Desde el pasado lunes, la Corporación Amigos Museo Casa de la Memoria dejó de existir, lo que podría afectar los recursos del museo que originó su nombre.
El Museo Casa de la Memoria (MCM) fue creado en 2006 gracias a una iniciativa del Programa de Atención de Víctimas de la Alcaldía de Medellín. El objetivo era generar un espacio abierto y plural para reparar a las víctimas del conflicto armado colombiano y reflexionar sobre la historia de “las diversas violencias de Medellín, Antioquia y del país”.
Lucía González, exdirectora del MCM, recuerda que cuando ella llegó a liderar el proyecto, el museo no estaba en el Plan de Desarrollo y fue “una lucha muy difícil porque hubo que hacer muchas gestiones para que entre la Secretaría de Cultura y Secretaría de Gobierno le dieran el apoyo necesario”.
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A raíz de estas dificultades, las personas que tomaron las riendas del museo pensaron que su financiación no podía quedar únicamente en manos del Estado, que tiene la responsabilidad de apoyar y liderar los procesos de memoria histórica, pero ese apoyo depende en gran medida de los gobiernos de turno.
Pensaron, incluso, que el museo podría ser una entidad mixta, que incluyera al sector privado, pero luego se descartó la idea porque también debían garantizar que el espacio fuera público y les perteneciera a todos los ciudadanos de Medellín.
Finalmente, optaron por crear una organización sin ánimo de lucro cuya misión fuera garantizar la financiación de los proyectos del MCM mediante la interlocución con el sector privado. “Nos interesaba que hubiera una entidad adicional que consiguiera recursos, y para eso invitamos a empresas que vivieron el conflicto armado y a instituciones que eran partícipes directas de la construcción de memoria”, explica González.
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La llamaron Corporación Amigos Museo Casa de la Memoria e inicialmente estuvo conformada por Isagen, Mineros S.A., Ecopetrol, las universidades Eafit y de Antioquia, Corporación Región y el Instituto Popular de Capacitación (IPC).
Según González, “la corporación es una figura que ayuda a extender la misión del museo, a gestionar recursos, aliados, otras miradas, y estábamos muy contentos porque eso le servía de apoyo al gobierno nacional en su difícil tarea de hacer memoria”.
La exdirectora del MCM aclara que las corporaciones de amigos existen en muchos museos del mundo, como el Nacional de Colombia y el del Banco de la República.
Sin embargo, cuando llegó la actual directora, Adriana Valderrama, decidió que la Corporación Amigos no tenía nada que ver con el Museo Casa de la Memoria y les pidió que cambiaran su nombre.
Eso fue el 24 de mayo de 2016, en una reunión que sostuvo Valderrama con la representante legal de la corporación.
Ese día, la dirección del MCM les pidió que cambiaran su nombre, “toda vez que (la corporación) realizaba actividades a nombre del Museo Casa de la Memoria y esta, como entidad pública, no hace parte de la misma y no tiene permitido desde sus estatutos y competencias pertenecer a entidades privadas”.
La directora dijo que los recursos que gestionó la corporación hasta diciembre de 2015, por valor de 255 millones de pesos, nunca fueron recibidos por el Museo Casa de la Memoria, y que el museo “no se ocupó de su ejecución en ningún porcentaje ni solicitó rendición de cuentas sobre ellos”.
Entonces, ¿qué pasó con el dinero? De los 255 millones recogidos, casi 37 millones fueron destinados a los gastos de funcionamiento de la corporación y al evento Territorios de Paz. El resto del dinero fue devuelto a las empresas que lo donaron, porque “una fundación de amigos no es para gestionar recursos, sino para hacer amigos, para hacer aliados”, dice Lucía.
Además, Valderrama solicitó a la corporación que dejaran de gestionar dinero a nombre del Museo Casa de la Memoria y que modificaran la dirección registrada en el Certificado de Existencia y Representación legal, que corresponde a la misma dirección del museo, al lado del Parque Bicentenario de Medellín.
Cuando la Corporación Amigos del Museo Casa de la Memoria escuchó estas solicitudes decidió liquidar la organización, pues la entidad “no era una fundación para hacer otro tipo de actividades, sino única y exclusivamente para ayudar en la gestión del museo”, dice González.
En un comunicado, Valderrama reiteró los argumentos que dio el año pasado y aseguró que por su naturaleza pública descentralizada, el museo “es objeto de direccionamiento y financiación del Municipio de Medellín, al tiempo que para su operación estipula la gestión de recursos o alianzas para fortalecerse y ser sostenible en el tiempo”.
Así pues, según Valderrama, el aporte de la Corporación Amigos Museo Casa de la Memoria se limitó al apoyo en la realización del evento Territorios de Paz, que se desarrolló entre el 27 y el 29 de noviembre de 2015.
La actual directora del MCM asegura que el museo está comprometido con la ampliación y diversificación de los nexos sociales y está dispuesto a recibir donaciones y establecer alianzas. Sin embargo, para los miembros de la disuelta corporación, Valderrama quiere trabajar sola.
“Adriana Valderrama dice que no le interesa la corporación, que no necesita que le ayuden. Ella no valora la interlocución o la extensión de la corresponsabilidad. Es un desprecio a organizaciones de muy alto nivel”, dice González.