Con un ramo de flores blancas en la mano, Carolina Rivas miró las cinco velas encendidas y los nombres escritos en cada uno de ellos. Sus ojos se centraron en el cirio marcado con el nombre de Luis Eduardo Rivas y una sonrisa se dibujó: no era su padre, pero sí un símbolo de su existencia y de una vida que se sacrificó en cumplimiento del deber.
Sola, y saltándose el protocolo que indicaba que las flores debían ir junto a una placa conmemorativa, la joven dejó su ofrenda junto a la vela de su padre.
Carolina no lo conoció. Su mamá supo que estaba embarazada algunas semanas después de quedar viuda. “Conservo todos los recuerdos de él a partir de lo que me han contado en la familia y lo que he aprendido en la academia, en los que he tenido acercamientos al conflicto de la ciudad. Encontré una forma diferente de construir memoria”, dijo la estudiante de Sicología.
Modelo de resiliencia
Beatriz Buitrago habla de su esposo con lágrimas en los ojos. En la mañana del 4 de julio de 1989 Luis Eduardo salió en moto para escoltar al entonces gobernador de Antioquia Antonio Roldán, hasta un consejo de seguridad.
En el camino un carro cargado con dinamita explotó y ellos, junto con otras tres personas, murieron instantáneamente.
Beatriz recibió una llamada minutos después anunciando que algo malo había pasado. Dejó a su hijo Cristian Rivas —que apenas tenía 4 años— en la guardería y luego salió hasta la sede de inteligencia de la Policía (F2), donde se enteró de lo que había sucedido.
“Mi mamá fue una heroína. Ella también murió ese día, pero renació para nosotros. Sacó adelante a tres hijos sola, y esa es la mejor muestra de resiliencia de la ciudad”, aseguró Cristian, quien hoy tiene 34 años.
Aunque estaba muy pequeño cuando su padre fue asesinado, Cristian recuerda que en las tardes solía ayudarle. “Él era un apasionado por las motos y yo jugaba mientras él reparaba o alistaba la suya”, precisó.
Beatriz, en efecto, se encargó de sacar adelante a sus hijos. Luego de dar a luz a Carolina se empleó en el área de servicios generales de la Alcaldía de Medellín, de donde se jubiló en 2014. Con su trabajo y ahorros logró conseguir una casa para sus tres muchachos que hoy son profesionales.
Hablar sana
La foto publicada por EL COLOMBIANO en la edición del 5 de julio de 1989 da muestra del horror que se vivió en el barrio Velódromo.
Sobre la calle 47 (hoy 47D) quedaron los hierros retorcidos de la camioneta Chevrolet Luv cargada con explosivos. A su lado, también casi en cenizas, el carro del exconcejal Rodrigo Garcés Montoya.
Al otro lado de la calle quedaron los restos del carro del gobernador Roldán y la moto en la que se movilizaba Luis Eduardo con su compañero, Luis Fernando Rivera.
Dos transeúntes, Rigoberto Hernández y Jesús Alberto Moreno, también murieron en el sitio. El primero era empleado del tren metropolitano y el segundo, estudiante.
“Las historias de estas personas, estos héroes, no se conocían. Hoy estamos dejando de hablar de los alias y les estamos dando luz a los héroes, con nombre propio”, dijo el secretario Privado de Medellín, Manuel Villa.
El funcionario aseguró que hasta ahora las familias de las víctimas habían vivido en una especie de oscuridad. “Hoy Medellín se une para decir que es más que violencia. Que es más gente como Beatriz y su familia”, precisó.
Y ellos así lo sienten también pues por primera vez se valora públicamente el sacrificio de Luis Eduardo. “En 30 años es la primera vez que vemos homenajes como estos. Y eso ayuda a reconciliarse con la historia, a valorar más lo que tenemos”, declaró luego el joven.
Investigaciones a medias
Al hablar de justicia, Beatriz se queda sin palabras. En esa época, dice, su cabeza estaba más ocupada intentando sacar adelante a sus hijos.
En los registros del Consejo de Estado reposa un fallo publicado en julio del año 2000, en el que se condena a seis personas por este caso.
Los condenados a penas de entre 15 y 23 años de cárcel por los delitos de homicidio con fines terroristas, concierto para delinquir y daño en bien ajeno, fueron: Antonio José García Cano, Luis Carlos Ferrer Higuita, Héctor Iván Vargas Giraldo, Fabio Eduard Gómez Arango, Francisco Javier Barrera Galeano y Carlos Mario Zapata Muñoz.
La Fiscalía había vinculado a la investigación al extinto capo del cartel de Cali, José Santacruz Londoño, pero resultó absuelto.
Desde 1993 el ente investigador sostuvo, con base en las declaraciones de tres testigos protegidos, que el carrobomba iba dirigido contra el comandante de la Policía Antioquia, el coronel Valdemar Franklin Quintero, quien fue asesinado dos meses después a escasos 750 metros de donde murió Roldán.
Beatriz deja de mirar a sus hijos por un segundo, mientras recibe la vela con el nombre de su esposo. Luego suspira, sonríe y murmura:
“Mire, lo importante de todo esto es que la ciudad conozca la historia y el dolor que produjo, para que nadie tenga que vivirlo” .
6
personas murieron en el atentado terrorista del 4 de julio de 1989 en Medellín.