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Tal como lo había anticipado hace tres años, a la ‘tractomula humana’ se le acabó la gasolina y tuvo que parar. Al dueño de este apodo, Rubén Darío Gómez, que ganó su apelativo por ser capaz de subir cada día entre 16 y 20 veces durante 36 años las escalas de la piedra de El Peñol con una carga de 60 kilos o más al hombro, le llegó la hora de jubilarse porque el cuerpo ya no resiste más y porque, además, una garrucha lo reemplazó en su labor.
“Ya tengo que dejar ese trabajo, los huesos no me dan y si sigo cargando de pronto quedo en silla de ruedas”, había dicho en un reportaje publicado en EL COLOMBIANO (junio 19 de 2019) en el que se dio a conocer por primera vez su historia. Ayer lo confirmó en una entrevista en La W. Dijo que se estaba rebuscando la vida en otras cosas, pero que tampoco le ha ido bien.
En la pandemia, los dueños de la piedra construyeron una polea para subir las cargas y su trabajo ya no fue necesario. Lo mandaron para su casa sin nada, pues nunca pagó ni le pagaron pensión y nunca hubo un contrato de por medio que lo vinculara con la empresa de la piedra, que es el principal atractivo turístico del Oriente antioqueño.
Tiene esposa, un hijo, una suegra y un tío por los que debe responder. Se nota su desesperación y dice que luchará por una indemnización ahora que la ‘carrocería’ no aguantó más e hizo stop.
“Yo subía bultos de mango o de sandía de 90 kilos, un bulto de cemento (50 kilos) era suave, para mí no pesaba nada”, contó en reportaje publicado en este medio.
Los dolores los había empezado a sentir hace ocho años, y ya que tiene 59 siente que no da más, que sus fuerzas se agotaron y que de la ‘tractomula’, luego de tantos esfuerzos, si acaso queda un pichirilo, como se les dice en Colombia a los carros más pequeños y viejos.
El cuerpo ya le había pasado cuenta de cobro. A finales de 2018, tras una jornada de trabajo, empezó a vomitar sangre. Se fue a la casa y de allí fue trasladado al hospital, donde estuvo 4 meses recluido. Los médicos le dijeron que parara si no quería sufrir algo peor. Y aunque lo intentó unos años más, el ‘motor’ llegó a su final. Y don Rubén quedó a la deriva.
Toda una hazaña
Las cifras dicen que la piedra de El Peñol, conocida y admirada en todo el país y en el exterior, mide unos 200 metros y tiene 740 escalas que se utilizan para llegar a la punta, donde es tan ancha que hay negocios, como casetas y cafetería. En su relato, la ‘tractomula humana’ contó que la trepaba en promedio entre 16 y 20 veces al día. Es decir, tomando como referencia las 16 veces, subía 11.840 escalones. Al suponer que laboraba cinco días por semana, en un año equivalen a 2’960.000 escalas y en 36 años a 106’560.000. No hay cuerpo que aguante, y más si en cada viaje lleva una carga al hombro.
Tomando el promedio por cargas de 60 kilos, don Rubén subió al monolito, en 36 años, el equivalente 8 millones 640 mil kilos.
Hecha semejante hazaña, no consiguió ni para hacerse a una casa propia, que ha sido su sueño para descansar tranquilo y dejarles algo a sus familiares más queridos.
“¡Ah gotas de sudor que dejado derramadas en esa piedra!”, dijo cuando aún le quedaban alientos. Sonreía con un dejo de timidez, pero el orgullo se asomaba en su rostro y sus mejillas coloradas, muy típica de los orientales.
Recuerda la primera vez que lo contrataron. Lo hizo el primer dueño de la piedra, Luis Villegas, ya fallecido. “Me dijo: mijito, ¿me va a ayudar a subir unos viajecitos?, es que no hay quién me los suba”. Y ese día se ganó el puesto para siempre, un siempre que ya llegó a su fin, porque el ‘motor’ ya no arranca.
Periodista egresado de UPB con especialización en literatura Universidad de Medellín. El paisaje alucinante, poesía. Premios de Periodismo Siemens y Colprensa, y Rey de España colectivos. Especialidad, crónicas.