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Pedro Pablo, el hombre que creyó en la lombriz roja

Si algo ha tenido sentido en la vida de este líder antioqueño es la producción ambientalmente sostenible.

  • Pedro Pablo Velásquez lleva más de cuatro décadas trabajando en reciclaje y sostenibilidad ambiental. FOTO Juan Antonio Sánchez Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
    Pedro Pablo Velásquez lleva más de cuatro décadas trabajando en reciclaje y sostenibilidad ambiental. FOTO Juan Antonio Sánchez Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
  • Director Zootecnista de la Universidad Nacional. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
    Director Zootecnista de la Universidad Nacional. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
  • Pedro Pablo Velásquez. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
    Pedro Pablo Velásquez. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
26 de mayo de 2019
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Pedro Pablo Velásquez Montoya está “loco”. Eso decían de él algunos de sus profesores y compañeros en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional al escuchar sus discursos estudiantiles en contra de la “revolución verde” y sus sistemas de producción agropecuaria, incluyendo los agroquímicos e implementada en Colombia a mitad del siglo XX.

Hoy esa revolución se manifiesta en la “dependencia” o “adicción” de tierras y cultivos a los abonos químicos y los pesticidas. “Si no hay químico no hay cosecha”, dicen los campesinos que dan la razón a Pedro Pablo.

Este estaba loco. Pero no de esas locuras que terminan en los hospitales, sino de las que producen cambios de paradigmas.

Revolución verde

Contra la revolución verde, él predicaba sobre un plan de producción sostenible y respetuoso del medio ambiente. Para pueblos y ciudades proponía un gran proyecto de reciclaje de desechos orgánicos familiares e industriales con intervención de la lombriz roja californiana, animal extraordinario, toda una “máquina” de conversión de ese tipo de desechos en abono.

Desde la universidad hablaba de la creación de ciudades verdes, de tecnologías apropiadas, de recuperación de labores olvidadas claves para mejorar la productividad en el campo, sin daños a sus ecosistemas, y otras formas alternativas de manejo de la tierra y la producción animal que le devolverían el campo a los campesinos y los campesinos al campo.

Pero en las décadas de los 70 y 80, cuando más levantó su voz, pocos lo escucharon. Hablaba al oído indiferente de algunos dirigentes locales, que se movían en la ola de los rellenos sanitarios y otras formas de sepultar basuras o concentrarlas a cielo abierto, como sucedió con Moravia, el cerro de las basuras de Medellín.

Director Zootecnista de la Universidad Nacional. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
Director Zootecnista de la Universidad Nacional. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero

Los campesinos, atraídos por la revolución verde, pasaron del arado o el azadón al glifosato y otros fungicidas para eliminar plagas y rastrojos, pero que arrasan la flora, la fauna y sus ciclos biológicos naturales.

Joaquín Vallejo Arbeláez, (q.e.p.d. ) prohombre de Antioquia, ingeniero, economista, diplomático, ministro de Estado, intelectual, escritor, creador del “Plan Vallejo” y grandes empresas, fue uno de los pocos que entendió y encontró sentido a sus propuestas.

Le dedicó varias de sus columnas en EL COLOMBIANO, uno de los periódicos para los que escribía, destacando sus planes de producción ambiental y llamando la atención de las autoridades para que implementaran sus propuestas.

Lo propio hizo Augusto Osorno Gil, exdiputado, excongresista, vocero de paz de Antioquia, en la gobernación de Álvaro Uribe Vélez y también columnista de EL COLOMBIANO, quien se unió al trabajo de Pedro Pablo por unas regiones sostenibles y productivas.

“Pedro construyó su vida como profesional responsable. Hizo ver la forma errada como se conducía la política agropecuaria del país, que arruinó el campo desplazando al campesino tradicional. Otra cosa relevante que no me canso de denunciar fue la estupidez de la ciudad de crear los rellenos sanitarios, cerrando todo paso al reciclaje y la generación de riqueza, como lo advertía Pedro y lo hace el mundo desarrollado desde hace décadas”, dice Osorno Gil.

Con su discurso a África

Cansado de sus prédicas ambientales en el desierto del Aburrá, recogió sus arreos, los empacó en un contenedor y en los primeros años del presente milenio viajó a Malí, África, contactado por un ingeniero alemán, con raíces en Colombia, para que aplicara allí sus teorías.

Cruzó el mar y desembarcó en el continente africano con su carga de lombriz roja californiana, adquirida en el Valle del Cauca, en una granja de la familia Soto Llano, fundadora de Solla, que las había importado desde EE. UU., y sus tecnologías apropiadas, entre otras los planos de un sanitario ambiental, una estufa de aserrín y un arado manual de cuatro puntas afiladas, basado en la ley de la palanca, que universalizó el astrónomo y matemático griego Arquímedes de Siracusa, con su frase: “Dadme un punto de apoyo y moveré la Tierra”.

A Malí también introdujo un proyecto piscícola, perfeccionado con técnicas milenarias chinas; algunos documentos pedagógicos de su plan de reciclaje a pequeña, mediana y gran escala, sustentado filosóficamente en la teoría del sabio, biólogo, químico y economista francés Lavoisier sobre el principio de conservación de la masa: “Nada se crea ni se destruye, todo se transforma” y otros ensayos sobre la construcción de vivienda sostenible y generadora de riqueza individual y colectiva.

“En África comprendí la verdadera pobreza en campos y aldeas arruinadas por centurias de colonialismos y disputas tribales, pero también la enorme apertura mental de la gente por tratar de superarse y, sobre todo, de valorar la experiencia y el conocimiento, local o extranjero”, dice.

Instruyó a numerosas familias en biopreparados y plaguicidas orgánicos, hechos con plantas medicinales para combatir plagas y mejorar cultivos. Impulsó el reciclaje como generador de riquezas; los policultivos, las enmiendas caseras para recuperar tierras degradadas; la piscicultura, los pastos mejorados y de corte, la ganadería en semiestabulación, la domesticación de la lombriz roja californiana, los jardines turísticos, huertas caseras, fruticultura, la purificación del agua, con métodos naturales y las bondades de las gallinas criollas, alimentadas con semillas, forrajes y otros productos alternativos.

“Hice grandes amigos africanos, hombres y mujeres; ancianos venerables, niños y jóvenes, a quienes les enseñé muchas cosas, pero que al final fueron ellos los que me nutrieron y me motivaron para seguir adelante en la tarea de vivir de manera armónica con la naturaleza”.

Uno de ellos fue el zootecnista nativo Draman Ceremé, clave en su vida en el continente de los primeros hombres, quien le traducía del bámbara, lengua local, al francés, que Pedro manejaba.

La misma fuerza poderosa que lo llevó a África lo trajo de vuelta a su Colombia amarga para continuar predicando sobre un sueño ambiental que hoy suma voces y esfuerzos.

Pedro Pablo Velásquez. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
Pedro Pablo Velásquez. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero

Multiplicación de los peces

“Creo que él nació en el siglo equivocado y la sociedad equivocada. Al menos debió llamarse ‘Pedrus Pablus’ para que en este país, que rinde culto a lo extranjero, se hubieran interesado por sus saberes. Se anticipó a muchos proyectos por la defensa ambiental de Medellín y Antioquia; escribió sobre ciudades verdes, barrios verdes y corredores verdes para darles espacio en la ciudad a su fauna y su flora, pero tardamos casi cuatro décadas para entender qué estaba hablando”, dice John Jairo Escobar Henao, magíster en Gobierno Público, catedrático universitario y exsecretario ambiental de Envigado.

Juan Gómez Martínez, exministro de Estado, exgobernador y exalcalde de Medellín, en una de sus correrías por Antioquia lo conoció atrapando sabaletas con una malla para tratar de reproducirlas en una estación piscícola y así repoblar las quebradas y ríos del departamento con esta especie, hoy cada vez más escasa. “Pedro es un científico, no nos podemos dar el lujo de desperdiciar sus conocimientos. Qué bueno que alguna administración le diera entrada en sus programas ambientales”, dice el exministro.

Monseñor Jesús Iván Cadavid Gutiérrez (q.e.d.p), creador a comienzos de la década de los 60 de los Hogares Juveniles Campesinos, una esperanza de vida digna para miles de niños huérfanos, desterrados y desheredados por la violencia en el campo, lo nombró director de la primera granja de producción agroecológica de su fundación, Ascam.

En sus recorridos por las regiones dispensadoras de alimentos agrícolas para Medellín lo ha impresionado la falta de información de los campesinos sobre los peligros del uso errado de los pesticidas. “En casi todas las fincas encuentra uno trabajadores lavando las fumigadoras en las quebradas o en los tanques de agua de sus casas”.

Para superar tal situación propuso al Ministerio de Desarrollo un banco de maquinaria veredal que consistía en fumigadoras Ultralowd Volume (ULV), cargadas con insecticidas biológicos. Sigue esperando respuesta.

En Jardín, su pueblo natal, logró con otros entusiastas ambientalistas de la administración local, montar hace 15 años un sistema de reciclaje de residuos orgánicos, inorgánicos e inservibles. Hoy el proyecto lo maneja las Empresas Públicas de Jardín, a cargo de Jamer Augusto Ortega, quien contactó a Pedro Pablo, para llevar el proyecto a parque agroambiental para que se transformen en riqueza, abonos, empleo y conocimientos todos los productos orgánicos, inorgánicos y otros que genere el pueblo.

En Medellín y Envigado trabaja en un plan de sensibilización con sus autoridades para generar planes de reciclaje y producción de abonos por barrios.

A través de cursos sensibilizando personas y colectivos en la importancia y manejo de la lombricultura, las tecnologías apropiadas, jardinería, fruticultura, huertas caseras, programas ambientales, visitas a escuelas, trata de generar conciencia ciudadana frente al reciclaje y la protección ambiental de todo ecosistema y sus especies. Se proyecta con fuerza en las nuevas generaciones, “porque el planeta está hoy más amenazado que nunca y todos podemos hacer algo para tratar de frenar su degradación”, dice.

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