De cabezas de ratón a colas de león. Un refrán que retrata bien la sensación que pueden sentir los alumnos que arrancan su período escolar en su primer año de educación secundaria.
Una transición que implica no solo cambios en los ritmos de su proceso de enseñanza y aprendizaje, también hace parte del desarrollo de formación de su personalidad.
Estos cambios no solo implican a los jóvenes que entran a sexto de educación media, con ellos también sus padres y las mismas instituciones educativas que deben desarrollar un trabajo de acompañamiento para que el paso que dan sea positivo y los lleve a desarrollar sus mejores potenciales durante este año y en el futuro.
Un paso brusco
En el modelo tradicional de la educación en Colombia, sostiene Carolina Cabra, especialista en sicología clínica y licenciada en español e inglés, este paso que hacen los muchachos entre su educación primaria y el inicio del bachillerato casi siempre significa una ruptura, un cambio brusco sin mayor preparación.
“En quinto son los grandes de la primaria, y en bachillerato pasan a ser los chiquitos de la escuela media. Esto tiene unas implicaciones que a nivel sicológico, en su etapa de desarrollo, se están generando unos cambios importantes en su maduración cerebral y también de desarrollo personal en donde los niños tienen que pasar de operaciones muy concretas a unas más formales. Y en lo social sus grupos también cambian”, afirma.
No es solo tener que afrontar un desarrollo curricular con un mayor nivel de exigencia, incluso con algunas materias nuevas.
Es, también, un período en el que estos niños entran en una etapa de la formación definitiva de su personalidad; el relacionamiento entre ambos sexos comienza a ser una parte importante.
El proceso no solo consiste en avanzar un grado más en el ciclo escolar
También supone una evolución en el proceso de madurez, son jóvenes que ya deben ser más independientes. Funciones básicas como empacar su maleta, levantarse más temprano, estar pendiente de su horario de clases para saber qué herramientas llevar al colegio hacen parte de los nuevos retos que deben asumir los muchachos, explica Luz Adriana Pineda, sicóloga del Colegio Benedictinos de Santa María.
“Esto conlleva a un cambio fuerte, y que puede generar modificaciones en la personalidad que a veces no se entienden en la casa”.
Se pueden presentar casos en los que un joven que en su época de estudios primarios era excelente en una materia, una vez llega a la secundaria presenta un rendimiento deficiente en la misma área.
Es un resultado de ese proceso de transición brusco que se presenta bajo el modelo educativo tradicional. “Y no debería ser así”, enfatiza la especialista Cabra.
Lo ideal es que desde el mismo colegio estos procesos de transición se den de una forma suave, que se respeten los niveles de desarrollo propios de los chicos en esta edad y que no se rompa por un evento que cambia totalmente el proceso.
Por ciclos
Carolina Cabra, quien también es docente en el área de ciencias sociales del Politécnico Grancolombiano, plantea que un ejemplo de un proceso de acompañamiento adecuado es la modalidad de educación por ciclos, que respeta el proceso natural del desarrollo integral de los jóvenes.
Bajo esta modalidad pedagógica el paso de los niños de la primaria al bachillerato se asume como un proceso natural continuo y no significa una ruptura de un proceso de formación a otro, como se puede asimilar con las metodologías tradicionales de enseñanza.
“Lo que se busca es que los niños que pasan de la primaria a la escuela media no sientan ese rompimiento, y que se siga dando una continuidad académica y de contenidos, es decir toda la malla curricular escolar vaya encaminada a respetar todo ese proceso natural que se tiene que dar”.
Pero no es solo en lo referente a los contenidos, también una transición sana en sus relacionamientos sociales y sus espacios de interacción, y comiencen a entender ese nuevo mundo de encontrarse con otros que se empieza a desarrollar como parte de la definición de su personalidad
“En la parte del desarrollo social, ellos siguen teniendo juegos, pero entonces al pasar a bachillerato ven que los más grandes tienen relaciones de novios, entonces comienzan a buscar eso para poder ubicarse en lo social en ese grupo que todavía no les puede pertenecer, porque aún les falta vivir esa etapa de juego que también es importante para ellos en su proceso de crecimiento en general a nivel cognoscitivo”. Por eso en esta etapa se debe procurar que esos pasos no se aceleren y propiciar espacios para que poco a poco los niños vayan asumiendo de manera consciente los nuevos roles que enfrentarán y terminarán de formar su carácter.
Los retos
Con la llegada a esta nueva etapa académica, los niños deben también asumir unos nuevos retos que marcan el proceso de su evolución, no solo en el nivel de aprendizaje, también en su crecimiento como personas.
Uno de ellos, argumenta Luz Adriana Pineda, es el de la necesidad de asumir que en lo académico se está avanzando y que los temas, las materias y el proceso de aprendizaje se vuelven cada vez más complejos.
De igual forma se enfrentan a retos consigo mismos en cuanto a su autonomía y responsabilidad. De manera paulatina dejan de depender tanto de sus padres o cuidadores para resolver algunos problemas básicos y son ellos mismos quienes deben buscar soluciones o asumir tareas.
La resolución de conflictos sociales es otra de las tareas que comienzan a asumir los chicos de forma más independiente, “cada vez hay unos intereses que se transforman”.
De igual manera en esta etapa tienen el reto de asumir su cuerpo y las transformaciones que se comienzan a presentar en su crecimiento.
Diálogo, la herramienta
En este proceso uno de los fenómenos que se presenta en el comportamiento de los muchachos que empiezan su ciclo de secundaria es una mayor rebeldía, por ejemplo en horarios de estudio; también sus focos de interés pueden cambiar. “Ya no les interesa tanto ser los mejores en rendimiento académico, sino ser el más popular”, ejemplifica Carolina Cabra.
Y es aquí en donde la herramienta del diálogo con sus padres y sus profesores se convierte en un elemento importante para entender y guiar ese comportamiento natural al momento de dar el paso de primaria a bachillerato.
Un diálogo que les ayude a los chicos a entender, y en muchos casos romper paradigmas que se forman cuando llegan a esta nueva etapa y ven a los más grandes actuar de una forma u otra.
Un acompañamiento que les ayude a romper esos modelos inadecuados que pueden estar viendo en quienes ya son más grandes.
No se trata de la imposición, como sucedía cuando el joven era aún un niño, pero sí aprovechar que aún en este momento de su desarrollo son aún muy permeables a aquello que sus padres, sus cuidadores les digan o les aconsejen, para orientarlos de manera adecuada.
Una labor de acompañamiento que, señalan las expertas consultadas, debe hacerse de manera conjunta entre los padres y el colegio.
“Que el joven sienta que no está solo en ese proceso”, dice Luz Adriana Pineda
Y aquí es fundamental la forma como desde el lenguaje se prepare a los niños para esa transición. Debe ser un lenguaje positivo, de expectativa sana, de explicarles que vendrán nuevo retos y que el nivel de complejidad desde lo académico aumenta, pero que se trata de un proceso normal y positivo para su desarrollo.
“En la medida en que el niño sienta que nosotros como adultos sabemos que lo van a lograr, y con nuestro lenguaje lo llevamos a desarrollarlo, los niños lo hacen”, concluye la docente del Politécnico Grancolombiano.
12
años es la edad promedio en la que los niños inician su bachillerato.