A mediados de febrero de 2023, los investigadores de la Policía que le seguían la pista a “Siopas”, el subcomandante del Clan del Golfo, quedaron perplejos por una interceptación telefónica. “Necesito que me ayude a buscar un brujo para que me diga si Wilmer está vivo o no”.
La conversación era entre la madre del cabecilla y una de sus hijas. Ambas estaban preocupadas porque su ser querido había desaparecido del mapa, luego de asistir a una reunión con otros delincuentes de su grupo en un campamento de la selva chocoana.
La información desató las alertas entre las agencias de Inteligencia, que activaron a sus fuentes humanas y sistemas de telecomunicación para confirmar si ese pálpito de la madre era verdadero.
La búsqueda terminó en la mañana de este miércoles, en la carretera que del municipio de Uramita conduce a Dabeiba, en el Occidente de Antioquia. Allí, en un sector denominado La Recta, arrojaron un cadáver desde un vehículo.
La víctima tenía múltiples impactos de bala en la cabeza, rostro y cuello. Quedó tendida boca arriba en el asfalto, con botas de caucho, pantalón verde militar y un buzo negro.
El cuerpo de bomberos lo trasladó a la morgue de Dabeiba y las huellas dactilares fueron enviadas al Laboratorio de Policía Científica y Criminalística de la Región N°6, con sede en Medellín, donde el sistema arrojó la identidad del occiso: Wilmer Antonio Giraldo Quiroz, más conocido en el bajo mundo como “Siopas”.
“Seguiremos en la investigación para establecer los móviles del homicidio”, declaró horas después el coronel Óscar Cortés, comandante de la Policía de Urabá.
Vida y muerte en el crimen
“Siopas” nació en Apartadó, Antioquia, el 27 de septiembre de 1980 (hace 42 años).
Sus inicios en el mundo criminal fueron en el frente quinto de las Farc, que lo reclutó a los 15 años de edad.
Militó en esa guerrilla desde 1995 hasta 2008, cuando desertó para unirse al Clan del Golfo al año siguiente.
Dairo Úsuga David (“Otoniel”), el máximo jefe de la organización, vio su potencial para la violencia y en 2015 le dio su primer encargo importante: la comandancia del frente Zuley Guerra, que delinque en Arboletes y la zona costera de Córdoba.
Allí se caracterizó por ordenar frecuentes ataques a la Fuerza Pública, con métodos aprendidos en su época de insurgente. Entre los atentados más terribles estuvo el del 11 de abril de 2018 en el municipio de San Pedro de Urabá, contra una caravana de camionetas oficiales que hacían tareas de restitución de tierras. Una bomba explotó a su paso y mató a ocho policías.
En 2019 ascendió en la jerarquía y pasó al bloque Pacífico, al mando de 600 hombres de los frentes que actúan en el litoral, desde Chocó hasta Nariño, incluyendo el Suroeste antioqueño.
Al mismo tiempo logró un puesto en el estado mayor, la cúpula del cartel, junto a “Otoniel” y otros tres comandantes. Todo esto lo convirtió en un objetivo de alto valor estratégico para las agencias de seguridad de Colombia y EE.UU.