Ayer, por primera vez en diez años y tres meses, un constructor distinto al Consorcio CCC Ituango (CCCI) estuvo al frente de las obras de Hidroituango. Al megaproyecto aterrizó la empresa colombiana Schrader Camargo para concluir dentro de siete meses los concretos faltantes de las unidades de generación de energía 3 y 4 de la central, que deben operar antes del 30 de noviembre de 2023.
¿Qué recorrido tiene la empresa y en qué grandes obras ha participado? Fue fundada en 1963 en Bogotá y es reconocida como especialista en montajes, sobre todo en el sector petrolero, aunque también ha participado en obras para empresas químicas, metalúrgicas, alimenticias, cementeras y mineras.
Dentro de sus obras con más reconocimiento está la construcción de la segunda fase del yacimiento de Cusiana (Casanare), inicialmente operada por la British Petroleum, y la segunda línea de producción de la planta de Cerro Matoso en Montelíbano, Córdoba.
En 2015 tuvieron que enfrentar una huelga de trabajadores del puerto internacional de carga que se construyó en Barrancabermeja a orillas del río Magdalena. En un reporte de mayo de ese año, el periódico Vanguardia de Santander señaló que los trabajadores de la firma contratista Schrader Camargo se declararon en asamblea permanente exigiendo “justos horarios de trabajo y la reclasificación de sus labores”. Y añadía: “las marchas, mítines, protestas en boca de obra, y anormalidad laboral han mantenido en tensión las inmediaciones del puerto internacional de carga”.
Un episodio similar ocurrió en septiembre pasado en Hidroituango. Los empleados de Schrader Camargo, que en ese momento estaba a cargo de la instalación de los turbogeneradores de la hidroeléctrica, estuvieron en cese de actividades por dos días. Las protestas, al igual que en el puerto, estuvieron centradas en solicitar mejores condiciones salariales y de alojamiento.
El contrato actual para la ejecución de las obras faltantes de las unidades 3 y 4 tuvo un valor de $35.250 millones, según la información cargada en la plataforma Secop II. EPM le dio la autorización de inicio anticipado del contrato a Schrader Camargo a partir del 1 de noviembre.
El plazo de ejecución de las obras es de 210 días calendario, es decir, unos siete meses. Con corte al 30 de octubre, ambas unidades registraban 70,91% y 50,7% de ejecución. El montaje de las dos turbinas con sus diferentes componentes electromecánicos estará a cargo de la empresa General Electric.
Además de la instalación de los turbogeneradores de esa hidroeléctrica, EPM firmó al menos tres contratos más con Schrader Camargo en los últimos dos años, todos para ejecutar tareas en la planta de tratamiento de aguas residuales de Bello.
Su filial Aguas Nacionales suscribió un contrato el 23 de junio de 2020 por $154 millones para realizar el balance de masas y calibración del sistema de control de olores; el 30 de julio de 2020 por $439 millones para el diseño, suministro y construcción de obras civiles en la planta de secado térmico; y el 16 de noviembre de 2021 por $1.396 millones para el diseño, fabricación y puesta en marcha de sistemas y equipos de la planta.
Un aterrizaje cuestionado
Pese a que la empresa goza de reconocimiento en el sector constructivo nacional, su llegada a la hidroeléctrica también ha estado salpicada por múltiples dudas y alertas, sobre todo por ser al mismo tiempo uno de los competidores en la licitación de las obras finales.
Tal como lo contó este diario a mediados de septiembre pasado, la compañía participa en ese proceso junto a la firma china Yellow River, que desde julio empezó a cruzarse una serie de polémicos oficios con EPM que terminaron derivando en cambios en los pliegos de condiciones.
El 12 de julio, por ejemplo, Yellow River le envió una carta a EPM señalando no haber podido encontrar un socio nacional para competir por la hidroeléctrica, argumentando que la experiencia exigida para estos era muy alta.
“Muchas de las firmas locales que exploramos nos indican no tener interés en participar en este proyecto y/o no cumplir con la experiencia solicitada en los pliegos”, consignó la multinacional en aquella carta.
El 26 de agosto, EPM accedió a esa petición y a través de una adenda accedió a rebajar de 94.500 metros cúbicos a 28.350 metros cúbicos la experiencia en portales de túneles, canales, vertederos o puentes.
Además de estos cambios, que caldearon los ánimos entre las otras empresas que también compiten por la megaobra, el aterrizaje de Schrader Camargo volvió a darle vigencia a las múltiples preocupaciones técnicas que desde hace más de dos años han formulado múltiples expertos en ingeniería, que alertaron que en un proyecto siniestrado y tan complejo no era buena idea hacer a un lado al constructor que ya estaba enterado al detalle de los problemas.
En este último frente, una de las recomendaciones más elocuentes quedó plasmada en el informe de la firma Pöyry, que alertó que un cambio de constructor incrementaba el riesgo de perder la trazabilidad de las decisiones tomadas en el proyecto y además impactaría en los tiempos para culminar la obra.
Con el relevo ya consumado, solo el tiempo dirá si el aterrizaje de Schrader Camargo sería el primer paso para la llegada de Yellow River.