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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Ya que estoy sola, puedo cuidarme a mí misma
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Críticos | PUBLICADO EL 09 septiembre 2024

Ya que estoy sola, puedo cuidarme a mí misma

Blackbird, blackberry de Elene Naveriani

Que una mujer sea valiosa para la sociedad y su entorno si se ha casado, tiene hijos y cuida de su hogar parece una idea obsoleta, anticuada, pero, por más absurdo que parezca, en nuestro presente sigue estando en la mente de muchos y quizá, más sorprendente aun, en la mente de muchas. Ese es el conflicto que nos plantea esta película georgiana de la directora Elene Naveriani, en la que el pudor de las viejas chismosas del pueblo es contrarrestado por las imágenes del despertar erótico de Etero, la protagonista, una mujer de 48 años que aún es virgen, que ha negado el placer y ha escondido su deseo por causa de la opresión machista de su padre y su hermano. Etero atiende una tienda de detergentes y productos de aseo en una pequeña aldea, todos la conocen y hablan de ella a causa de su vida solitaria y frugal. Llama la atención que sean las mismas mujeres quienes señalen, con algo de burla, su estilo de vida, y su aspecto físico, pero Etero tiene claro que, aunque sus parientes ejercieron una presión sobre su libertad, su soltería es una decisión; en una ocasión responde que, si el matrimonio y las vergas trajeran la felicidad, muchas mujeres serían felices, pero basta con mirar alrededor y preguntarse ¿quién es feliz aquí? Etero vive un romance con uno de los distribuidores de productos de su negocio, un hombre casado que incluso es abuelo, ella lo sabe, pero no hay moralismo alguno que le impida vivir este encuentro apasionante y amoroso, cuando el hombre le propone irse juntos y dejarlo todo Etero le deja en claro su punto de vista. Encontramos un personaje que resiste a la presión del entorno y nos lleva a reflexionar que la mirada masculina no sólo la encarnan los hombres, también la expresan las mujeres que ven a las otras como sus competencias y objeto de críticas si se atreven a desafiar las convenciones del sistema patriarcal. Esto nos recuerda que el machismo es una conducta arraigada en la cultura, que es un modo de pensamiento sistemático y dañino, que está presente en todos los sistemas que han organizado nuestra vida. Pese a lo valiente que es el personaje, queda un sinsabor al final, pues pareciera que su descubrimiento del placer trajera consigo un castigo, un escarmiento.

Lo que sucede en esa remota aldea de la hace eco en nuestras propias cotidianidades latinoamericanas, genera conexión no solo por la historia minimalista y el personaje complejo que nos presentan y crecen en profundidad, sino también por cuenta de la forma fílmica en la que los cuerpos no hegemónicos se exponen hasta la desnudez. El realismo de la puesta en escena se nutre de las imaginaciones de Etero, las cuales resultan ser el reflejo de su conciencia, una conciencia social opresora que ella sabe bien vencer.

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