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Críticos | PUBLICADO EL 07 agosto 2022

Sátántangó

Sátántangó, o Tango satánico, de László Krasznahorkai;

Andrea Mejía

“Sin Kafka, yo no existiría”, dijo una vez László Krasznahorkai; y es verdad, es la primera influencia que se siente, la única clara, aunque de manera menos directa, pero irrefutable, está también presente Beckett en su obra, y de manera aún más indirecta, Dostoievski y quizá Faulkner. Si logras que estas sean tus influencias, puedes estar seguro de que lo que escribirás será valioso, será importante. Aunque muchos lo hayan intentado, no es fácil encontrar a un escritor que en verdad haya conseguido venir de Kafka.

Krasznahorkai nació y creció en Gyula, una pequeña ciudad húngara cercana a Rumania. Sátántangó, o Tango satánico, como tradujeron al castellano, es su primer libro. Lo escribió, según cuenta, en su cabeza, cuando era vigilante nocturno en una granja. Cuidaba vacas. Tuvo muchos trabajos así. Cuando ya tenía suficientes páginas en la mente, las ponía por escrito. No tenía escritorio, no tenía computador, no tenía diccionarios. No quería ser escritor, no quería publicar el libro que brotaba de manera tan extraña. Ahora es escritor, no pudo evitarlo, pero sigue escribiendo así, sin escribir, y después de un tiempo, cuando tiene algo, se sienta a escribir las páginas compuestas mentalmente. Su fuente, además de la realidad que lo rodea, además de un Kafka íntimamente asimilado, de situaciones que parecieran venir de los sueños, es la biblia. Al menos en Sátántangó esa fuente es clara. Luego vendrán otras: China y Japón, Asia deslumbrante.

Llegué a la novela por Bela Tarr, el director húngaro que hizo en el cine algo que nadie hará nunca y que nadie había hecho antes. Tarr se interesó inmediatamente por la primera novela de Kraznahorkai, y la tradujo a su lenguaje en una película que dura un poco más de siete horas, y es una obra de arte. Trabajaron después juntos en varias películas de Tarr, incluidas Las armonías de Werkmeister, basada en la segunda parte de Melancolía de la resistencia, y la también hermosísima Damnation. Finalmente, como un regalo para curar a su amigo, enfermo del alma, Krasznahorkai escribe el guion de El caballo de Turín, una película sobrecogedora que a lo mejor hace innecesarias todas las películas del mundo.

En Tango satánico, una pequeña comunidad languidece en una explotación abandonada, fallida, hundida en el barro y barrida por el viento y la lluvia. La idea que inmediatamente se comunica al lector es que la existencia es una prisión estrecha, estática, sin salida, sin esperanza. Es una situación muy de Beckett. La idea es también que por eso necesitamos profetas, consuelo, esperanza. Necesitamos que nos digan qué hacer, hacia dónde ir. Maestros, religiones, teorías revolucionarias: ese desamparo lo explica todo.

A la explotación llega entonces Irimiás, un tipo carismático que daban por muerto. Pero Irimiás es un falso profeta, sin visiones, y un falso mesías, sin amor. Desde una perspectiva filosófica o teórica, este es un libro de la ausencia de redención y de la ausencia de esperanza. Pero para quien lo lee, toda la esperanza está en el lenguaje, que es lo que me interesa verdaderamente de esta novela.

Con una estructura asombrosa, que explica un poco la estructura de la película de Tarr, en la novela de Krasznahorkai la circularidad del tiempo, la repetición, y la idea de que quien escribe un libro está dentro del libro, o de que un libro se escribe solo, desde algún lugar dentro del libro mismo, más que temas tratados, se convierten en parte esencial de la prosa.

En una época en la que hay tantas cosas tan regulares, no podemos sino agradecer algo grande, una fuente real, por la originalidad de sus visiones, el magnetismo de sus descripciones, por la belleza de su prosa. Krasznahorkai no es un escritor de frases cortas. “Solo Dios debería poner puntos”, dice. Las frases cortas, ¡y es verdad! son artificiales. Así que él escribe, como Proust, llevado por un ritmo interior, por un sentido musical del lenguaje.

Deseo que Krasznahorkai los deslumbre y los rapte.

*Escritora y filósofa. Autora de los libros de cuentos La naturaleza seguía propagándose en la oscuridad (Tusquets, 2018) y Quietud (La navaja suiza editores, 2022) y la novela La carretera será un final terrible (Tusquets, 2020)

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