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La vida y obra del maestro Carlos Vieco está en Eafit

La universidad tiene en su sala de patrimonio más de 3.000 partituras, fotografías, correspondencia y reconocimientos del maestro, una leyenda de la música de la ciudad.

  • Carlos Vieco fue uno de los mayores representantes de la canción colombiana en el siglo XX. Archivo, notas musicales y artículos del maestro reposan en Eafit. FOTOS Archivo EL COLOMBIANO y Esneyder Gutiérrez
    Carlos Vieco fue uno de los mayores representantes de la canción colombiana en el siglo XX. Archivo, notas musicales y artículos del maestro reposan en Eafit. FOTOS Archivo EL COLOMBIANO y Esneyder Gutiérrez
  • Archivo, notas musicales y artículos del maestro Carlos Vieco Ortiz en la Biblioteca de EAFIT FOTO Esneyder Gutiérrez
    Archivo, notas musicales y artículos del maestro Carlos Vieco Ortiz en la Biblioteca de EAFIT FOTO Esneyder Gutiérrez
Sara Kapkin

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hace 7 horas
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Carlos Vieco hablaba poco, pero tenía un oído absoluto que convirtió en música un momento fundamental de la historia de Medellín: el paso del campo a la ciudad. La frenética carrera por la modernidad.

Su obra –entre bambucos, pasillos, guabinas, danzas, bundes, torbellinos y más– guarda el retrato de una ciudad que ya no existe. Su música es memoria, es un archivo histórico invaluable, que ahora, bajo la custodia de la Universidad Eafit está al alcance de todos.

En la Sala de Patrimonio Documental de la Biblioteca de la Universidad EAFIT hay miles de partituras, algunas de las placas con las que se imprimían las partituras, reconocimientos, condecoraciones, fotografías y correspondecia. Está una parte importante de la vida y obra del maestro, y de la ciudad, porque Carlos Vieco es, quizás, el compositor de más extensa y reconocida producción musical del país.

–Ese archivo es como una guaca, uno lo abre y le habla– dice Fernando Gil Araque, Ph.D e investigador musical y uno de los responsables de que el archivo del maestro haya llegado a la universidad.

Hasta hace un par de años, Fernando fue profesor de la facultad de música de Eafit, y fue también vecino de las hijas de Carlos Vieco. Cuando se cruzaban, cada tanto, Fernando les preguntaba por el archivo, qué iban a hacer con él, les propuso que lo llevaran a Eafit, que allá iba a estar bien custodiado, pero sobre todo iba a estar vivo, abierto para la ciudad y la academia, para los investigadores y los curiosos.

–Fueron casi 10 años mientras hacían el duelo, pero es que claro, para nosotros son las partituras de un compositor nacional muy importante que marca un momento de la vida cultural y musical del país. Para ellas eran las partituras del papá, entonces no era fácil desprenderse de eso –dice Fernando.

La primera parte del archivo llegó a la universidad en 2015. El resto llegó este año, en abril y se espera que este listo y catalogado para consulta a finales de este año o principios del siguiente.

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Archivo, notas musicales y artículos del maestro Carlos Vieco Ortiz en la Biblioteca de EAFIT FOTO Esneyder Gutiérrez
Archivo, notas musicales y artículos del maestro Carlos Vieco Ortiz en la Biblioteca de EAFIT FOTO Esneyder Gutiérrez

Carlos Vieco Ortíz Nació en Medellín el 14 de marzo de 1900. Hijo del compositor y pintor Camilo Vieco y Teresa Ortiz, el menor de nueve hijos, –tres mujeres y seis hombres– y por lo tanto, el consetido de la familia, dice su sobrina Norela Marín Vieco.

–Carlos, por ser el menor era muy contemplado y no quería prestar servicio militar, entonces él mismo construyó un zarzo en la casa y de allá no volvió a salir por un tiempo. Hasta allá le subían la comida y con su librito de solfeo y las enseñanzas iniciales de los maestros se puso a estudiar. De ese encierro salió su primera obra Echen pal morro –dice Norela.

Esa primera composición, un pasillo fiestero compuesto en 1924, habla de la costumbre de ese entonces en Medellín de subir al morro del ¿Salvador o ‘El Volador’? Con ollas y leña para hacer sancocho los domingos. Lo suyo era música popular, un reflejo su tiempo.

–Hay algo muy importante y es que Carlos Vieco hace música urbana con un estilo tradicional. La gente lo dice muy fácil, es música tradicional, pero es música tradicional escrita en la ciudad. A través de la vida de él se pueden estudiar muchos aspectos de la vida musical, de la vida social y de la transformación de la industria musical del país. Por Carlos Vieco atraviesan los aires tradicionales populares que se escucharon entre 1920 y 1970 –dice Fernando Gil.

Su obra es prolífica, son alrededor de 1.800 composiciones. Según los cálculos publicados por Eafit hay 403 Bambucos, 273 pasillos, 55 guabinas, 86 danzas , 10 torbellinos , 6 bundes, 17 criollas , 1 galerón, 29 fantasías , 5 estudios de pasillo , 2 joropos, 2 vueltas antioqueñas en ritmo de bambuco, 11 fox incaicos, 48 villancicos, 3 zarzuelas (Romance Esclavo, San Agustín y Las Vacaciones); 24 canciones infantiles, 3 canciones corales, 1 misa folclórica colombiana, 1 cumbia, 5 estudios para piano, 7 oberturas para piano, 6 gavotas, 4 intermezzos, 2 barcarolas, 2 minuets, 3 acuarelas musicales, 150 valses (contando el vals para ballet, los valses clásicos y los lentos) 9 romanzas, 45 caprichos, 1 canto para soprano, 4 obras de música religiosa, 4 plegarias marianas, 74 marchas (incluyendo las marchas fúnebres), 56 fox trot, 28 pasodobles, 5 melodías, 1 shotis, 20 tangos, 2 javes, 2 cantos (uno negro y uno gitano),1 tema oriental, 6 danzones, 4 canciones, 10 boleros y 258 himnos.

Entre sus temas más reconocidos se cuentan, Hacia el calvario, Plegaria, Sed, Alma Indígena, Plegaria al sol, Tierra labrantía, Las noches de agua de Dios, Deslizador Luz, Primavera en Medellín, Raza, Adiós casita, Patasdilo, Puesta de sol, Estando tan ausente, Retorno, Como un eco en la noche, El carriel antioqueño y varias más.

Pero la importancia del maestro Carlos Vieco no sólo tiene que ver con la música que creó, sino con lo que hizo por y para la música.

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Carlos Vieco fue profesor en diferentes instituciones de la ciudad, creó la Coral Coltabaco y la Coral de Xocimos y fue director del Conjunto Tejicondor durante 26 años, con el que fue invitado a Washington, capital de Estados Unidos, con motivo de la Semana Panamericana en 1958.

–A través de su vida se puede ver como se insertó en la industria musical de la época, en la imprenta musical, en la radio, en las revistas. Hizo lo que hoy se llamaría un networking, una red de músicos que venía desde México y bajaba hasta Argentina, con Margarita Cueto, Jurado y otros músicos que le interpretaban las obras. Cómo se hizo querer de la gente y se volvió un músico icónico a partir de la composición y quizás lo más importante es cómo se volvió un modelo de composición, como recogió obras de sus amigos como León Zafir, Tartarín Moreira y otro montón de poetas y entre ellos conformaron una comunidad en que los valores colombianos se veían a través de las obras músicales –dice Gil.

–Fue un gran gestor...

–Dirigió cinco coros en Fabricato, en Coltejer, coros de obreros, de campesinos, y con esos coros les enseñaba sus obras y otras. Con ellos fue a Washington y recorrió Colombia. Entonces a través de él se puede ver como le dio un estatus a la música tradicional urbana en ese formato tradicional que se oía en la radio, que se imprimía, que cantaban las señoras, que cantaban los trabajadores. Fue un musico reconocido en una época en que no había internet. Y otra cosa muy importante, fue que fue un músico vigente desde que empezó en los años 20. Escribía danzas fox trot, pasó dobles, que era la música de moda en ese momento, para las muchachas de la casa, para las hermanas, para las tías y se bailaban, es que imagínate en 1930, sino había un piano en la casa, si no habían músicos, no había música, ni baile –dice Gil.

–¿Cómo fue su influencia por fuera de Medellín?

–Con decirte que los tríos y estudiantinas más importantes tenían en su repertorio don o tres obras de él, y no solamente aquí, sino en Neiva, Bogotá, Cali, la costa... –dice Gil.

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Carlos Vieco fue uno de los mayores representantes de la canción colombiana en el siglo XX. A lo largo de su carrera obtuvo diversos reconocimientos y se ganó varios concursos, entre otros, el Concurso de Compositores Hispanoamericanos organizado por la Internacional General Electric, RCA Victor de Nueva York y la Southern Music Internacional, el concurso musical del Ministerio de Guerra, y diferentes festivales de la canción.

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Para los Vieco, el arte es un asunto de familia. El padre, Camilo Vieco fue compositor y pintor, y venía de una reconocida familia de ebanistas. Sus hijos se dedicaron a diferentes manifestaciones del arte: había además de músicos, dibujantes y escultores. Incluso entre los hermanos tenían una orquesta, llamada Los Vieco, que gozó de gran éxito en fiestas y matrimonios. Sus hermanos, pero sobre todo Carlos, fueron muy populares entre los músicos de la época gracias al taller familiar donde se fabricaban rollos de pianolas, y se vendía vendían y fabricaban estos instrumentos.

La música se ha mantenido en la familia en las siguientes generaciones. Carlos Vieco el nieto, hijo de Julián, aunque es ingeniero tiene un grupo de música andina con el maestro John Castaño; esta el grupo NACL, del Callejón del Gato, más dedicados a la música de los años 60, y otro más dedicado al rock.

La música no es tanto un trabajo sino un vocación. Norela y Carlos, el nieto, coinciden en que es algo que está en el adn de la familia.

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La llegada del archivo del maestro a la universidad representa un esfuerzo no sólo por preservarlo, sino por darle un nuevo aire.

–¿Cuál es la importancia de tener un archivo como este?

–Lo primero es poder ser custodios, con la responsabilidad que implica, de conservar la identidad y el concepto artístico de un personaje como el maestro Carlos Vieco, en esa trayectoria tangible y escrita en estas obras y partituras. Un concepto tan relevante para Medellín y Antioquia. Ese es el compromiso de nosotros, preservar y difundir la cultura, la memoria y la identidad regional, para que todos los que se interesen por seguir contando, narrando, reinterpretando la música nuestra tengan la posibilidad de acceder a esto, que creo que esa fue la misión con la que lo entregó la familia –dice Santiago Zapata, director de la Sala de Patrimonio documental de la universidad.

Medellín tiene una larga historia con la música. El desarrollo de la ciudad está registrado en canciones, desde el maestro Carlos Vieco, hasta Alcolirykoz, la música popular, la que habla de nosotros como sociedad, ha pasado por todos los ritmos, pero ha estado siempre presente, la música siempre lo está. Poder acceder al archivo del maestro Carlos Vieco permite superponer todas las ciudades que ha sido Medellín con el paso de los años. Nos permite leernos mejor, con más detalle.

–Le voy a decir algo como muy fuerte, muy aventado. A mí me gustaría, la verdad, si es para difundir la música del abuelo, que cojan las composiciones y LAS adapten a los ritmos que están usando ahora. Esa sería una de las formas de difundir esa música –dice Carlos Vieco, el nieto.

Memoria viva en Eafit

La sala de patrimonio se creó en 2002, y Santiago Zapata el director, dice que es una joya. Si hablamos sólo de música tiene más de 60 fondos de compositores, intérpretes, musicólogos y melómanos de Antioquia, Colombia y Latinoamérica. Lo componen más de 13.000 títulos, entre manuscritos y partituras, muchas de ellas inéditas. Hay miles de CD, LP, Casetes y programas de mano. Pero hay más que música, hay bibliotecas enteras, incluida la de FAES, especializada en Ciencias Sociales y Humanas y temas sobre la región Antioqueña.

Esta el libro más antiguo de Medellín –hasta donde tienen registro el único incunable que hay al menos en las bibliotecas–, El arte de amar, de Ovidio de 1494. Hay correspondencia de Rafael Uribe Uribe y de Débora Arango, documentos personales de León de Greiff, los cuadernos del sacerdote que más tiempo duró en la cárcel de la Isla Gorgona y hasta unos mensajes escritos en código que el expresidente Mariano Ospina intercambiaba con su esposa mientras estaba en la cárcel, para planear la fuga, aunque no se sabe bien que dice ahí, porque hasta el momento nadie ha podido descifrarlos.

La sala es como un ancla. Uno puede parase ahí para mirar al pasado y pensar lo que está por venir.

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