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Hidroituango se forjó con sangre de héroes

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01 de mayo de 2016
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Infográfico
Hidroituango se forjó con sangre de héroes

Edificar la central hidroeléctrica más grande del país ha implicado desviar un río madre, remover cantidades colosales de roca, desafiar un territorio de dominio histórico de la guerrilla en Antioquia y llorar las muertes de 33 hombres que se han sacrificado para que ese sueño sea realidad.

“Él nos llamaba a veces en las noches, y hablaba pasito, nos decía que la situación estaba pesada, pero no daba detalles”, cuenta Patricia Téllez, tía del soldado profesional Gerson Díaz Velasco.

El joven de 23 años, nacido en Barbosa (Santander), amaba su trabajo en las Fuerzas Militares. Su protección se la encomendaba al arcángel Miguel, comandante del Ejército de Dios, según la tradición católica, y quien lo protegió en una tarde aciaga del 21 de enero de 2012.

Aquel día, mientras patrullaban en el sector Buenavista, de San Andrés de Cuerquia, estalló una mina quiebrapatas. Hubo dos heridos y murió el soldado regular Juan Camilo Pérez Montoya, quien en la formación iba justo delante de Gerson. “Cuando eso ocurrió, le dijimos que se saliera, pero a él le gustaba mucho eso”, recuerda Patricia.

(Vea en imágenes: 33 vidas por Ituango)

Sacrificios

Según los registros de la Cuarta Brigada, entre 2010 y lo corrido de este año, han muerto 33 uniformados y 55 más quedaron heridos en el área de jurisdicción de la obra. Esto implica que, en promedio, cada 22 días ha sido agredido un militar, y que cada dos meses ha muerto uno.

La mayoría de víctimas fatales cayeron en el municipio de Briceño (15), seguido de San Andrés de Cuerquia (10) y Valdivia (4).

Uno de los episodios más brutales ocurrió el 01/8/11 en el sector Buenavista de San Andrés de Cuerquia, cuando una mina antipersonal aniquiló a tres soldados profesionales: Gustavo Úsuga Carvajal, Yilmar Mosquera Palacios y Jairo Hernando Madrigal.

La mina terrestre es la primera causa de muerte (11 casos), la segunda es el combate directo con el frente 36 de las Farc (10 hechos), como el tiroteo en el cual fallecieron los soldados campesinos Hernán Serna Piedrahíta y Jonathan Nohava Mazo, en el sector La Tolda, de Valdivia (01/11/11).

Otros métodos empleados por la insurgencia son más abominables, y entre ellos se cuenta el caballo bomba que explotó el 08/8/12 a un costado de la vía en las Partidas de San Miguel, San Andrés de Cuerquia, y dejó heridos al cabo primero Fabián Fontalvo Ochoa y al soldado profesional Óscar Quintero Quintero.

Las acciones guerrilleras involucraron en una oportunidad a los civiles, narra el teniente Jonathan Vecino Castro, comandante de bases militares en Hidroituango. A las 7:00 a.m. del 17/8/14, una escuadra subversiva bajó de la montaña y “tomó de rehenes a los celadores de la portería El Bombillo, aquí dentro del proyecto, para que no dieran aviso de lo que iba a ocurrir. A los pocos minutos, otro grupo emboscó una patrulla que teníamos en el Puente Pescadero, de Ituango”, precisa el oficial. Esa mañana mataron al soldado campesino Franklin Ospina Cañas y al cabo tercero Luis Rueda Galvis.

El pasado diciembre, cuando estaba entregando el cargo y hacía el balance de su gestión, el saliente comandante de la Cuarta Brigada, general Néstor Róbinson Vallejo, le dijo a este diario que Hidroituango fue su mayor desafío: “nos costó hombres asesinados y mutilados, pero el proyecto pudo continuar desde que EPM nos vio como un aliado estratégico y trabajamos de la mano en los planes de desarrollo social y de seguridad (...). No se puede hablar solo en términos financieros, sobre lo que representa la inversión, sino el capital humano y sacrificio de los soldados”.

Añadió en ese entonces que las Farc “habían amenazado el proyecto diciendo que no dejarían desviar el río”, pero a punta de sudor y lágrimas, de obreros y militares, esa proeza se logró el 17/2/14.

El honor

Tanto peligro no dejaba dormir tranquilo al labriego José Antonio García Correa, pues uno de sus 10 hijos había elegido portar el camuflado. William García Rincón dejó la huerta de papa y arveja, en su natal Tota, Boyacá, y a sus 24 años llegó a convertirse en uno de los soldados profesionales que protegían el área de la represa.

“Por la televisión decían que era una zona roja, porque allá antes no entraba el Ejército, y había mucho combate y minas enterradas, que ese monte era terrible. Él no nos contaba nada a nosotros, porque le daba timidez”, dice José.

Su hijo William y los compañeros, en efecto, debían enfrentar un riesgo tan grande como la obra misma. Eso le quedó claro al teniente Vecino, cuando hace seis meses asumió la comandancia de las dos bases militares que protegen a Hidroituango.

En la sede de la Séptima División, en Medellín, sus jefes le explicaron qué era eso, pues él, que venía de combatir el terrorismo en la lejana Caquetá, no tenía idea. “Me asignaron una misión de seguridad de la población y del proyecto, y de defensa de la tropa. Es un gran honor, porque esta es la mayor innovación y va a traer muchos beneficios al país”, manifiesta Vecino.

También le indicaron cuáles serían sus principales enemigos: la segunda comisión de finanzas del frente 36 de las Farc, al mando de alias “Román”; la segunda comisión de orden público del frente 18, liderada por “Marino” o “la Vaca”; y la banda “los Urabeños”.

Los efectos de este último grupo no son menores. El 02/12/15 en la vereda La Vélez, de Briceño, sus integrantes mataron a bala al soldado regular David Meza Mazo.

Y en enero de 2016 quisieron extorsionar a un contratista del proyecto, según Daniel Moreno, jefe de Seguridad de EPM. Los delincuentes le pidieron el 10 % del valor del contrato a la compañía que construía la vía entre Puerto Valdivia y la hidroeléctrica; para reforzar su amedrentamiento, amenazaron a los conductores de unas volquetas y dispararon a las llantas.

Al llegar al terreno, Vecino asumió el comando de dos pelotones y las bases del sector Capitanes (Briceño) y San Juan de Rodas (Ituango), que funcionan cada una en un búnker enclavado en la montaña.

Estas fortalezas fueron financiadas y construidas por EPM, siguiendo especificaciones militares, y se entregaron en 2015. Cada una es de dos pisos, con 100 metros cuadrados, muros de concreto de 20 centímetros de espesor y torres de vigilancia para hacer frente a las amenazas, tal cual lo constató el equipo periodístico de EL COLOMBIANO que visitó la región.

Esta presencia ha sido de vital importancia para el crecimiento de Hidroituango, que ya llegó a un 50 % de progreso de obra. “El aporte de los soldados es fundamental, gran parte de nuestro avance se soporta en la seguridad que la Fuerza Pública ha implantado en la zona”, agradece Moreno.

Varios trabajadores consultados en el lugar, de los cerca de 8.000 que allí laboran, coincidieron en que en este momento ninguno es víctima de amenaza ni extorsión.

Sin tiempo para un adiós

El último día de su vida, William llamó a la casa de Tota, a las 9:00 a.m. del 23 de mayo de 2013. Preguntó por su padre, pero él estaba arando la huerta. “Dígale a mi papá que le vuelvo a marcar a las seis, porque tengo que contarle algo importante”, le advirtió el soldado a su madre.

A las 3:00 p.m. su pelotón recorría las cumbres de la vereda Buenavista, en Briceño, cuando un diluvio de balas cayó sobre el grupo. La emboscada del frente 36 tomó a la tropa por sorpresa y le causó el peor daño registrado hasta hoy.

Pocos minutos después, este radiograma llegó al sistema de comunicaciones de la Cuarta Brigada: “Permítome informar a ese comando que el pelotón Boyacá 1, orgánico del Batallón Bigir y agregado operacionalmente al Bajes, sufre combate en coordenadas 07°02’21’’ – 75°39’15’’. Dejando como resultado tres muertos y tres heridos. Fe en la causa”.

José bajaba del campo hacia la finca a las 6:00 p.m., pensando en aquello tan importante que iba a decirle su muchacho, cuando vibró el celular. “Me habló una señora del batallón Girardot, me preguntó cosas de William, me dijo que lamentablemente hubo un combate. Casi suelto ese celular, ¡mi hijo muerto! Me iba a desmayar, pero unos vecinos me cogieron y me dieron agua. A él lo mandaron a la boca del lobo”.

También sonó el teléfono en Barbosa, Santander, confirmando que entre las víctimas de esa calamidad estaba Gerson. “Murió sin conocer a su hijo, porque la novia apenas tenía siete meses de embarazo. Ahí quedaron sus planes de comprar apartamento y casarse allá en Antioquia”, narra la tía Patricia.

Tres días más tarde llegó uno de los féretros a Tota. “Para la manera en que venía mi hijo, eso tuvo que haber sido horrible”, sentencia José, quien todavía se pregunta cuál era el secreto que William se llevó a la tumba. “¿De pronto estaría aburrido? ¿O me iba a contar que el trabajo estaba muy bravo?”.

Y a los dos meses nació el primogénito de Gerson. Lo bautizaron Miguel Ángel, como había deseado el papá, en honor al arcángel que comanda las tropas del cielo.

Cuando en diciembre de 2018 se ilumine el primer bombillo en Yarumal, gracias a la hidroeléctrica, el niño tendrá cinco años y verá ese progreso del que tanto les hablaron a los soldados. Sabrá entonces que Hidroituango, el proyecto energético más grande de Colombia, se forjó con sangre de héroes.

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