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“La escritura es un trabajo durísimo en el que uno sufre”: Felipe Restrepo Pombo

El novelista bogotano acaba de publicar Ceremonia, su segunda novela.

  • Felipe Restrepo Pombo ha cultivado la escritura periodística y la de ficción. FOTO Federico Bottia
    Felipe Restrepo Pombo ha cultivado la escritura periodística y la de ficción. FOTO Federico Bottia
04 de febrero de 2022
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El novelista bogotano Felipe Restrepo Pombo conoce muy bien el ejercicio de la edición: fue editor para Latinoamérica de Esquire, también de la sección de cultura de Semana. Durante varios años ejerció el cargo de director de Gatopardo –uno de los referentes del periodismo narrativo del continente– y bajo su responsabilidad estuvo Arcadia.

Su bibliografía –por la que fue escogido para la segunda selección de Bogotá-39– incluye un texto biográfico del pintor Francis Bacon, dos libros de perfiles y dos ficciones de largo aliento: Formas de evasión y Ceremonia. EL COLOMBIANO conversó con Restrepo Pombo de su oficio literario, de sus métodos de trabajo, de las conexiones entre su primera y segunda novela.

Hablemos del vínculo de Formas de la evasión y Ceremonia. La primera se centra en un personaje en concreto, un individuo mientras en la segunda pone el foco en una clase social...

“Trabajo mucho las historias a partir de mi formación periodística. Soy escritor de ficción, pero también he sido periodista toda mi vida y siempre trabajo las historias con investigación. No soy de esos autores que se pueden sentar frente a la pantalla en blanco y crear: yo siempre investigo, hago entrevistas y reportería. Trabajo mucho con la metodología de la investigación. Formas de evasión es el rastreo de un personaje, una especie de perfil de un personaje ficticio: me interesaba su psicología, hablar del tema de la identidad. Es la historia de la búsqueda de un personaje. Cuando empecé a trabajar en mi segunda novela, quería hablar de un entorno, de un grupo social, en este caso de las elites. Empecé, entonces, a hacer investigación. Esta es una novela más polifónica, que habla de diferentes generaciones, de diferentes personajes. Cada capítulo está narrado desde la perspectiva de uno de los protagonistas de la novela. Quise construir una historia más ambiciosa, una historia menos íntima. Aquí lo que quiero contar es un mosaico. Al final, uno puede ver mi primera novela como la búsqueda de esa identidad y la segunda ya más centrada en los problemas sociales”.

¿Cuál es el proceso para hacer reportería para ficción?

“En un principio, parto con la misma metodología de la no ficción: la curiosidad. Leo todo lo que pueda encontrar y hago toda la investigación necesaria. Así como para un perfil, para una novela puedo hablar con veinte, treinta fuentes, leer diferentes libros, documentos, observo, pienso. La diferencia llega cuando es el momento de escribir, cuando llega el momento de hacer el texto: la ficción permite tomarse unas libertades, inventar cosas o moverlas al antojo, permite ser manipulador en el buen sentido de la palabra. Trabajo la primera parte investigación de la misma manera en la ficción y en la no-ficción. El primer impulso del narrador es el de la curiosidad, el de mirar, el de tratar de entender una cuestión”.


Siendo usted editor, ¿cómo se transformó el proceso de escritura entre un libro y el otro?

“La escritura es un trabajo durísimo en el que uno sufre. No les creo a esos escritores que dicen que se sienten felices mientras escriben. Escribir es un trabajo en el que uno la pasa muy mal, en el que duda. Uno creería que entre más experiencia tiene es más fácil y no: a mí cada vez me cuesta lograr una escena, un diálogo, que me deje convencido de un personaje. Cada vez me cuesta más. Tal vez cuando uno es más joven es un poquito más irresponsable para publicar: tal vez no se fija tanto. Cuando uno crece se vuelve exigente con uno mismo. Además de mi trabajo de escritor, he sido editor por muchos años. Fui el director durante siete años de la revista Gatopardo, he editado muchas antologías periodísticas en diferentes países. Aprecio mucho el trabajo de la edición. A veces me pasa que escribo por la mañana y me vuelvo editor por la tarde y lo leo y me doy durísimo: me corrijo todo y me cambio todo. Ese fue el cambio que más noté entre la primera y la segunda novela. El grado de exigencia aumentó. Miro mucho el ritmo porque quiero que lo se publique sea lo más cercano a algo que me encante”.

Al leer Ceremonia se le vinieron a la mente Los elegidos, de Alfonso López, o Sin remedio, de Antonio Caballero. ¿Por qué poner el foco en los ricos?
“Esas dos novelas que usted menciona me parecen dos grandes títulos de la literatura colombiana, en particular Sin remedio. Esa novela la conozco muy bien, la he estudiado mucho: hice mi tesis de grado sobre Sin remedio. Siempre me pareció muy interesante el planteamiento que hacía sobre las élites. Además, leí a otros autores, entre ellos a Truman Capote y F. Scott Fitzgerald. Con los años pensé que quería escribir un libro que hablara sobre el mundo de los ricos. Sobre este mundo la gente tiene muchas ideas, casi siempre equivocadas. Además, he tenido un acceso privilegiado a diferentes esferas de las élites. Ceremonia no es una novela sobre la riqueza: se trata de una historia que me sirve como un trasfondo para contar muchas cosas, para tratar de entender el mundo en el que vivimos. Quise que mis personajes actuaran en el teatro que son las élites. Muchas veces los millonarios están atrapados en una serie de representaciones, de teatros, de ceremonias, de ahí viene el título de la novela”.

Al oírlo mencionar a Capote, ¿tuvo la tentación de irse contra la élite?
“En los casos de Caballero y Capote hay altos grados de caricaturización. Ellos quisieron hacer una parodia de esos mundos. Mi interés es diferente: no quise hacer caricatura. Quise poner en escena ese mundo. En la novela, por supuesto, hay pasajes de humor negro, pero de ninguna manera quiero que se lea ni como una crítica ni como una caricatura, mucho menos como una alabanza. Se trata simplemente de la historia de unos personajes. Los textos no deben hacer juicios morales sobre lo que cuentan: el narrador no debe decir esto es bueno y esto malo, uno simplemente debe contar, narrar y dejarle al lector los juicios”.

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