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Alumbrado navideño en Medellín, un rito que nació con los pinos gigantes de La Playa

Desde los 50 se instalan árboles y figuras de todos los colores en las vías principales para vivir diciembre.

  • Un grupo de niños disfruta las luces en el parque de Bolívar en 1973. FOTO ARCHIVO EL COLOMBIANO
    Un grupo de niños disfruta las luces en el parque de Bolívar en 1973. FOTO ARCHIVO EL COLOMBIANO
  • Los alumbrados del edificio Miguel de Aguinaga en 1980. FOTO ARCHIVO EL COLOMBIANO
    Los alumbrados del edificio Miguel de Aguinaga en 1980. FOTO ARCHIVO EL COLOMBIANO
13 de diciembre de 2022
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“Con todo esmero han sido decorados tres grandes pinos para ser colocados en la avenida La Playa y el cerro Nutibara. Esta iniciativa se propone con el fin de dar a este sector ornamental de la ciudad un aspecto clásico de Navidad y buen gusto. Los pinos han sido plantados en manchas plateadas y rojas e irán colocados en el cruce con Junín, o sea, donde se inician los prados de La Playa. Las ramas tendrán bombillas de todos los colores y la clásica corona con cintas rojas, además de pérgolas”. Página 18 de este diario del viernes 14 de diciembre de 1951.

Aunque esta villa de Nuestra Señora de La Candelaria ya tenía alumbrado público desde el 7 de julio de 1898, cuando la gente se arremolinó en el parque de Bolívar para ver el encendido de las primeras luces, tuvo que pasar medio siglo más para que diciembre, el mes de carnaval en estas tierras, tuviera su propio sello.

Esos primeros pinos decorados que se instalaron en La Playa, donados por las familias más pudientes que trajeron modas de los países donde caía nieve mientras nacía el Niño, se estrenaron en los 50 cuando la decoración navideña corría por cuenta de las cuadras que unían guirnaldas y cordones de papel brillante entre planchas y balcones, convirtiendo las barriadas en túneles de luces sin fin. La Navidad siempre será evocar esos días de diciembre en los que todo eran colores. Entonces nació EPM, por allá en 1955, y lo que era un impulso vital en los barrios de todos los estratos empezó su camino a convertirse en una tradición de luces, muñecos y figuras. Por eso canta Alcolirykoz que Medallo es un pesebre, los santos son más grandes que las casas de los pobres.

Los alumbrados del edificio Miguel de Aguinaga en 1980. FOTO<b> ARCHIVO EL COLOMBIANO</b>
Los alumbrados del edificio Miguel de Aguinaga en 1980. FOTO ARCHIVO EL COLOMBIANO

Cuenta la historia que ese año se instalaron las primeras lámparas navideñas que con foquitos de colores iluminaban las calles más tradicionales del Centro. Los caminantes de la época recuerdan esperar con ansias las seis de la tarde para recorrer La Playa y sentir el espíritu festivo de la época por esa avenida, desde siempre la columna vertebral del alumbrado decembrino.

EPM asumió en propiedad el diseño, la construcción y el montaje de las luces en 1967, que desde entonces son el aguinaldo para la ciudad. Cómo olvidar las procesiones en los corredores del río Medellín para ver, entre el bullicio y las nubes de humo de fritanga, las gigantes figuras de todos los tipos y colores. Ballenas gigantes saltaban hasta la medianoche en pleno puente de Guayaquil.

Ni qué decir del apagón de 1992, cuando el racionamiento obligó a hacer de tripas corazón y a punta de ingenio y creatividad se sustituyeron los bombillos por cuanto adorno se imaginaron los creadores del alumbrado. Año a año, con mucha pompa, el alumbrado se convirtió en el mayor atractivo turístico para propios y extraños en el fin de año.

Escribía Tomás Carrasquilla, en Dimitas Arias, que la Navidad era la fiesta por excelencia de los hogares antioqueños, aquella que, con su idílica sencillez y santa poesía, obliga a la familia a congregarse, atrae a los miembros ausentes, hace pagar el tributo de lágrimas a los muertos queridos y cultiva los afectos más puros del corazón. Decía también que ni en la casa más pobre de estas montañas deja de celebrarse porque en el fogón donde no se hace la nochebuena se revuelca el diablo.

Bien podría decirse que así como no se puede concebir a Antioquia sin la Navidad, no podría existir Medellín sin su alumbrado decembrino. El uno nació para el otro. En los gozos de la novena se puede cantar: ven Navidad nuestra por quien suspiramos.

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