El año entrante, en mayo, se conmemorarán los 80 años de la muerte del maestro Francisco Antonio Cano, pero el legado de su obra lo mantiene tan vivo como lo están cada una de sus pinturas, sus esculturas, sus grabados y dibujos.
Esta semana fue una muestra de ello, con el lanzamiento del libro que ediciones Gamma, con la participación del grupo Davivienda y el Museo de Antioquia, publicaron con el fin de rendirle homenaje a este gran artista antioqueño, nacido en Yarumal, y que es un ícono cultural del país.
La obra, una elaboración conjunta entre Carolina Zuluaga, coordinadora editorial; Santiago Londoño en los textos y la curaduría, y Carlos Tobón en la fotografía, es una recopilación de cerca de 300 obras de Cano, aunque la selección no fue fácil.
De acuerdo con Ana Piedad Jaramillo, directora del Museo, el trabajo de investigación demoró más de dos años, en los que se hallaron hasta 500 trabajos del maestro, muchos de ellos inéditos e incluso que él dejó en proceso de elaboración, como bocetos y dibujos. El trabajo fue arduo y hecho “con filigrana”, resalta Jaramillo.
Este libro hace parte de la serie que Davivienda publica desde hace 14 años dedicada a artistas nacionales destacados, como Fernando Botero, Débora Arango, Carlos Rojas, Eduardo Ramírez Villamizar, Ana Mercedes Hoyos, entre otros más.
“Es un homenaje que les hacemos a los artistas clásicos colombianos que han sobresalido”, resalta María Mercedes Márquez, Gerente de Relaciones Públicas del grupo Davivienda.
Hecho por técnicas
Su pintura Las lavanderas, que constituye la portada de 6.500 ejemplares, de los 7.000 que conforman el lanzamiento (las 500 restantes están ilustradas con flores), es una de las 300 obras que contiene el libro.
Este es un recorrido por las técnicas en las que Cano se destacó y que hizo historia: pinturas, dibujos, grabados y esculturas, cada una con una sección en particular.
Allí no podía faltar Horizontes, su trabajo más reconocido, el cual es calificado por Lucrecia Piedrahíta como “un referente de identidad del pueblo colombiano, que reúne todo el concepto del clasicismo desde su perspectiva, con un manejo refinadísimo del color”.
Lucrecia, quien fuera directora del Museo de Antioquia, recuerda que estando en el cargo le correspondió recibir en 1995 una parte de las 188 obras que hoy comprende la colección que de Cano posee la entidad, un legado testamental que les donó el 23 de febrero de 1995 la señora Gabriela Tamayo, familiar del artista, antes de fallecer.
El Museo posee en la actualidad los derechos de toda la obra del artista, que coincidencialmente es la misma cantidad de la que allí reposa del maestro Botero.
Algunos de los trabajos que Lucrecia recibió fueron el cuadro del bautisterio de la iglesia de San José y una escultura de San Francisco.
Lucrecia afirma que en su acercamiento a la obra de Francisco Antonio Cano destaca el momento en que se separa el artesano del artista. “Es una de las visagras de lo que significa su recorrido”.
Para Piedrahíta, es clave la manera en la que el maestro asimiló nuestra identidad y cultura, y la forma en la que le dio manejo al color de manera “refinadísima”. Sus viajes por Europa, el contacto directo que tuvo con grandes exponentes, esa posibilidad de internacionalizarse fueron claves en su evolución. “Si se quiere revisar el estado de las artes plásticas en Colombia, hay que revisar lo que él hizo”.
Coincide Ana Piedad Jaramillo en el concepto, incluso agregando que en los alumnos que Cano tuvo (fue el fundador de la Escuela Nacional de Bellas Artes) se nota su influencia en los paisajes y las flores.
Para ella el maestro fue un retratista y un paisajista único, un autodidacta.
La selección
El que Las lavanderas haya sido escogida como portada obedece, según María Mercedes Márquez, de Davivienda, a que son tan conocidas las obras de Cano que querían sorprender con una no tan representativa, algo difícil de lograr pero que en el trabajo investigativo consiguieron encontrar después del exhaustivo rastreo por el legado del maestro.
El lector dará un viaje cronológico por lo que hizo este gran artista, quien ocho décadas después de partir aún es admirado de la misma manera por quienes fueron testigos de sus creaciones, y los que aún sin conocerlo se han inspirado en él para transformar el país desde el arte.
69
años tenía el maestro cuando se produjo su muerte, el 10 de mayo de 1935.