Como si se tratara de un partido de tenis, un puñado de entidades locales se tiran la pelota desde agosto pasado para definir quién debe hacerse cargo de una escombrera ubicada en los bajos del Puente de la Madre Laura.
El Área Metropolitana del Valle de Aburrá, la Secretaría de Medio Ambiente, la Secretaría de Seguridad y hasta Emvarias vienen sacándole el cuerpo al problema, argumentando cada uno que el asunto no les compete.
Mientras el botadero se mantiene sin doliente, los transeúntes del sector están preocupados por los riesgos que los escombros están representando para el río Medellín, que no solo podría ver obstruido su cauce parcialmente, sino arrastrar aguas abajo esa gran cantidad de basura.
Oídos sordos
Isabel Cristina Ocampo, una de las transeúntes del lugar, explica que todo comenzó en agosto pasado, cuando un día, mientras pasaba en su carro, se percató que los bajos de ese importante puente se habían convertido en un auténtico basurero.
Pese a ser transitado por miles de vehículos y peatones todos los días, además de estar ubicado a escasos metros de un alto edificio de apartamentos (unidad residencial La Herradura), la ciudadana quiso levantar su voz de protesta y llamar la atención de la comunidad y las autoridades.
Tras realizar un trabajo de campo durante la mañana del pasado 22 de noviembre, un equipo periodístico de EL COLOMBIANO pudo constatar que en la zona, localizada en el costado oriental de ese intercambio vial, logran verse todo tipo de desechos desperdigados y gallinazos merodeando.
Para acabar de ajustar, en varias vías de acceso cercanas al puente también logran observarse varios puntos críticos de acumulación de basura, invadiendo los antejardines y andenes a plena luz del día.
A raíz del claro riesgo ambiental y de salud pública que implica el panorama, Ocampo alertó a través de un oficio al Área Metropolitana del Valle de Aburrá (Amva), sin imaginarse que quedaría atrapada en una montaña de papeles.
Zona sin doliente
Tal como puede leerse en los documentos, la primera comunicación fue radicada por Ocampo ante el Amva el 8 de agosto, pero tan solo un día después esa autoridad ambiental le dio traslado a la Alcaldía de Medellín argumentando que su labor nada tenía que ver con ese problema.
“Esta entidad se permite manifestar que dentro de las funciones otorgadas (...) no se encuentra la atención de estos asuntos”, quedó consignado en su respuesta, en el que esa dependencia le dio traslado a la Alcaldía y dejó el “chicharrón” en manos de la Secretaría de Infraestructura y la Subsecretaría de Gobierno Local de Medellín (que hace parte de la Secretaría de Seguridad).
Según se percató luego Ocampo, el traslado del Área Metropolitana solo sería radicado más de una semana después, el 17 de agosto, quedando el “chicharrón” en manos de Emvarias, la empresa del grupo EPM encargada del servicio de aseo.
“Una vez se analizó el documento se identificó que el Municipio de Medellín no es el competente para conocer y por tanto no puede brindar una respuesta de fondo”, agregó esa dependencia en su respuesta.
Tras el portazo de la Alcaldía, Ocampo tuvo que esperar hasta el 29 de agosto para recibir la respuesta de Emvarias, que en una argumentación por lo menos curiosa señaló que, aunque dentro de sus competencias sí está la limpieza de áreas públicas, su trabajo no tenía que ver con controlar el vertimiento de los residuos.
Bajo esa visión, Emvarias también se hizo a un lado y devolvió otra vez el problema a la Alcaldía y a la Policía.
“Enviamos copia a la Policía Nacional para que actúe en tema de control y aplicación del Código de Policía y Secretaría de Medio Ambiente para que evalúe según sus competencias acciones a tomar”, expresó la entidad.
Pasados más de tres meses, en medio de ese laberinto de traslados y respuestas, Ocampo denuncia que el botadero sigue sin ningún control, por lo que decidió acudir a la Personería pidiendo respuestas por la inacción de los funcionarios que ya están enterados del problema desde agosto.
Tal como pudo constatar este diario durante su recorrido, todo parece indicar que mientras el “chicharrón” sigue pasando de escritorio en escritorio, la basura continúa ganando más espacio. ¿Quién responderá?