“Hoy hemos llegado a la meta -dijo Humberto de la Calle, el jefe negociador del Gobierno colombiano en La Habana, vestido de blanco como ‘Iván Márquez’ y los demás negociadores de las Farc-. La guerra ha terminado”.
Colombia no estaba esperando este día desde hace cuatro años, cuando se iniciaron los diálogos de paz en Cuba, sino desde hace 50, cuando un grupo de campesinos se tomó un pequeño territorio en la vereda de Planadas (Tolima) y fundó lo que después sería las Farc.
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Los fusiles de la guerrilla callaron después de medio siglo, pero no por una derrota o una victoria militar en el campo de batalla. “La mejor forma de ganarle a la guerra fue sentándonos a hablar de la paz”, dijo De la Calle.
El histórico anuncio de la mesa de conversaciones en Cuba no solo significa el fin de un conflicto armado -el más longevo del mundo-, sino el primer día de un nuevo comienzo, manifestó el delegado.
“Este acuerdo abre posibilidades para inciar una etapa de transformación de la sociedad colombiana. Bajo el telón de fondo de la reconciliación, abrimos la puerta a una sociedad más incluyente, en la que podamos reconocernos como colombianos, en la que nadie tema por su integridad a consecuencia de sus ideas políticas”, afirmó el jefe negociador del Gobierno.
En su discurso, Humberto de la Calle resaltó las cualidades de los seis acuerdos que han firmado los representantes de ambas partes en los cuatro años de negociaciones: desarrollo agrario, drogas ilícitas, participación política, víctimas y justicia transicional, fin del conflicto y refrendación y verificación.
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“Seguramente el acuerdo logrado no es un acuerdo perfecto -dijo De la Calle-. Pero con la misma honestidad y franqueza con la que hemos informado a la opinión pública, quiero ahora transmitir ahora que tengo la certeza de que es el mejor acuerdo posible”.
El delegado hizo énfasis en que no habrá impunidad y, por el contrario, la justicia transicional que se pactó privilegia la verdad y la reparación de las víctimas, pues “lo que busca es afianzar el estado de derecho y abrir espacios para construir relaciones sociales rotas”.
“Justicia transicional no es la sobrina pobre de la justicia. Es sobre todo justicia. Pero ante el fenómeno del conflicto armado interno, la visión de la pena adquiere mayor relevancia de cara a las víctimas si amplía su contenido restaurador”, aseguró De la Calle.
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El vocero agradeció a todas las personas y países que han contribuido de alguna forma al acuerdo de paz, incluyendo “a quienes han expresado reservas y críticas. Es un ejercicio legítimo. También ha sido útil para nosotros en la mesa. Ellos no son enemigos de la paz. Los enemigos de la paz son los que han llenado las redes sociales de falacias y mitos”.
De la Calle destacó que la mesa de negociaciones no fue “un ejercicio de condescendencia, ni de intercambio de impunidades” y que el acuerdo logrado, aunque imperfecto, “es un camino positivo para el futuro”, una “hoja de ruta para Colombia”.
“Pero no vamos a incurrir en el acto vanidoso de exaltar nuestro propio trabajo -aclaró el jefe negociador-. Serán los colombianos los que decidan si acertamos”.
La responsabilidad de los ciudadanos, sin embargo, va más allá de acudir a las urnas a votar “sí” o “no” en el plebiscito, que sería en el mes de octubre. El reto de recibir a los guerrilleros de las Farc de vuelta a la vida civil y de rechazar el uso de la violencia para hacer justicia por mano propia es algo que compete a todos los colombianos.
Por eso, dice De la Calle, “no debemos limitarnos a celebrar el silencio de los fusiles. Lo que realmente importa es que se abren caminos para dejar atrás la violencia y reconstruirnos desde el respeto (...) Hasta el último de los colombianos tiene mucho que aportar”.