Adriana Valderrama llegó a dirigir el Museo Casa de la Memoria el 4 de enero. Su idea es que el museo es un espacio de todos, porque tienen una responsabilidad con las víctimas, y también con contarle a los demás qué pasó. La polémica de estos días fue que se leyó que no era ni de las víctimas ni de los victimarios.
Dice que quiere seguir el proceso que se comenzó, revisando los proyectos que considera más valiosos, y sumarle sus ideas, como el de abrirlo para los menores de 13 años.
¿Cuál es el papel de las víctimas en el museo?
“Es muy importante. No solo el papel de las víctimas, sino la responsabilidad que el museo tiene con ellas, porque está aquí para garantizar la no repetición de los hechos victimizantes. Aquí en Medellín es muy difícil decir quién es víctima y quién no ha sido. Tan difícil es que Medellín está en un proceso en este momento de declararse toda la ciudad como objeto de reparación, porque empezar a decidir quién es vícitima, quién es victimario, es difícil en una ciudad que lleva en un conflicto como el que tenemos hace tantos años, que entonces mejor declarémonos todos víctimas. Hay que reparar a toda la ciudad.
En esa medida el museo tiene un papel protagónico, se trata de que con los trabajos que exponemos, las herramientas pedagógicas que tenemos, contribuir a que la gente haga memoria y conozca qué pasó acá, y en ese proceso se garantice la no repetición de los hechos victimizantes”.
Además de contar, ¿cómo más se puede garantizar?
“La única manera que tengo en realidad para garantizar la no repetición es a través de procesos de memoria. Porque el que no conoce su historia está condenado a repetirla”.
Es cierto que el museo debe ser de todos. Es posible que sea difícil decir, como señala, quiénes son las víctimas, pero, no es lo mismo alguien que escuchó una bomba, a que en ella haya muerto su papá. ¿No hay personas más directas al conflicto?
¿Qué crees tú?
Yo sí creo que hay unos más directos.
¿Crees que hay unas víctimas más víctimas que otras?
No, pero no es lo mismo que maten a mi papá, a escuchar que algo pasó, aunque sea en la misma ciudad.A mí papá lo mataron, y no es la misma relación la que yo tengo con eso, que la que tienen mis amigos, que no les mataron el papá. Ellas por supuesto tienen una visión del conflicto, pero cuando es tan cercana...
Volvemos a lo que te digo, yo creo que eso es muy difícil saberlo. No creo que haya categorías de víctimas. No creo que haya unas víctimas más víctimas que otras, ni que haya unas que tengan más derecho a reparación que otras. Creo que pasar por un hecho victimizante merece toda la atención, que se le reparen sus derechos, que se haga todo lo posible por restituirlo, pero también hay una dimensión que es la subjetiva. No es cierto que todo el mundo que pasa por un hecho victimizante tenga las mismas repercusiones emocionales. Este museo tiene una responsabilidad puntual con las víctimas, para eso está, pero en la misma medida tiene que ser entendido como un proyecto de todos. No porque las víctimas no son importantes, todo lo contrario, son tan importantes que el esfuerzo que el museo tiene que hacer es salir y conseguir la mayor cantidad de audiencia para que comprenda qué pasó”.
Y en esa medida, el relato de los victimarios debe caber...
“Sí, porque es que otro pilar de la justicia transicional es la reconciliación. Cuál sería el fin último de estos procesos de memoria y garantías de no repetición, pues una posible reconciliación, y yo no me reconcilio con mi vecino, ni mi amigo ni el que piensa como yo. Me reconcilio con el que estaba en la otra posición. Creo que una cosa que hay que tener en cuenta es que cuando uno trabaja en estos temas del conflicto uno se empieza a dar cuenta que la mayoría de estos victimarios, o los que van a venir desmovilizados, han sido tanto victimarios como víctimas. Es difícil hacer una línea de decir ‘aquí solo hay de unos y otros’, esa línea casi que no se cumple, porque es un conflicto tan largo, que muchos de estos actores han pasado de víctimas a victimarios, o siendo victimarios se convierten en víctimas.
Parte de esa función es que yo tengo que incluir el relato de esta gente, que tienen su historia y su versión de los hechos. Que habrá algunas veces que no coincida con la estatal, con la de la víctima, o con la del historiador o el académico, sí, pero no quiere decir que por eso, en la categoría de memoria, no sea válido, porque cuando yo hablo de memoria no estoy hablando de procesos judiciales. Cuando yo hago memoria no estoy apuntando ni a un proceso de esclarecimiento, ni abrir un proceso judicial donde se le van a imputar cargos al que está dando su versión. No. en este espacio la memoria de todos cabe y tiene de alguna manera la misma validez”.
¿De qué memoria tiene que hablar este museo?
“No creo que hay una memoria, hay varias memorias. El objetivo del museo es ser tan incluyente como sea posible. Aquí hay unas memorias que no han sido escuchadas y hay que empezar a escuchar. Hay unas organizaciones de víctimas que han tenido un espacio en el museo históricamente, que han trabajado, pero de pronto también faltan otras. No solo organizaciones sino también otras víctimas que no marchan a la misma velocidad o en las mismas lógicas. Sería muy inteligente trabajar con la mayor cantidad posible de distintas memorias, alrededor de un mismo hecho”.