En un segundo intento, un canadiense buscaba la manera de entrar al aeropuerto José María Córdova de Rionegro. Horas antes había perdido su vuelo y los policías en la entrada se negaban a dejarlo pasar. “Yo no quiero problemas, solo quiero volar para ver a mi abuela que está muy enferma”, les decía.
El extranjero, según los uniformados, estaba ebrio. Le recomendaron reposar y volver luego a conseguir otro tiquete. Él lloró. Los presentes fueron testigos de su angustia, al igual que la de otros ciudadanos internacionales, viendo cómo el reloj de arena se agotaba para encontrar la manera de salir del país antes de la medianoche de mañana, la hora cero que decretó el presidente Iván Duque para la suspensión, por 30 días, de los vuelos internacionales.
“Hablamos en otra oportunidad”, nos respondían algunos viajeros cuando les preguntamos por su situación. No querían hablar porque cada minuto era valioso en ese desfile entre las ventanillas de las aerolíneas para ver si hallaban el pasaje de vuelta a casa.
A un vidrio de distancia
Desde el pasado 19 de marzo, la concesionaria Airplan tomó la decisión de restringir el ingreso al aeropuerto, que solo quedó habilitado por la puerta cuatro del segundo piso para pasajeros, empleados y autoridades aeroportuarias. Por eso Christie Aucamp tuvo que despedirse de su suegra colombiana a través de un vidrio, antes de abordar el vuelo que la llevó de regreso a Australia.
Tres semanas estuvo en Antioquia. Llegó con la intención de aprender español, conocer el país y, en medio del viaje, cancelaron su ceremonia de grado en Sídney, por lo cual había decidido pasar otras semanas en Latinoamérica. En medio de las vacaciones recibió la llamada de sus padres, quienes preocupados le dijeron que lo mejor era que saliera de Colombia.
“Fue cuestión de una semana y media para que todo cambiara. En el pueblo donde estaba decretaron toque de queda y la gente, al vernos extranjeros, nos veían con miedo, como si portáramos el virus”, relató.
Ella logró devolverse sin problema pero antes de abordar el avión nos contó que varios conocidos suyos, en sitios donde se hospedó en Antioquia, le expresaron que tenían dificultades para conseguir vuelos antes del domingo. Tampoco sabían, anotó, si era mejor quedarse o irse del país.
La Terminal
A Marco Brusorio no le parece muy buena idea regresar a su patria, Italia. Llegó de Milán hace tres meses y el tiquete de regreso estaba fechado para el 7 de abril. En dos semanas todos sus planes se derrumbaron. Cuando el covid-19 aterrizó en Colombia, él buscó el consulado pero no obtuvo respuesta para saber qué hacer.
En la agencia de Air Europe cambió la fecha de su tiquete, lo adelantó para el 30 de marzo, pero horas después del trámite escuchó por televisión la decisión presidencial de suspender los vuelos internacionales. “Tengo ese pasaje, que ya no podré usar, y no he conseguido otro para volver a cualquier país europeo este fin de semana. Me dicen que trate de ir a Bogotá y conseguirlo allá”.
Marco teme volver a Italia, pues su país ya casi alcanza los 50.000 contagios y superó las 4.000 muertes. Piensa que, por ahora, el panorama pinta mejor en Colombia. Sin embargo, sin poder trabajar y sin dinero para mantenerse mucho tiempo, piensa en quedarse en el aeropuerto hasta encontrar una solución. “Me va a tocar quedarme viviendo en esta terminal hasta hallar una salida, a Medellín no puedo ir porque estarán en cuarentena y eso me limita”, dijo.
Una situación parecida vive Juan Carlos Rosales, quien llegó de Ciudad de México el pasado 15 de marzo sin imaginar que en cinco días, hasta ayer, lo que era un paseo iba a convertirse en un suplicio. El tiquete más barato para regresar cuesta dos millones de pesos. No le alcanza.
“Al salir de México no me advirtieron nada y la cosa no estaba tan grave como ahora. El consulado me dice que debo tratar de resolverlo, porque las medidas pueden ponerme en aprietos con las autoridades y me pueden deportar. Pero tal vez eso es lo que quiero, aunque me sancionen por años, porque no veo otra manera de regresar a mi país”, se lamentó.
Marco, para bajarle tensión a su situación, comparó lo que le está pasando con la película protagonizada por Tom Hanks, La Terminal, y dice que su vida en el aeropuerto de Rionegro, como pinta esta crisis, podría servir para escribir un guión de la segunda parte de la cinta.