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La prostitución se tomó la vida nocturna del parque Lleras

Una hora de sexo puede costar $200.000 o más. Turistas copan la demanda en esta zona rosa.

  • En el Lleras abundan las trabajadoras sexuales en las esquinas y las afueras de los establecimientos comerciales. FOTO camilo suárez
    En el Lleras abundan las trabajadoras sexuales en las esquinas y las afueras de los establecimientos comerciales. FOTO camilo suárez
  • Los extranjeros son los principales clientes de prostitución en el Lleras. FOTO camilo suárez
    Los extranjeros son los principales clientes de prostitución en el Lleras. FOTO camilo suárez
Ahora la prostitución domina vías y esquinas del parque Lleras
27 de septiembre de 2021
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Sobre la recién pintada calle multicolor y ajedrezada del parque Lleras, en la zona rosa de El Poblado, caminan cogidos de la mano un anciano rubio, de acento inglés, y una joven pelinegra y estilizada. A pocos metros, otro extranjero mucho menor mira la escena. Pronto se enfoca en el catálogo andante de mujeres que abundan a lo largo de las aceras y a las afueras de los negocios.

Se acerca a una de ellas y conversan. Tras risas y coqueteos, cogen juntos el camino. La rutina se repite una y otra vez a lo largo de la noche con distintos protagonistas. En este sector, rodeado de discotecas, bares y locales comerciales, se mezclan la música, el bullicio y la prostitución, un fenómeno que viene migrando desde el Centro y que ha crecido de forma considerable en los últimos años.

El tumulto de mujeres, que se organizan por pequeños grupos, deambula principalmente por el parque Lleras y las cuadras a la redonda, sectores en los que, desde hace unos días, la Policía y la Alcaldía de Medellín realizan acciones de control para reducir delitos como el hurto y hacer cumplir el toque de queda a menores de edad: no pueden estar en tres calles y diez carreras de la zona, entre las 7:00 p. m. y las 5:00 a. m., sin compañía de sus padres o representantes legales.

La medida se implementa porque este entorno de prostitución favorece el delito de explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes. Por eso, las trabajadoras sexuales deben enseñar con frecuencia sus documentos de identidad para que las autoridades determinen sus edades. Como la prostitución, en tanto oficio voluntario, no es un delito, quienes comprueben que tienen más de 18 años pueden permanecer en el lugar

Paisas, venezolanas y oriundas de otras regiones de Colombia, como la Costa Caribe y el Eje Cafetero, casi todas en la plena juventud, se pasean en busca de clientes. Ofrecen sus servicios a través de sonrisas, miradas y gestos provocativos que están a la luz de todos ante la casi absoluta ausencia de tapabocas.

Algunas de ellas turnan el oficio entre este sitio en las noches y el Centro de la ciudad en las tardes. Son plazas que tienen en común el oficio, pero con múltiples contradicciones en la forma de ejercerlo y en las ganancias que deja.

Así funciona el negocio

La travesía de Aleja*, una venezolana de 26 años, para llegar aquí hace tres semanas, comenzó en Bogotá seis meses atrás y continuó en Tocaima y Girardot, en Cundinamarca. Es nueva en el denominado oficio más antiguo del mundo y va acompañada de una compatriota y una colombiana.

Las tres se conocieron en tierras rolas poco antes de partir hacia Medellín y encontrar en El Poblado una apetecida comuna. Pronto aprendieron que los miércoles y jueves, de 8:00 p. m. a 2:00 a. m., y los viernes, sábados y domingos, de 8:00 p. m. a 4:00 a. m., son los días más lucrativos.

También, que no son por completo del agrado de las colombianas porque tienen fama de que dañan las plazas cobrando más barato. Y en el Lleras muchas hablan de que existe una especie de pacto para que ninguna tenga tarifas por debajo de los $200.000 la hora. Ya sea en dólares, en pesos o con una transferencia, pueden recibir más de ese monto, aunque no falta quien rompa las reglas y acepte por $100.000. Algunas cobran los 60 minutos a 300 dólares, poco más de un millón de pesos, y otras piden ese monto por toda la noche.

Esa es una de las diferencias con la plaza del Centro, donde una hora de encuentro sexual puede costar $10.000 y donde hay mayores riesgos para ellas por cuenta de vacunas de grupos ilegales o barreras invisibles que impiden ejercer en ciertas zonas.

“A veces somos discriminadas por algunas colombianas, pero no nos ponemos a pelear porque sabemos que ellas son de aquí y que si nos metemos en problemas nosotras somos las que sobramos”, dice Aleja a EL COLOMBIANO durante un recorrido por el sector.

Los pagos no siempre son a cambio de sexo, cuenta Raquel*, una antioqueña de 20 años que lleva pocos meses allí. En ocasiones, los clientes dan estas sumas para conversar, tomarse unos tragos, bailar, ir a un evento o comer. Y, entre risas, Juana* relata que una vez le pagaron la tarifa plena solo por dejarse besar los pies.

En El Poblado es más simple caminar con libertad por las calles y pararse en las esquinas, cuenta Roxana*, de 22 años, proveniente de Sincelejo, quien agrega que muchas trabajan solas y no tienen que darles porcentaje de sus ganancias a otras personas que hagan las veces de proxenetas.

Sin embargo, un funcionario de la Alcaldía de Medellín, que participa de los operativos allí, manifiesta que también hay mujeres víctimas de explotación, que deben entregar parte del dinero que obtienen.

Valery Parra, mujer trans, líder sicosocial y representante del trabajo sexual de Medellín, volvió al Lleras movida por el deseo de interrumpir la rutina de su trabajo como web cam. Ingresó a una agencia que incluyó sus fotos en un catálogo y fijó tarifas por sus servicios, de las cuales a ella le tocaba una tajada. No obstante, se aburrió de la vigilancia permanente de un hombre enviado por la empresa y, ahora, trabaja por su cuenta en las calles del parque o a domicilio en hoteles del sector.

“Estas agencias se encargan mucho de la asesoría de imagen, el peinado, la ropa, el maquillaje, pero uno queda a merced de guardaespaldas”, manifiesta la líder del gremio.

Con agencia o sin ella, en la zona rosa de la comuna 14 la vestimenta de las trabajadoras sexuales es más alejada de la típica usada para la prostitución, aun cuando las prendas sexis siguen siendo premisa.

Principalmente turistas

Además, la mayoría de interesados en los servicios en el parque son foráneos, en especial de Estados Unidos, México, España y Puerto Rico, si bien, también hay de otras naciones de Europa y Asia.

Betty Pedraza, directora de la Corporación Espacios de Mujer, resalta que este fenómeno en el parque se alimenta de la demanda de extranjeros que vienen a buscar sexo, en parte por el imaginario que hay alrededor de las mujeres latinas, entre ellas las paisas.

Con 15 años trabajando como vendedora de artesanías en este parque, Rosa* ha visto bastantes turistas que arriban en busca de sexo: “Muchas veces están detrás de niñas o adolescentes y he visto trabajar a mujeres embarazadas, que son muy apetecidas”.

Cuando se pacta un acuerdo con el cliente, se dirigen a espacios públicos, como discotecas, o a lugares privados, generalmente, los hoteles en los que se hospedan los turistas, aunque hay colombianos entre los clientes de esta área, que pertenecen a estratos socioeconómicos más altos, son universitarios o ejecutivos, anota Parra. Muchas veces pagan también un hospedaje en el sector o se van a apartamentos u otros lugares.

De acuerdo con Pedraza, en medio de estas particularidades persiste la vulnerabilidad en estas mujeres por distintos tipos de violencias a los que están expuestas, lo que se prolifera en entornos de drogas y alcohol. Y ellas lo saben.

Varias coinciden en que tienen precaución con los clientes, con medidas como cobrar por adelantado, llegar a hoteles donde hagan procesos de identificación de los huéspedes y descartar clientes muy borrachos.

“Se me acercó un gringo y me empezó a tocar. Le dije que estábamos en la calle, que si quería fuéramos al hotel y pagara el rato (el tiempo que dura el encuentro sexual). Cuando íbamos en camino, me agarró a las malas y tuve que correr. Como me persiguió, le dije a la policía, que habló con él para que me dejara tranquila”, cuenta una chica de 20 años que acababa de vivir esa experiencia.

El funcionario que participa en los controles describe que parte de la labor que cumplen allí más de 50 uniformados, en articulación con personal de Espacio Público y las secretarías de Seguridad, Movilidad e Inclusión Social, es evitar que estas mujeres sean agredidas de cualquier forma. No obstante, aclara que en otros casos los riesgos son para el turista, pues la prostitución se da en ambientes donde hay delitos como hurtos que, algunas veces incluyen el uso de escopolamina.

Un temor que tienen las prostitutas de la zona es que las estigmaticen y las maltraten por hechos que han cometido unas cuantas y que estarían relacionados con temas como el presunto homicidio del turista Félix José Almánzar Jiménez, quien fue encontrado hace unas semanas muerto en su habitación de hotel.

Una comerciante de la zona agradece que en los últimos días se ha visto mayor presencia de las autoridades, algo que antes ocurría muy poco, por lo que había mayor afluencia de niñas y adolescentes, muchas, víctimas de explotación sexual comercial. De hecho, la semana pasada, la Personería de Medellín alertó sobre la falta de eficacia de las intervenciones y aseguró que encontraron 30 menores de edad incumpliendo la el toque de queda.

El profesional de la Alcaldía que participa en las acciones dice que se han hallado más de 80 niños, niñas y adolescentes desobedeciendo la medida, muchos, víctimas de explotación, por lo cual se llama a sus acudientes o se inicia restablecimiento de derechos.

La presencia de menores de 18 años ha disminuido, aunque aún se ven algunos deambulando por esas calles. Para evitarlo, también se hacen visitas a bares, discotecas, restaurantes y hoteles, con el fin de verificar que cumplan la restricción. De incurrir en una falta podrían tener suspensión de su actividad comercial.

Más allá de la presencia de las autoridades para prevenir delitos, esta zona de Medellín ahora está dominada por la prostitución y se evidencia en la conversión de casi todos los negocios centrales en establecimientos de diversión nocturna. Y parece no haber señales de que el lugar recupere el uso que hasta hace unos cuantos años se le dio.

* Identidades reservadas.

300
dólares o más puede llegar a cobrar una mujer al cliente por una hora en el Lleras.
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