Al presidente, Gustavo Petro, apenas le quedan 44 días hábiles de las jornadas del Congreso para sacar adelante una ambiciosa agenda de 29 proyectos de ley o de acto legislativo que se puso la meta de aprobar este mismo semestre para antes del 16 de junio, cuando terminan las sesiones ordinarias del Congreso.
La apretada agenda está obligada a compartir tiempos con otras de iniciativas de los congresistas, que están esperando un espacio en el calendario para ser discutidas, lo que dificulta aún más la aprobación de los textos, sobre todo en un contexto en el que la bancada de Gobierno, aunque mayoritaria, está fisurada.
El mismo mandatario se puso la vara tan alta que ya sus alfiles en el Congreso están haciendo cuentas de qué hacer si los tiempos no les dan. El presidente de la Cámara de Representantes, David Racero, es uno de los que ya le abrió la puerta a la posibilidad de llamar a sesiones extras, incluso hasta el 19 de julio que es el último día de esta Legislatura, para poder poner a flote los articulados.
“De los 31 proyectos iniciales van en trámite 14. La meta de la Presidencia de la Cámara es aprobar entre 10 y 12, priorizando las agendas sociales (salud, laboral y pensional), los proyectos de paz, el Plan Nacional de Desarrollo y la adición presupuestal”, puntualizó Racero.
Las cuentas que hace el representante del Pacto Histórico son un llamado a poner los pies en la tierra de las posibilidades reales de tramitar todos esos proyectos que el mismo ministro del Interior, Alfonso Prada, había socializado de tú a tú con los partidos de Gobierno.
Otro que ha llamado a los congresistas a sentar cabeza es el presidente del Senado, Roy Barreras. El senador ya alertó acerca de que las mesas de trabajo sobre las reformas están retresando la discusión legislativa, que es la que termina aprobando o rechazando esas iniciativas y el caso de la reforma a la salud es la prueba fehaciente de ese patrón: van ocho semanas de diálogos que solo han ahondado las brechas entre los partidos y el Ejecutivo y ni un debate en el Congreso.
El mismo Barreras también está halando de sesiones extras a pesar de que las ordinarias llevan apenas un mes: un síntoma claro de que el petrismo sabe que lanzó la la apuesta más ambiciosa de lo que podía cumplirla en tan poco tiempo.
La bancada tiene dos caminos, o pupitrear las reformas como alega la oposición que sucedió con la ley para la paz total que fue aprobada en el Senado a media noche el año pasado, o reducir sus expectativas para que haya paso a la discusión, sobre todo porque sus propuestas reformistas tocan cambios a la Constitución y al funcionamiento que ha tenido el país durante 32 años.
Pero los tradicionales, que le ponen el 30% de los votos al Gobierno en el Senado y el 40% de los escaños de la Cámara de Representantes, se oponen a hacer un trámite a la carrera. Como lo dice representante del Partido de la U, Víctor Manuel Salcedo, “ reformas tan estructurales a pupitrazo no pueden ir. Nosotros fuimos elegidos no para ser comité de aplausos del Gobierno, sino para sopesar los puntos de vista”. Con esas ponderaciones el tiempo de juego quedará como el de los partidos de fútbol: al alargue.
Lo prioritario para el Ejecutivo es terminar de destrabar en abril los primeros debates de los proyectos, sobre todo el de la reforma a la salud que tendría lugar el martes en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes, así como darle el primer empujón a la reforma laboral que también se presentó, pero que se difuminó en la agenda frente a las polémicas que suscitó el articulado de la salud. Si la bancada de Gobierno no logra despegar sus prioridades para cuando termine abril, las cuentas del presidente Petro. quedarán en negativo.