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El holocausto de la Justicia no los abatió

Un hijo y un nieto de dos magistrados muertos en la toma del Palacio cuentan cómo sus familias superaron la tragedia.

  • Yesid Reyes, hijo del magistrado Alfonso Reyes y Ricardo Barrero, nieto del magistrado Ricardo Medina. FOTOs Colprensa y Cortesía
    Yesid Reyes, hijo del magistrado Alfonso Reyes y Ricardo Barrero, nieto del magistrado Ricardo Medina. FOTOs Colprensa y Cortesía
07 de noviembre de 2015
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El 15 de septiembre de 1986, diez meses y nueve días después de la tragedia del Palacio de Justicia, la alegría volvió a la familia del magistrado Ricardo Medina Moyano, quien murió en la toma armada que realizó la guerrilla del M-19 el 6 y 7 de noviembre de 1985.

Ese día llegó Ricardo Barrero Medina, un hombre que hoy tiene 29 años, un mes y 23 días de nacido. Es hijo de Sandra, la niña mimada de Ricardo, el magistrado disciplinado de la Sala Constitucional y nieto de Gladys María Rodríguez, la abuela amorosa y comprensiva. Es sobrino de Italia, Álvaro y María Ximena y llegó al mundo para traer alegría cuando la familia Medina Rodríguez estaba sumida en el dolor por la desaparición del padre.

“Si ese evento tan doloroso no hubiera ocurrido, yo no hubiera nacido. Yo fui concebido un mes después de la muerte de mi abuelo y mis tías, mi mamá y mi abuela dicen que cuando mi abuelo fue asesinado, mi mamá decidió buscar un hijo. Mi llegada significó una alegría inmensa. Quién lo creyera, pero esta tragedia trajo vida”, cuenta Ricardo.

Richitar, como le decía su abuela y hoy sus tías, dice que sus papás, Sandra y Jaime eran muy jóvenes cuando él nació y decidieron llamarlo Ricardo en honor al abuelo, pues su mamá era la más cercana al magistrado y quizás una de las que más sufrió con su desaparición violenta e inesperada.

Hoy Ricardo no deja de ir a visitar a sus tías para saludarlas y saber cómo están, pues su madre y abuela murieron hace varios años. Su papá Jaime también lo acompaña ya que la tragedia los volvió muy unidos. Es administrador y diseñador. En la familia dicen que en algunos ademanes se parece al abuelo y cuando se deja la barba el parecido físico es mayor.

Treinta años después el hombre asegura que no se puede olvidar este hecho tan doloroso, pues significó la pérdida de Ricardo Medina, su abuelo, el magistrado estudioso, trabajador y disciplinado que era vegetariano y no tomaba bebidas alcohólicas, ese que no le gustaba la violencia y poseía una gran conciencia social, pues además se preocupó por dejar una marca sobre los valores humanos que debía tener y cultivar una persona.

A pesar de que siempre decía que antes de viajar al exterior había que conocer el país natal, soñó con ir a Italia e India, países de los que sabía mucho por haber leído sobre ellos. Este fue uno de sus sueños frustrados que cumplió Richitar pues estudió Diseño en Italia y pasó varios meses en India, donde aprendió meditación.

“Yo perdono”

La última vez que Yesid Reyes Alvarado habló con su padre, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, fue el 6 de noviembre de 1985. Eran las 5:30 de la mañana de un miércoles y su papá le preguntó si se iban juntos para el centro de Bogotá. El hoy ministro de Justicia le dijo que no, que tenía otras cosas que hacer y sin más se despidieron.

Hoy Yesid, el abogado que heredó la disciplina y el juicio de su papá, así como el amor por el Derecho y las leyes, recuerda ese momento con nostalgia. Tres décadas después de ese capítulo imborrable, en el que se dijeron adiós para siempre, Reyes Alvarado destaca que se decidió por el Derecho como profesión porque creció rodeado de códigos.

“Haber tenido en la casa a una persona dedicada al mundo del Derecho de alguna forma lo predispone a uno para ir en esa ruta, aun cuando de los cuatro hijos que somos, el único dedicado al Derecho fui yo, pero no hay duda que alguna influencia tuvo eso en mi decisión, pues era una persona dedicada permanentemente al estudio de esa disciplina. Y esa palabra es una de las características y una enseñanza que puso siempre en todo su trabajo, que era fundamentalmente académico, de ideas muy liberales, respetuoso de las diferencias de opinión, convencido de sus principios y de sus ideales, dispuesto a defenderlos, esas fueron las principales enseñanzas que nos transmitió a nosotros sus hijos”.

A pesar de tanto dolor y de tener que vivir sin un amigo, un consejero y un padre, el ministro de Justicia asegura que ya perdonó a todos los que de alguna manera tuvieron que ver con la muerte de su papá.

De la guerrilla del M-19 ya recibió las excusas y las aceptó; del expresidente Belisario Betancur, aunque le hubiera gustado su declaración fuera más contundente, también la acepta. Y ayer el Estado colombiano pidió perdón a él y a todas las víctimas que dejó este hecho trágico. Volvió a perdonar.

“Hoy vivo en paz conmigo mismo y no guardo ningún sentimiento adverso ni rencor hacia alguno de los protagonistas de la toma del Palacio de Justicia, de tal manera que en lo personal puedo decir que tengo superado el problema, lo que no significa por supuesto que no recuerde los hechos y que no tenga hipótesis sobre la forma como se desarrolló esta situación. Los conflictos se deben solucionar de manera no violenta, por la vía del diálogo y sobre todo no es conveniente llevar una vida atada a rencores”, agrega.

“Que cese el fuego en el Palacio de Justicia”, reclamó al Gobierno hace 30 años Alfonso Reyes Echandía a través de una cadena radial que logró comunicarse con él, mientras miraba de frente a sus captores. Esa voz diáfana tampoco la olvida Yesid y por eso agrega que mantendrá vivo el legado pacífico de su padre.

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