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Lleva 76 años abriendo cada día sus puertas y la Repostería & Panadería La Viña, ubicada en el Centro de Medellín, sigue cautivando con los aromas y sabores de sus productos a sus visitantes, evocando felices recuerdos de otras épocas.
Este establecimiento, localizado en el bullicioso cruce de Junín con Pichincha, todavía hoy es un paso obligado para quien en medio de la urbe desea degustar un rico producto de panadería o conseguir materias primas para preparaciones de repostería y, cómo no, los tradicionales adornos de azúcar para los bizcochos.
Un negocio de familia
La Panadería y Repostería La Viña —fundada en 1945— es un referente de ciudad en materia gastronómica, como bien lo reseña el periodista gastronómico Lorenzo Villegas, al nombrar algunos de sus productos como sus hojaldrados, sus moros, sus tortas envinadas y decoradas (que hoy siguen presentes en matrimonios y cumpleaños) o sus reconocidos pasteles encarcelados.
El negocio ha sido testigo de la transformación que ha tenido la capital antioqueña y en especial su Centro.
Doris Betancur, una de las administradoras de La Viña e hija del actual dueño, Jorge Betancur, recuerda que el negocio comenzó en una de las casas que tenía el edificio Rosita, en el cruce de la carrera Junín con la calle Pichincha en sus primeros pisos. “La Viña fue primero de Juan Ruiz y después la compró la familia Mesa. Mi mamá, Elba Cadavid, trabajaba con los Mesa como cajera”, recordó Betancur.
Doris también rememoró que, en los 50, sus padres se casaron y se fueron a vivir a Barranquilla, ya que don Jorge era el representante de una marca de ropa con tiendas diseminadas por la costa Caribe colombiana, a las que debía visitar regularmente.
Para 1967, el señor Mesa murió en un accidente automovilístico en Llanogrande, por lo que su viuda decidió venderle el negocio al matrimonio Betancur Cadavid, hecho que sucedió luego de que don Jorge lograra, con algo de suerte, un crédito bancario. La pareja y sus tres hijos volvieron a Medellín ese mismo año para trabajar en La Viña.
Con los Betancur Cadavid, la repostería adquirió ese ambiente familiar y de servicio por el que sigue siendo tan recordada. Sin embargo la clave de su éxito también se dio por la visión que tuvieron sus propietarios al referenciar el negocio como sitio obligado para uno de los públicos más exigentes de la ciudad.
“Aparte de los productos de repostería, también vendían enlatados y los licores, que eran vinos dulces o aperitivos. La gente (sobre todo la élite de Prado Centro) iba a comprar cosas que en otros establecimientos no se conseguían. Esto le daba un toque de exclusividad a La Viña”, recordó el escritor y periodista Reinaldo Spitaletta.
Otro aspecto que jugó en favor de La Viña en esa época fue su estratégica ubicación, ya que en ese entonces la esquina de la plazuela Uribe Uribe era referente cultural y comercial que se consolidó como el punto de encuentro de amigos, parejas y familias para “tardear” y socializar, por lo que los clientes llegaban allí para disfrutar de sus encuentros atraídos por los ricos olores. “Tengo clientas que me cuentan que en La Viña conocieron a sus esposos, o que el bizcocho de su matrimonio era nuestro. Incluso hoy en día hay gente que me pregunta por los importados que ya no se venden. El recuerdo sigue vigente”, agregó Doris.
Tiempos amargos
La historia de La Viña no ha sido dulce del todo, hubo momentos oscuros en los que casi se apagan los hornos para siempre, como en los 80 y 90 cuando la violencia puso de rodillas a Medellín.
Sin embargo, La Viña se supo adaptar a los cambios de su público y comenzó a enfocarse —ante la salida de ese grupo de clientes que los buscaba para artículos importados— en fortalecer su repostería y panadería.
“La Viña se adaptó y eso permitió que siguiera sobreviviendo en un espacio que fue cambiando de visitantes, porque yo creo que la gente del Poblado no va al Centro”, agregó Spitaletta.
Sobre el futuro del local en el Centro, Doris indica que este se mantendrá hasta que las circunstancias lo permitan. De hecho se busca que este se vuelva referente de nuevos proyectos como cursos de repostería y chocolatería. Además se planea la ampliación de la zona de cafetería teniendo en cuenta que la gente está volviendo a “juniniar”.
Ante esto, Spitaletta pide que más allá de las intervenciones físicas, la alcaldía haga una inversión social y cultural para incentivar estos espacios referentes. “Esto mismo pasa en ciudades europeas o latinas como Buenos Aires con su Café Tortoni o Montevideo con la Confitería Carrera”, agregó Spitaletta.
Para Villegas, La Viña debería ser sitio obligatorio de paso de propios y extraños porque por sus puertas ha cruzado la felicidad y alegría de los paladares paisas.