Desde lo profesional ha sido reaprender. Encontrar una nueva forma de ejercer la medicina, no solo pensando en el paciente sino, también, en hallar alternativas de comunicación con las familias que superen la barreras generadas por las restricciones en la presencialidad.
Por ejemplo, apreder a hablar desde la distancia y tratar de dar calma de una manera distinta, aunque a veces por el contexto no se puedan dar buenas noticias. A pesar del miedo que uno pueda sentir, hay que seguir haciendo lo que hacemos con la misma pasión, pero con más cuidado, pensando en proteger a mi familia, mis amigos y a mi entorno, enfrentando ese miedo propio y trabajando más en equipo.
La pandemia ha implicado pensar la medicina de una forma diferente, no solo desde lo hospitalario, sino desde lo colectivo, buscando ayudar al mayor número de personas posible.
Esto ha sido una montaña rusa de emociones. Muchos viven en sus casas frustraciones diarias, con entornos que pueden llegar a ser hostiles por la cercanía con la enfermedad y la muerte.
Nos hemos dado cuenta que los medicamentos en su gran mayoría no sirven para acortar o mejorar la enfermedad, pero ayudan a controlar los síntomas y las complicaciones. Por eso, volvimos a una medicina más sencilla, más práctica, menos nociva, con base en cada paciente, porque cada uno se comporta diferente.
Afinamos la semiología, en escuchar al paciente y saber interrogarlo. A veces, por miedo, hay pacientes que ocultan síntomas, pero aprendimos a leerlos y uno detecta más fácilmente cuando, con mayor probabilidad, es un paciente con covid-19; incluso, antes de que llegue el resultado de la prueba.
Ahora intubamos menos, tratamos de evitarlo al máximo, e implementamos más estrategias distintas como prácticas no invasivas, porque en muchos casos favorecen la rehabilitación de los pacientes. Obviamente, tratamos de disminuir los riesgos.
Es importante, por ejemplo, el uso de otras formas de aplicación de oxígeno; tratar de adelantarnos a algunas complicaciones que los pacientes con covid-19 tienen como problemas de coagulación, trastornos del ritmo cardíaco, entre otros.
He aprendido a insistir en la pronación en vigil; es decir, el paciente que está despierto y no tiene máquinas, motivarlo a que esté boca abajo porque el cambio en los signos vitales es impresionante.
Eso es incómodo para algunos, pero hay que convencerlos para que se queden el mayor tiempo posible así; entonces, vemos que algo sencillo resulta fundamental.