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En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Mahmoud Darwish, la poesía sobre y contra el exilio
  • Mahmoud Darwish, la poesía sobre y contra el exilio
Etcétera | PUBLICADO EL 24 octubre 2023

Mahmoud Darwish, la poesía sobre y contra el exilio

La poesía ayuda a entender la complejidad del drama humano vivido por judíos y palestinos. En esta nota, el poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio traza un perfil intelectual de Darwish.

Harold Alvarado Tenorio

Mahmoud Darwish (محمود درويش) (Al-Birwa, 1941-2008), cuyos vehementes poemas sobre el exilio de los palestinos y la dolorosa situación de la vida de los humanos le convirtieron en otro de los memorables escritores del siglo XX, murió en un hospital de Houston, luego de varias complicaciones, durante una cirugía de corazón abierto. Considerado el Poeta Nacional, Palestina fue para él alegoría de la destrucción del Edén y de la zozobra y desconsuelo que producen la desposesión y el exilio. Un hombre de letras que “incarnates and reflects the tradition of the political poet in Islam, the man of action whose action is poetry” (encarna y refleja la tradición del poeta político en el Islam, el hombre de acción cuya acción es la poesía).

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Tenía 67 años, la mayoría de los cuales había dedicado a luchar por la liberación de su pueblo de la opresión israelí, participando en la difusión y defensa de su cultura y literaturas, redactando la Declaración de Independencia [1988] o algunos de los discursos de Yasir Arafat, al lado de cuya tumba fue sepultado, con honores de estado, en Ramala, la futura capital del estado Palestino.


Hijo de Salim y Houreyyah, un terrateniente musulmán y una analfabeta, nació en un pueblo de la antigua Palestina cerca a Haifa, destruido por Israel en 1948 -mientras los palestinos conmemoraban la Nabka, “el desastre”-, desde donde la familia huyó a Líbano, regresando eventualmente a sus tierras para terminar el bachillerato en Kafr Yasif, donde ingresó al Partido Comunista Israelí y publicó su primer libro de poemas Asafir Bila ajniha, cuando tenía diecinueve años.


Luego de haber estudiado en la Universidad de Moscú, fue despojado de la ciudadanía israelí y al unirse a la OLP en 1973 se le prohibió el ingreso a Israel, donde sólo pudo regresar en 1995 para asistir al funeral del poeta Emile Habibi y establecerse en Ramala, un año después, cuando fundó el Centro Cultural Khalil Sakanini, que fue destruido por las tropas israelitas durante el cerco contra el Rais, antes de su muerte.


El 12 de abril de 2002, el ejército israelí atacó, con seis cargas de dinamita, el centro, que habían saqueado llevándose archivos, documentos y obras de arte, y muchos objetos y libros de Darwish. Se trataba de hacer desaparecer uno de los símbolos culturales de la identidad palestina, así como meses antes habían devastado la casa de Arafat en Gaza, el edificio de la TV estatal o la Casa de Oriente, en Jerusalén. Erigido con el dinero de un aristócrata, la Autoridad Palestina modernizó el edificio con donaciones de gobierno japonés. Se cree que la orden fue dada por el entonces primer ministro Isaac Shamir, que condujo una implacable persecución contra Darwish durante la Intifada de 1988, para quien, sus poemas eran la “expresión exacta de los objetivos buscados por la banda de asesinos organizados bajo el paraguas de la OLP”.

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Autor de libros de poemas traducidos al español como Menos rosas, El lecho de una extraña o Memorias del olvido, director de la revista de poesía Al Karmel, con su textos cautivó legiones de jóvenes y adultos, trascendiendo localismos y hechos puntuales porque, como él mismo sostuvo, muchos de los asuntos de sus poemas como el exilio, la alienación o la melancolía ocurren también en otros confines del universo y no son de uso o exclusiva ocurrencia en pueblos pobres y oprimidos. “El exilio –dijo- es más que un concepto geográfico. Puedes ser un exiliado en tu patria, en tu casa, en una habitación. No es sólo una cuestión palestina”.


En un siglo que ha conocido el auge de la poesía de entre guerras y su decadencia en la aldea global, Darwish demostró que la poesía conserva el poder de conmover comunidades enteras, como sucede en Palestina, una nación y un pueblo que espera hace más de medio siglo la restitución de sus territorios y derechos. Uno de sus más celebrados poemas conmueve cada vez que le recorremos:

Escribe
que soy árabe,
y el número de mi carné es cincuenta mil;
que tengo ocho hijos,
y el noveno vendrá al final del verano
¿Te enfadarás por ello?
Escribe
que soy árabe,
y con mis camaradas de infortunio
trabajo en la cantera.
Para mis ocho hijos
arranco, de las rocas,
el mendrugo de pan,
el vestido y los libros.
No mendigo limosnas a tu puerta,
ni me rebajo
ante tus escalones.
¿Te enfadarás por ello?
Escribe
que soy árabe.
Soy nombre sin apodo.
Espero, paciente, en un país
en el que todo lo que hay
existe airadamente.
Mis raíces,
se hundieron antes del nacimiento
de los tiempos,
antes de la apertura de las eras,
del ciprés y el olivo,
antes de la primicia de la yerba.
Mi padre...
de la familia del arado,
no de nobles señores.
Mi abuelo era un labriego,
sin títulos ni nombres.
Mi casa es una choza campesina
de cañas y maderos,
¿te complace?...
Soy nombre sin apodo.
Escribe
que soy árabe,
que tengo el pelo negro
y los ojos castaños;
que, para más detalles,
me cubro la cabeza con un velo;
que son mis palmas duras como la roca
y pinchan al tocarlas.
Y me gusta el aceite y el tomillo.
Que vivo
en una aldea perdida, abandonada,
sin nombres en las calles.
Y cuyos hombres todos
están en las canteras o en el campo...
¿Te enfadarás por ello?
Escribe
que soy árabe;
que robaste las viñas de mi abuelo
y una tierra que araba,
yo, con todos mis hijos.
Que sólo nos dejaste
estas rocas...
¿No va a quitármelas tu gobierno también,
como se dice?
Escribe, pues...
Escribe
en el comienzo de la primera página
que no aborrezco a nadie,
ni a nadie robo nada.
Mas, que si tengo hambre,
devoraré la carne de quien a mí me robe.
¡Cuidado, pues!...
¡Cuidado con mi hambre,
y con mi ira!

(”Bitaqat hawiyya” / Carné de identidad)

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Aun cuando desde muy joven había escrito poemas sobre el sufrimiento causado por la Nakba, un uno de mayo, día de los trabajadores, en una sala de cine de Nazareth leyó este poema, y de inmediato fue difundido en el mundo árabe. Luego fue incluido en “Hojas de olivo” (Haifa, 1964). “Bitaqat hawiyya” fue trasmitido en 2016 en la emisora israelí Galei Tzabal, enfureciendo al entonces ministro de la defensa Avigdor Lieberman, que lo comparó con el Mein Kampf de Hitler.


Lieberman, nacido en la extinta URSS, fue ministro de Relaciones Exteriores del segundo gobierno de Benjamín Netanyahu y en 2014, durante un acto electoral, dijo que aquellos árabes-israelíes que sean “desleales” a Israel deben ser decapitados con un hacha. Llegó a Israel cuando tenía 21 años y desde entonces sostiene que “hay que ahogar a los prisioneros palestinos en el Mar Muerto”.


Aún cuando la mayor parte de su obra la escribió Darwish en árabe clásico más que en el lenguaje de las calles, se aleja a grandes pasos de las florituras y barroquismos de sus tradiciones poéticas, usando de un lenguaje directo y candente que muchos consideran lo más hermoso del árabe contemporáneo, sin olvidar que los asuntos políticos son determinantes en muchos de sus poemas y la historia de su vida. Hablaba inglés, francés, hebreo y admiraba la poesía de Abd al-Wahhab al-Bayati, Badr Shakir Al-Sayyab y Yehuda Amijai,


Sin embargo, antes de morir, hacía casi dos décadas no escribía poemas directamente políticos y había llegado a sentirse algo incómodo con muchos de los que había escrito. “A veces me siento como si me leyesen antes de que hubiese escrito. Cuando escribí un poema acerca de mi madre, muchos palestinos pensaban que mi madre era un símbolo de Palestina, pero yo escribo como un poeta, y mi madre es mi madre, no un símbolo”, le dijo a The New York Times. Y agregó “Llegué a pensar que la poesía podía cambiarlo todo, que podía cambiar la historia y podía humanizarnos, y todavía creo que esa ilusión es necesaria para impulsar a los poetas para creer en el futuro de la humanidad, pero hoy sólo creo que la poesía puede cambiar la poesía”.


Darwish fue muy crítico con Hamás. Cuando a comienzos del siglo, en una de las municipalidades controladas por ellos, se prohibieran los actos musicales y la danza, dijo: “Hay elementos de tipo talibán en nuestra sociedad, y esto es una señal muy peligrosa”. Y durante uno de los homenajes que se le tributaron en Ramala en 2007, ante la derrota propinada por Hamás a Fatah, creando un gobierno de facto, expresó: “Despertamos de un coma para ver una bandera monocolor (de Hamás) acabar con la bandera de cuatro colores (de Palestina)”.


Casado y divorciado dos veces, no tuvo hijos. La famosa Rita de sus poemas no era ni Rana Kabbani, su primera esposa, ni la segunda, Hayat Heeni, sino una judía que fue su amante mientras vivió en Haifa y se llamaba Tamar Ben-Ami, historia de amor que hila el documental de Ibtisam Mara'ana sobre la vida de Darwish: Write Down, I Am an Arab (2014), en donde con sus poemas, cartas secretas de amor y material de archivo inmortaliza la historia del hombre que se convirtió en el portavoz del pueblo palestino.


Mahmoud Darwish recibió los Premios Lotus, Lenin, Orden de las Artes y las Letras, Lannan Cultural, Príncipe Claus, Bosnio y Struga.

Mahmoud Darwish es una de las voces literarias más potentes de Oriente Medio. Foto: Getty.

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