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Medicina que no siempre cura: la historia de El imperio del dolor

Patrick Radden explica en su libro El imperio del dolor cómo un problema de salud pública surgió de una familia.

  • Las estrategias de mercadeo disimularon el efecto adictivo de los analgésicos basados en oxicodona, esto encontró el autor Patrick Radden. FOTO GETTY
    Las estrategias de mercadeo disimularon el efecto adictivo de los analgésicos basados en oxicodona, esto encontró el autor Patrick Radden. FOTO GETTY
30 de enero de 2022
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Patrick Radden pasó años investigando los orígenes de la crisis de los opioides y descubrió que las ambiciones de la familia Sackler terminaron por desatar una de las mayores crisis de salud pública en Estados Unidos. Encontró que la mezcla entre mercadeo, ciencia y negocios que manejó la familia en su empresa Purdue Pharma fue fatal. El ansia de lucro terminó por arriesgar el prestigio de la ciencia. Radden visitó el país como invitado del Hay Festival.

¿Cómo llegó a la historia?

“Fue un proceso extraño. Nunca había escrito sobre el negocio farmacológico antes, pero había leído mucho sobre el tráfico de drogas, particularmente entre México y los Estados Unidos, y estaba muy interesado en la organización administrativa de los carteles. Antes de trabajar tiempo completo en The New Yorker escribí un reportaje grande para The New York Magazine en 2012, sobre el cartel de Sinaloa, como un negocio. Una de las cosas que llamó mi atención fue que alrededor de 2010, los carteles mexicanos empezaron a vender más heroína en los Estados Unidos, era misterioso porque ellos antes vendían más cocaína, marihuana y metanfetaminas, ¿por qué de repente más heroína? La respuesta era que la demanda había aumentado, porque había muchos americanos adictos a los analgésicos, como la oxicodona, que es un primo químico de la heroína.

Fue interesante que, por investigar las drogas ilegales, estudiando cómo funcionaba la demanda, encontrara una historia sobre la adicción y el abuso de drogas legales. Siempre me pareció que la línea entre el mundo legal e ilegal es muy delgada, y aquí lo legal había creado una situación que le ayudó a los carteles mexicanos. Estas personas no eran sus clientes, sino que cayeron en el mundo de las drogas con una pastilla que un doctor de bata blanca les recetó en un consultorio”.

¿Por qué se concentró en la familia Sackler?

“Investigué sobre la crisis de los opioides y había una empresa que había jugado un rol especial, Purdue Pharma. Para mí fue una sorpresa que la familia Sackler fuera su dueña, porque yo conocía ese nombre, no porque tuviera que ver con el negocio farmacológico, sino porque vivo en Nueva York y uno de los lugares más bellos de toda la ciudad es el Ala Sackler del Museo Metropolitano de Arte. Esta familia, que era reconocida por ser de la elite y muy generosa, había hecho gran parte de su dinero con la venta de esta droga que había arruinado muchas vidas”.

¿Tuvo acceso a la familia?

“No querían que lo tuviera, entonces lo hicieron muy difícil. Les pedí entrevistas y dijeron que no, luego amenazaron con demandarme y a lo largo de dos años recibí innumerables cartas de abogados advirtiéndome que si seguía me demandarían; así que tuve que ser creativo.

Tuve acceso a documentos que salieron en las demandas en los Estados Unidos y entrevisté a más de 200 personas, que trabajaban para la familia y la compañía, y que la conocía socialmente.

Investigué mucho porque no quería que el libro se leyera como si estuviera viéndolos por un telescopio, desde muy lejos. Quería que se sintiera cerca y la única forma de hacerlo era hablar con gente que fueran sus amigos, hasta me dieron el historial del grupo de Whatsapp de la familia, y eso creo que me ayudó a crear una historia más íntima”.

Sus descripciones son muy detalladas y crea ambientes, ¿cuál es esa frontera entre periodismo y literatura?

“Es mi estilo de escritura, mis libros y artículos tienen mucha investigación, pero no quiero que se sientan como tareas para los lectores, como si pusiera toda esa investigación sobre la mesa y ahora se la tienen que leer, quiero que se sienta como una historia, una novela, que atraiga, eso significa encontrar personajes que son atractivos y tratar de construir escenas que son vívidas, usar el suspenso y algunas de las técnicas de la ficción, pero en algo que es totalmente basado en hechos. Es curioso estar aquí en Colombia porque uno de mis modelos, no tanto para este libro, pero en los primeros, era Noticia de un secuestro, de García Márquez, que es periodístico, pero cuenta la historia, se desenvuelve como una novela, aunque son personas reales, eventos recientes, pero con la idea de querer crear escenas, texturas, descripciones. Es una experiencia lectora más seductora”.

¿Cómo evita que ese gusto por la literatura le haga perder credibilidad?

“Desafortunadamente hay ejemplos de gente que ha hecho trampa, en Estados Unidos está el caso del también periodista de The New Yorker, y autor de uno de los libros narrativos de no ficción más famosos, Truman Capote. Ahora sabemos que hay partes de A sangre fría que se inventó. Es un riesgo, pero para mí, si tú vas a usar este tipo de técnicas tienes que ser escrupuloso con los hechos. Así que en mis libros hay referencias al final, este tiene casi cien páginas en letra diminuta. Si ves algo y te preguntas cómo lo supe, puedes ir al final del libro. Si hay un correo electrónico, puedes ver al final cómo lo conseguí. Algunas personas leen el libro y es tan íntimo que creen que lo debo estar inventando. Por ejemplo, hablo de la vida sexual de Arthur Sackler y su segunda esposa Marietta, ¿de dónde lo saqué? Marietta, que ya falleció, escribió unas memorias privadas sobre su vida, no se pusieron a la venta, solo salieron 200 copias, encontré una y ahí la tengo describiendo su propia vida, así que esa es la forma en la que el lector puede comprobar mi trabajo. La mayoría de personas nunca revisarán el final del libro, pero es importante para mí que la gente que quiera, encuentre los detalles”.

Después de leer su libro queda esa sombra de duda sobre la ciencia, ¿deberíamos confiar tanto en ella?

“Es la pregunta más difícil de todas. En el libro cuento la historia de cómo, en los años 50, Pfizer sobornó a un funcionario de la agencia de Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés). El libro salió en abril y yo acababa de ponerme la primera dosis de Pfizer de la vacuna para el covid-19, y estaba a punto de ponerme la segunda. Creo que es difícil porque, por un lado, es importante reconocer que los humanos somos falibles, no somos perfectos, los doctores son falibles, los reguladores son falibles, y la industria farmacéutica es una industria que busca el lucro, busca dinero, y hay tanto que algunas veces no se les regula bien. Eso lo podemos reconocer, pero si vas al otro extremo, particularmente en los Estados Unidos, ahora hay personas que no confían en ningún experto, no confían en los doctores, ni en funcionarios, como el doctor Anthony Fauci, no creen en nada ya, y no quieren vacunarse, y eso es una locura. Las vacunas son un milagro y deberíamos celebrar el hecho de que las crearon. Es incómodo para mí hablar de esto, pero creo que sería un error creer en todo inocentemente y que los doctores nunca fallan, que la industria es benévola y que los reguladores son perfectos, pero también es un error ser tan cínico que no reconozcamos que cuando hay un consenso de expertos diciéndote que debes vacunarte, deberías”.

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