Ana María Tobón se reecontró por primera vez ayer con el predio que tuvo que abandonar hace ocho años. Entre la maleza y las ruinas, la joven, de 26 años, reconoció la piscina de lo que fue el complejo residencial Space. También recordó los momentos de alegría y desconsuelo que vivió con su familia en el apartamento 915 de la torre 2.
Su primera visita al sitio no la hizo sola. Vestidos de blanco, su papá Javier Henao y su mamá Ana María Tobón la acompañaron. Otro puñado de afectados, a quienes se les ha vuelto costumbre conmemorar cada año una tragedia que no envejece, también caminaron por ese predio vacío que es de todos y de nadie.
Todo comenzó el 12 de octubre de 2013 a las 8:20 de la noche, cuando el desplome de la torre 6 del edificio se llevó 12 vidas a su paso. Un año después, debido a las fallas estructurales que se diagnosticaron en el lugar, vino su implosión total. A las 9:00 de la mañana del 23 de septiembre de 2014, 200 apartamentos se fueron al piso en 25 milésimas de segundo.
Igual de rápido no desaparecieron las angustias que vinieron después del hecho. No en vano cada año uno que otro propietario termina por visitar el predio que alguna vez fue su casa. Lograr una certificación de Notariado y Registro, que permita poner el predio en venta, está entre los pendientes de este caso, además de las deudas por impuestos y créditos de gran parte de los afectados.
Recordar lo que pasó
Ese 12 de octubre, Ana María estaba en su apartamento con su familia. Entonces, los Henao Tobón creyeron que era un terremoto el que sacudía los suelos de su hogar. La noticia, sin embargo, fue que la fase 6 de su unidad residencial, la cual contaba con apartamentos de hasta 350 millones de pesos, se había desplomado en el exclusivo sector de El Poblado.
Cuando Ana María se percató de lo que ocurría, solo pudo pensar en la muerte. Y eso que no estaba tan cerca de la emergencia, dice Cristina Ríos, otra de las afectadas. Ella, propietaria del 606 de la torre 5, tuvo que ver cómo las paredes de su apartamento se resquebrajaron, mientras que la puerta cedió y le impidió salir.
Una llamada las consoló a ambas: la joven contactó a un amigo, para indicarle dónde estaba en caso de que la tragedia escalara; la segunda, sin lograr salir de su apartamento, llamó a su hermana, quien guió a las autoridades de rescate hasta el cuarto de lavado, donde tuvo que refugiarse.
Esa noche de horror no ha quedado atrás, aunque lleguen algunos alivios como el del pasado 6 de agosto, cuando el Concejo aprobó un acuerdo que exime a los evacuados del lugar de pagar el predial hasta diciembre de 2023, un respiro a la tragedia de más de 150 familias. Los Henao Tobón, por ejemplo, deben más de 20 millones por ese rubro.
¿Volver a la vida?
Con este panorama, el pedido de los Henao Tobón y de quienes recorrieron ayer las ruinas de Space es que el predio por el que han tenido que pagar impuestos sin ser habitado pueda venderse, para que parte del patrimonio que allí invirtieron no se pierda en su totalidad.
Así lo expresó Cristina, quien aclaró que lo que piden en este momento es que la administración les ayude a tramitar el registro del lote, proceso que se ha extendido varios años y ha congelado cualquier oportunidad para vender. Ese proceso, según Javier, no es descabellado.
A su juicio, el lote se mantiene en óptimas condiciones y, como lo han diagnosticado las autoridades locales, es urbanizable. Además, sacarlo del desuso evitaría que el sector se vea afectado por la inseguridad, complementó Javier Pérez, morador de la urbanización Altos de El Poblado, hasta donde los ladrones han llegado mediante el predio vecino.
Respecto a esta situación, Carlos Mario Montoya, secretario de Gestión y Control Territorial de Medellín, precisó que aunque se ha avanzado en la formulación de propuestas para saber qué hacer con el lote, un hecho ha generado dificultades: este, tras la emergencia, terminó en varias manos.
Además de constructores, antiguos propietarios y la Alcaldía de Medellín recibieron parte del terreno en medio de los procesos de compensación (ver Radiografía). Ello, en cuanto al pedido de venta, es problemático. “El lote es una sola masa sobre la que hay decidir. No se puede dividir en pedazos, según el número de propietarios”, afirmó el funcionario.
También dijo que en el momento son dos las propuestas técnicas que hay sobre la mesa para una posible compra por parte del Municipio. “Pero todavía no nos podemos comprometer, porque hay que buscar los recursos para hacerle frente a una posible compra”.
Javier, custodiado por su hija Ana María, dice que, aunque los daños y perjuicios morales han sido mayores, eso es lo que requieren: “Que nos registren el predio y que nos ayuden a vender”. Ese paso, según ellos, les permitirá, por lo menos, dejar de visitar cada año el predio donde, pese al pasar de los días, la tragedia parece no envejecer