Si usted ha participado en algunos de los eventos recientes del Parque Cultural Nocturno, ha estado en uno de los lugares de Medellín que rememora uno de los accidentes más trágicos de la ciudad.
La Plaza Gardel, ese espacio que ha albergado los últimos seis días músicos de varios países y de diferentes géneros, surgió como un homenaje a la memoria de otro artista.
Tan solo habían pasado dos años desde que el aeropuerto Las Playas, hoy Olaya Herrera, había entrado en operación, cuando ocurrió el accidente aéreo: era el 24 de junio de 1935, cuando dos aviones chocaron en la pista, se incendiaron y se llevaron consigo la vida del cantante de tangos Carlos Gardel.
Este hecho, según Sara Chavarriaga, gestora cultural de Airplain, operadora del aeropuerto, puso a Medellín en el plano mundial.
En ese entonces, la ciudad era una villa cuya industrialización la empujaba al futuro. Pero tenía pendientes con la aviación. Es por ello, que según reseña el libro de Néstor Armado Alzate, “La bella Villa”, Gonzalo Mejía y Ricardo Olano, dos empresarios, con la Sociedad de Mejoras Públicas, asumieron la construcción de la terminal aérea.
“Arrendaron en Guayabal un lote y luego tomaron tierras aledañas (...) En noviembre de 1931 comenzaron los trabajos de adecuación y el 5 de julio de 1932, con la ciudad volcada sobre la pista, el Marichú - avión de don Gonzalo Mejía - aterrizó en las Playas sin novedad al frente”, compila el libro.
Llegarían tiempos de gloria y desdicha para la pista: fue una de las más importantes en el país, pero sus instalaciones se quedaron pequeñas ante la demanda.
Solo hasta 1957 se edificó lo que hoy se conoce: una infraestructura moderna, declarada Monumento Nacional en 1995 y que, “desde el 2008, pasó a ser Bien de Interés Cultura”, agrega Chavarriaga.