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7 y 9
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Hay quienes prefieren la lectura en la intimidad. En soledad, abren el libro o lo encienden si es digital y se sumergen en ese mundo que aparece ante sus ojos. Y les gusta así, sin nadie más, porque tienen sus ritmos de lectura. O se devuelven si quieren hacerlo, o se detienen a imaginar, porque no hay prisa.
Sin embargo, hay otros que hacen de la lectura un acto social. Son los que acuden a los planes y programas de las bibliotecas de la red municipal, o que adelantan las cajas de compensación como Comfama y Comfenalco, o fundaciones de iniciativa comunitaria como Ratón de Biblioteca. La hora del cuento es un buen ejemplo de estos programas.
Para que la ciudad esté clasificada como la más lectora del país, es necesario la “combinación de todas las formas de lucha”, como decían los comunistas de décadas pasadas. En este caso, el de esas actividades en las que motivan a los lectores, niños y grandes, con la presencia de los escritores; esas otras en las que un promotor lee en voz alta algún cuento, poemas o fragmentos de novelas de un autor, o esas en que conocedores de las obras y escritores se reúnen para hablar de literatura.