x
language COL arrow_drop_down
Generación — Edición El Cambio
Cerrar
Generación

Revista Generación

Edición
EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Antifiesta
  • Antifiesta
Críticos | PUBLICADO EL 20 marzo 2025

Antifiesta

Valeria Mira

En lo que va del año, el mundo me ha parecido una fiesta maluca. La música suena mal, el piso está pegajoso, los baños sucios, hay unos borrachos insoportables y yo no puedo tomar porque estoy en un tratamiento con antibióticos. Es una fiesta llena de “bros” ─criptobros, techbros, financebros, psychobros─, unos señores feos, riquísimos, embriagados de poder y siempre puestos de cocaína: se regalan motosierras, levantan el brazo derecho para celebrar, muestran videos creados con inteligencia artificial en los que se imaginan los lugares que hoy están devastados por la guerra convertidos en lujosos resorts como los que acostumbran visitar. Ellos son la enfermedad de la que trato de curarme. La razón por la que no puedo entregarme a la salida fácil de la borrachera colectiva.

Son arrogantes, mezquinos y vanidosos. Bailan mal y siempre están hablando de negocios: el que hace carros eléctricos finge ser amigo del loco que controla los yacimientos de litio, el nerd se ve un poco aburrido, sabe que tiene que estar ahí si quiere seguir siendo rico y aguanta con estoicismo ─se leyó un librito sobre eso antes de venir─. El promotor inmobiliario le da regalos caros al militar que está invadiendo esa franja de tierra cerca al Mediterráneo que él sueña convertir en la nueva Riviera. Todos le dan palmadas en la espalda al crack que está denunciado por intentar hacer un golpe de estado en un país tropical en el que quieren hacer negocios. Se ríen duro porque saben que nadie se atreve a tocarlos, que los jueces tienen precio y que no hay nada que ellos no puedan comprar. Piden cada vez más trago, más drogas y suben fotos a sus redes sociales para que el mundo vea lo cool que son. Para que más personas quieran parecerse a ellos.

Lo peor es que no me puedo ir. Todo pasa en mi casa y cada vez llega más gente: hordas que no se emborrachan con poder sino con la fantasía de tenerlo. Dicen que el pobre es pobre porque quiere, que van a invertir en criptomonedas, que el cambio climático no existe, que el motor que mueve al mundo es el interés individual: “todos tenemos las mismas 24 horas”, “si lo quieres, lo puedes lograr”. Viven pegados a sus teléfonos, sueñan con ser ricos ─con entrar al VIP en el que están los “bros” ─ son esclavos de unos trabajos que odian, que no les dan ninguna satisfacción y que solo les sirven para pagar las deudas de sus tarjetas de crédito. Creen que son felices, pero solo están borrachos. Esta antifiesta ocurre en el cruce entre la amoralidad capitalista y el miedo generalizado. Ante la obscenidad no me queda otra alternativa que querer diferenciarme y, a lo mejor, esa sea la única virtud de esta pesadilla: que me da unas ganas terribles de hacer una fiesta buena de verdad ─con música en vivo, comida deliciosa, luces de colores y bailes cósmicos─ de invitar a todo el mundo y de demostrar que, aunque la antifiesta siga, todavía existe la belleza.

Revista Generación

© 2024. Revista Generación. Todos los Derechos Reservados.
Diseñado por EL COLOMBIANO