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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Una lista no es una lista
  • Una lista no es una lista
Edición del mes | PUBLICADO EL 15 diciembre 2024

Una lista no es una lista

Leer implica crear notas, apuntes de lectura. Aquí presentamos algunas claves para navegar la lista, sin olvidar las ausencias.

Por Daniela Gómez Saldarriaga

Una lista no es una lista sino un termómetro, un síntoma, un azar, una probabilidad, una encuesta y una omisión. Pero nos gustan porque también son una oportunidad para conversar sobre lo que queda adentro y lo que está por fuera, que no deja de existir ni pierde valor por el hecho de no haber sido incluido. Para aprovechar este ejercicio estadístico y discursivo, van algunas claves para leer con mayor atención e interpretar lo que queda dicho, aunque no esté listado.

La novela, la reina
No es sorpresa que la novela se lleve el lugar de honor en el ranking de géneros. La razón de por qué los lectores la prefieren no es fácil de explicar, pero ya es una realidad con la que conviven escritores, editores y libreros. En la selección final solo entró un libro de cuentos, Sofoco de Laura Ortiz Gómez. A la poesía, acostumbrada al prestigio pero a pocos lectores, le va mucho mejor con la presencia de Andrea Cote entre los 10 primeros puestos, y de María Paz Guerrero y Piedad Bonnett (reina y señora de esta lista, quien la encabeza pero con un libro de prosa). No sobra decirlo: poetas mujeres.
Mujeres y hombres, casi a la par
La paridad no es rotunda, pero lejos están los tiempos en que las escritoras debían protestar por su total ausencia de las listas. Doce libros escritos por mujeres hacen parte de la selección final de veintiséis. Más allá de la discusión sobre la llamada “literatura femenina”, se trata acá de una presencia numérica que es consecuencia de su protagonismo actual en el mercado, ganado gracias a la calidad de las obras, la insistencia de las editoriales y algunos gestos de parte del Estado para darle a las escritoras el lugar que se merecen. Uno de los últimos ejercicios al respecto fue la Biblioteca de escritoras colombianas, coordinada por Pilar Quintana, cuarto lugar de esta lista con su novela La perra.

Los infantiles, olvidados de siempre
La buena noticia es que algunos de los consultados incluyeron títulos infantiles en su selección, pero no hubo reincidencias de opinión que los posicionaran en la lista. ¿Dice esto algo sobre la calidad de los libros para niños que se hacen en Colombia? Teniendo en cuenta que en los últimos años cuatro editoriales del país han recibido importantes reconocimientos por parte de la feria más grande y prestigiosa del sector del libro infantil, la de Bolonia, Italia, —se trata de Babel, Tragaluz y Cataplum, como mejores proyectos editoriales de centro y Suramérica, y Rey Naranjo, por su libro La chica de polvo—, es muy posible que la omisión tenga que ver con el poco valor que históricamente se le ha otorgado a la literatura infantil. Es una lástima que todavía exista ese sesgo que impide valorar las obras que se publican, volverlas tema de discusión y abrir así las puertas a que los primeros lectores tengan más oportunidades de encontrarse con buenos libros hechos en el país y escritos por autores colombianos.
No solo de letras vive el lector
Quizá buena parte de la dificultad para valorar los libros infantiles tenga que ver con el papel que juega la imagen y la imposibilidad de separarla del texto para hacer una valoración independiente. Quizás. Por eso sorprende que a la lista haya logrado llegar el libro del ilustrador Daniel Liévano, La gravedad y otras sustancias. En palabras de sus editores, se trata de una serie de “contemplaciones ilustradas” en las que el autor explora la narrativa de diversos sentimientos en un formato que a veces recurre a las viñetas y siempre hace uso de la imagen y el texto. Desde su publicación, fue un libro que se popularizó gracias a los lectores, que se ocuparon de recomendarlo y convertirlo en un long-seller.

A propósito, entre las cosas más importantes que le sucedieron a “las tiras cómicas o historietas gráficas” en este último cuarto de siglo en Colombia, fue haber sido valoradas a la par del resto de la producción bibliográfica nacional, gracias a una demanda presentada contra la Ley del Libro de 1993, que las excluía. La reforma permitió que a partir de 2013 también estos libros estuvieran exentos de impuestos. Desde entonces la producción ha aumentado, así que pronto tendríamos que ver más de estos libros en las listas. El de Daniel no fue el único postulado, así que el momento se acerca.

Editoriales independientes
Cinco editoriales independientes colombianas hacen parte de la lista: Laguna, Angosta, Himpar, CasaTinta y Frailejón, con un total de siete libros. Esta presencia, aunque tímida, es un gran logro en medio del dispar mercado colombiano, claramente dominado por los dos grupos que tienen a su cargo a casi la totalidad de los sellos editoriales que aparecen en la lista. Incluso más interesante que su presencia nominal, son los libros que la justifican, pues se trata de proyectos configurados gracias a la investigación, el riesgo y la paciencia que puede traer consigo la independencia. Sin duda, el caso de Memoria por correspondencia es excepcional al tratarse de un libro de cartas, escrito por una pintora y cuya publicación se da de manera póstuma. La ópera prima de Lorena Salazar Masso revela a una editorial con ojo para descubrir lo nuevo. Himpar reedita el libro de poemas Dios también es una perra, antes publicado por otra pequeñísima editorial bogotana, Cajón de sastre, para darle mayor impulso a la obra de María Paz Guerrero. Casatinta descolla con un libro particularísimo y Frailejón reedita a una poeta de su casa, dando cuenta de su pulido gusto en poesía.
Narrar el dolor
Dos libros de esta lista tratan de memorias personales atravesadas por el duelo y aluden, además, a temas que nunca dejarán de ser urgentes: El olvido que seremos, a los efectos íntimos y familiares de la pérdida de un ser querido como consecuencia del conflicto armado; en el caso de Lo que no tiene nombre, queda sobre la mesa la problemática de la salud mental en Colombia. Los eventos multitudinarios alrededor de ambos libros confirman algo que es bien sabido: millones de colombianos viven con retos semejantes y la literatura es una buena manera de acompañarse en esa travesía.

No fueron, sin embargo, los únicos libros relacionados con el relato autobiográfico o la narrativa del yo que lograron hacer parte de la lista. También están Vivir para contarla de Gabriel García Márquez, Memoria por correspondencia de Emma Reyes y Primera persona de Margarita García Robayo. Juntos forman un grupo bastante ecléctico, que igual podría llevarnos a concluir acerca de la predilección de los lectores por los libros confesionales y la capacidad que tienen de impactar y seguir conmoviendo, sin importar el paso del tiempo.

Dos autores con obras completas
Otro gesto a favor de la poesía fue encontrar entre los títulos postulados dos obras reunidas de grandes poetas colombianos: Fervor de tierra de Andrea Cote y La pupila incesante de Rómulo Bustos. ¿Quiénes, si no los poetas, podrían darse el lujo de ganarse el amor y la lealtad de los lectores por toda su obra?
Los libros son lugares para la memoria
Entre los libros que fueron sugeridos, algunos sobresalen porque hablan de un país que no teníamos hace 25 años. Se trata de ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, el informe publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica como parte de la tarea por coleccionar las diferentes versiones alrededor del conflicto armado, dándonos así un nuevo marco en el que pensar los desafíos tras el acuerdo de paz. También Cuando los pájaros no cantaban. Historias del conflicto armado en Colombia, el volumen testimonial del informe final publicado por la Comisión de la Verdad. Estos ejercicios de memoria no hubieran sido posibles si el país no hubiera atravesado las transformaciones políticas que llegaron con el cambio de siglo. En forma de libros, habitan ahora en muchas bibliotecas para ser visitados una y otra vez por lectores de todas las edades. Ambos pueden ser consultados y descargados desde la web.
Más allá de la ficción
La no ficción narrativa y periodística apenas se asoma en esta lista gobernada por la prosa y la ficción (cabe mencionar que, aunque el género las equipare, las obras acá incluidas se mueven en un espectro temático bastante amplio). La crónica hace una aparición tímida con Los escogidos de Patricia Nieto, un libro que explora los efectos sociales de la desaparición forzada. En ensayo, está Delirio americano de Carlos Granés, dedicado a relatar y rearmar la escena de las vanguardias artísticas del siglo XX en América Latina. Muchas editoriales en la región están dándole cabida al ensayo en sus catálogos, podría ser que la ola termine por llegar a Colombia. Falta que hace.
Solito
Si hablamos de géneros impopulares, la dramaturgia sin duda se lleva el primer lugar. Solo uno de los consultados propuso un libro de este género, Labio de liebre de Fabio Rubiano, que por supuesto no clasificó en la lista final. En este caso podríamos decir que no se trata únicamente de una percepción distorsionada por parte de los lectores sino de una oferta muy escasa. La editorial de la Universidad Francisco José de Caldas es posiblemente la única que tiene una colección tan activa, con más de 60 títulos publicados. Vende cada obra en formato plaquette por un precio mínimo. Valdría la pena encontrarla en cada librería.

Coda
¿Los libreros leen los mismos libros? ¿Los editores prefieren a los mismos autores? ¿Los críticos aman a los mismos escritores? Es difícil no verse tentado a jugar esta adivinanza de reincidencias. Para hacer esta afirmación necesitaríamos una muestra mucho más amplia y más que un Excel, pero es una duda justa que nos lleva a otra pregunta: ¿cómo nos enteramos de los libros que finalmente leemos? Observando de manera irresponsable la tendencia que sí se esboza en los resultados de esta encuesta (los libreros tienden a compartir gustos con los otros libreros, los editores con los editores y así), dan ganas de que existan más listas de libros, todas las semanas, quizá solo como una excusa para conversar.

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