En la obra de Jorge Alonso Zapata, conocido como JAZ, el realismo no pasa por la técnica –por la fidelidad del trazo, del color, ni por la apariencia de lo que se reproduce–, sino por la composición, pues aunque sus obras tienen un aspecto sencillo y casi ingenuo, retratan con absoluta fidelidad escenas que se escoden en la cotidianidad.
En medio de esos colores exuberantes y cautivadores, se revela lo que las formas de vida actuales desechan y desprecian. En sus pinturas queda expuesto todo eso que creemos que no somos, pero que es consecuencia de cómo vivimos. Sus obras son a la vez relatos de un mundo que muchos locales no quieren ver, y que los extranjeros sienten lejano y novedoso, aunque cada vez se acercan más por aquí. Porque en los más de 20 años que Jorge Alonso Zapata lleva dibujando esa realidad, lo único que es evidente es que esas escenas serán cada vez más frecuentes.
Por invitación de la galería HMH, Jorge estuvo exponiendo su obra en Mallorca, España. Este año, Zapata también espera exponer en Viena y en Medellín. Su obra hace parte de la exposición colectiva, El cuerpo en su laberinto, organizada por Sura y que estará abierta hasta agosto. EL COLOMBIANO habló con él.
¿Por qué ese nombre de Crónicas del nuevo mundo?
“Esta muestra es un compendio de crónicas visuales, una especie de relatoría que hace remembranza a la época de la colonia, cuando la gente de España venía aquí a este reino de la Nueva Granada y regresaba y llevaba todos esos relatos de lo que era este nuevo mundo, pero aquí es al contrario, les estamos llevando estas crónicas modernas de lo que pasa en la ciudad, de la realidad contemporánea”.
¿Cuántas obras expuso?
“Lleve unas 50, pero se exhibieron unas 30”.
Un poco de todo lo que han sido sus más de dos décadas de trayectoria...
“Sí, son obras de distintas épocas, en distintos formatos, pinturas en tela, muchos dibujos en cartón... y pues ha sido toda una novedad con la gente la posibilidad de llevarles estas historias de Medellín. Mucha gente que va a esos lugares que no tiene idea de lo que es esta ciudad, o mucho de lo que conoce es por lo que ofrecen los medios, las agencias y revistas de turismo, pero no tienen ese acercamiento a esa profundidad de la ciudad que es lo que yo comparto con la gente”.
Por eso lo nuevo de este ‘Crónicas del nuevo mundo’, es que es un mundo que pocos conocen...
“Sí, porque incluso para mucha gente, a pesar de la globalización y todo, Colombia y Sudamérica, como tal, son un reino desconocido. Esto es un acercamiento a las crónicas reales de este nuevo mundo”.
¿Qué diferencias percibe frente a su obra entre el público extranjero y el local, de Medellín y Colombia?
“Mucha de la gente de acá, en cierta medida, sí es consciente de esa realidad, lo que pasa es que a veces como que trata de ocultarla o de hacerle el quite. Para el extranjero es toda una novedad, es fascinante, un mundo por descubrir”.
¿Cómo ha cambiado el centro en estos años que lo lleva pintando?
“La realidad sigue siendo la misma. Siempre la inequidad y la necesidad y premura de la gente por el diario vivir, por rebuscarse. Diría que son realidades que cada vez son mucho más renuentes porque los fenómenos de migración y desplazamiento son cada vez más frecuentes.
Todos los días llega gente al centro de la ciudad, gente de las provincias, de Venezuela, llega muchísima migración y eso en cierta medida toca el centro de la ciudad que termina siendo un sitio de tránsito para muchos extranjeros, también para paquistaníes, hindúes, chinos, cubanos... por ahí aparecen tarde en la noche una cantidad de grupos de gente que están en hoteles, en sitios de paso, porque al otro día seguramente se van para estos pueblos donde emprenden ese camino hacia Estados Unidos en busca del sueño americano”.
Van apareciendo nuevos personajes y quehaceres...
“Toda esta gente que llega desplazada también quiere salir adelante, quiere mejores oportunidades y está dispuesta muchas veces a trabajar a costa de lo que sea, con precios baratos, con tal de conseguir trabajo y traen su conocimiento. Yo creo que es un enriquecimiento. Un gana y gana también. El país de una u otra manera también se nutre de la migración que llega con conocimientos y con mano de obra y ayuda a construir el país también”.
Se transforma también la cultura...
“Sí, total. Ellos llegan también con su acceso cultural de música, de una cantidad de cosas, culinario, bueno, ni se diga. Se amplía el espectro”.
Finalmente, todos esos personajes y esas transformaciones son protagonistas de sus obras.
“Sí, claro, yo soy una especie de testigo de excepción aquí, donde me veo como llamado a contar esas historias y a comunicarlas. No es que el arte sea indiferente totalmente a esas realidades, pero en el campo de la pintura uno sí ve más tendencias como a lo decorativo o si se quiere, a otro tipo de temas”.
¿Usted cree que algo de esa realidad es particular de Medellín?
“Puede que en muchas partes esto sea una realidad ajena, pero también he visto que últimamente este tipo de realidades se han vuelto muy comunes en todo el mundo, pues constantemente veo en Facebook y en todos esos vídeos de ciudades de Estados Unidos donde hay una cantidad de gente en la calle, jugándosela.
Finalmente, esto es un llamado de atención a los gobiernos a ver cómo hacen para que los niveles de vida de la gente sean un poco más equitativos. Que no haya tanta diferencia entre una gente que lo tiene todo y otra gente que no tiene nada y que tiene que hacerle frente a la vida con lo que encuentra en la calle, o resolver el diario y vivir de una manera poco ortodoxa, si se quiere”.