico y la desigualdad”.
En el mismo sentido, el crítico Londoño coincide en que ese boom está ligado a esa realidad social de Medellín “que llevó una efervescencia de propuestas, cargadas de realidad e irreverencia a la hora de contar historias, por eso hay temas tan viscerales”.
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Esas características de las canciones rockeras “eran crónicas de lo que pasaba “, dice Grisales, y cautivaron a los jóvenes.
Se masifica
Ese naciente movimiento de rock se afianzó gracias a que los músicos crearon sus propios sellos discográficos (con casetes) y estudios de producción “caseros”, que les permitió llegar a nuevos públicos y masificar su trabajo. En la ciudad se dieron, además, conciertos importantes: en el teatro Carlos Vieco (La Batalla de las Bandas 1985) y el Polideportivo de Envigado (donde debutó Ekhymosis), y se hicieron giras por ciudades cercanas como Pereira y Manizales.
“Además aparecieron las emisoras exclusivas como Radio Disco, La Voz del cine, Veracruz, Todelar y La Superestación que trajeron sonidos de países como Argentina, Chile, España y México”, recuerda Arango, director de contenidos de la página www.hagalau.net.
Grisales señala que ese sonido de Medellín de los 80 quedó plasmado en la banda sonora de la película Rodrigo D, no futuro, de Víctor Gaviria.
A finales de esa década ochentera ya había una escena musical consolidada por dos movimientos, por un lado el punk, y por el otro el metal, de los que aparecieron distintos subgéneros, mientras que el Hip Hop se habría camino.