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El Cambio

Generación es la revista cultural de EL COLOMBIANO. El cambio es el tema de este mes, el hilo conductor para celebrar que regresamos renovados.

  • Oración antigua
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Críticos | PUBLICADO EL 01 febrero 2022

Oración antigua

Andrea Mejía Pérez

Reconozco, entre otros, estos dos movimientos en la poesía: un poema suele entregar algo inesperado, nunca antes visto, pensado, o soñado, una gran sorpresa, el sueño de otro, una visión o una imagen venida de no sabemos dónde. Ese es el primer movimiento. El segundo es la restitución de algo, algo nos es confiado de nuevo, nos es devuelto. Algo muy cercano y familiar que habíamos perdido. Es el caso de este poema del poeta coreano Lee Moon-jae, que estuvo de visita a la Feria del Libro de Bogotá. No lo elijo porque sea un poema extraordinario, o inquietante, tampoco porque Lee Moon-jae sea un poeta que conozca bien o que admire. Simplemente este poema llegó a mí, y lo retuve entre las pocas cosas que leo, buscando siempre el silencio por encima de la saturación de palabras y de ruido. Puede ser una buena idea recomendar un poema en vez de un libro. Cada día creo más en esto: más valen pocas palabras bien leídas, que muchísimas palabras perdidas. Este es el poema que comparto con ustedes, y estos son los pensamientos sencillos que lleva consigo:

Oración antigua

Tan solo con cerrar los ojos en silencio

estamos rezando.

Tan solo con cubrirnos la mano derecha con la izquierda

tan solo con poner las manos juntas sobre el corazón

tan solo con llamar a alguien por su nombre sin decir nada

tan solo con detenernos cuando el sol se pone

tan solo con recordar la primavera en el lugar donde han caído las flores

estamos rezando.

Tan solo con masticar los alimentos repetidas veces

tan solo con mantener una vela encendida

tan solo con escuchar el viento que sopla en el bosque de pinos

tan solo con mirar a los ojos a un recién nacido

tan solo con caminar sin subirnos a un coche.

Tan solo con unir las islas con los ojos

tan solo con mirar el lado oscuro de la luna menguante

estamos rezando.

Tan solo con imaginar el origen de un río anochecido que casi llega al mar

tan solo con observar la cabeza de una estrella fugaz

tan solo con aceptar que nunca estamos solos

tan solo con reconocer la simple verdad

de que la muerte siempre está acompañada de la vida

estamos rezando

tan solo con respirar despacio

levantando la cabeza hacia el cielo.

Muchos poemas son en sí mismos un pequeño evento espiritual. En varios sentidos. Bien sea porque guardan los movimientos de lo que a veces llamamos “espíritu”, las emociones más turbias y cristalinas de la mente humana, remolinos tormentosos interiores o momentos de quietud y de visión que encuentran un espejo en el mundo exterior visible, bien sea, como este, porque son una relación con algo que es uno, la naturaleza que a pesar de la devastación sigue fluyendo en su unidad, y porque son la expresión de un sentimiento de emoción por estar vivos, de un asombro que detiene un poco el tiempo, que cava un espacio de contemplación, para ver una vela encendida, un pedazo de pan, la luz en los ojos de un niño. Son un acto de celebración y de adoración a la vida. Este es un poema de restitución y gratitud, es en verdad una oración antigua, y basta con leerlo para hacer de nuevo las paces con el mundo.

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