Cerrar
Generación

Revista Generación

Edición
El Cambio

Generación es la revista cultural de EL COLOMBIANO. El cambio es el tema de este mes, el hilo conductor para celebrar que regresamos renovados.

  • Jorge Luis Borges se ha convertido en uno de los emblemas de la literatura argentina. Su obra ha sido traducida a casi todos los idiomas de la Tierra. Foto: Getty.
    Jorge Luis Borges se ha convertido en uno de los emblemas de la literatura argentina. Su obra ha sido traducida a casi todos los idiomas de la Tierra. Foto: Getty.
  • Jorge Luis Borges se ha convertido en uno de los emblemas de la literatura argentina. Su obra ha sido traducida a casi todos los idiomas de la Tierra. Foto: Getty.
    Jorge Luis Borges se ha convertido en uno de los emblemas de la literatura argentina. Su obra ha sido traducida a casi todos los idiomas de la Tierra. Foto: Getty.
Etcétera | PUBLICADO EL 05 abril 2023

El limbo al que podrían entrar los libros de Borges

El destino de los libros y las reliquias del autor de Historia Universal de la Infamia ha despertado un debate en la Argentina y causado preocupación en todo el continente.

Ángel Castaño Guzmán

Pensemos en un cuento. Una viuda de 86 años muere en una habitación de hotel. La noticia llega a las primeras páginas de los diarios de América y Europa y causa un sismo en el mundo editorial: hace algo más de treinta años la mujer estuvo casada por unos meses con un anciano invidente que escribió algunas de las páginas más potentes y lúcidas y lúdicas de las literaturas de su país y el continente. Luego, sin terminar el duelo que manda la costumbre, el abogado de la mujer descubre que esta faltó al rigor que la hizo famosa en vida y dejó un cabo suelto, y uno no menor: murió sin dejar un documento sobre el destino de las obras del marido.

Le puede interesar: ¿Borges, sin herederos?: María Kodama murió sin dejar testamento

El litigante le pide al gobierno argentino comenzar las pesquisas para definir quiénes deben hacerse cargo de los libros y de las ediciones y de los derechos de autor. Por supuesto, aparecen candidatos para hacer suyo el botín: seis sobrinos de la mujer reclaman ser reconocidos como los herederos naturales, por los lazos de sangre. E irrumpen en el escenario, además, otras voces a quienes les parece que por la dimensión e importancia del muerto y de sus renglones los derechos deben pasar al estado argentino y las reliquias —así de grande es la devoción por el fantasma— ser custodiadas por una universidad o por una biblioteca.

Pensemos en una noticia con los ingredientes de un cuento y en la sonrisa de Jorge Luis Borges ante el azaroso destino de su obra, de esas líneas en la arena.

Hasta ahí el cuento. Sigue la noticia.

La muerte de María Kodama ha dejado en un limbo a los libros de Borges, al menos hasta que los tribunales se pronuncien. Borges la nombró a ella su heredera universal y ella murió sin decir explícitamente quién recibiría sus potestades. Al respecto la ley es clara: el legado literario del argentino estará cobijado por los derechos de autor hasta el 14 de junio de 2056, fecha en la que se cumplirán setenta años de su muerte en Ginebra, Suiza, luego de recitar el padrenuestro en inglés antiguo, inglés, francés y español. Entre tanto, quienes sean sus herederos tendrán en su poder la tercera obra escrita en español más traducida —solo superada por las de Gabriel García Márquez y Miguel de Cervantes—.

Le puede interesar: La escritura de la lucidez: un siglo de José Saramago

Es decir, si una editorial china quiere reeditar el cuento que comienza así “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios...” o una francesa incluir en una antología el poema que cierra así “El nombre de una mujer me delata/ Me duele una mujer en todo el cuerpo” deberán negociar con ellos, pagarles por algo que escribió alguien que no supo de su existencia y con el que no tienen un vínculo distinto al del azar de los apellidos. Esa es una de las preocupaciones principales de los intelectuales argentinos, resumida por Carlos Gamerro en una entrevista con la prensa internacional: “Sería ideal que el acervo de objetos, de manuscritos y documentos, tanto como los derechos, fueran manejados por algún comité de expertos que no vulnerara los derechos económicos de los herederos de María Kodama”.

La figura legal de los derechos de autor —copyright— se remonta al 10 de abril de 1754, cuando la reina Ana de Inglaterra promulgó una ley a favor de pagarles a los escritores por las ediciones y reediciones de sus libros. Hasta ese momento eran los impresores quienes se quedaban con las ganancias de las ventas de los libros, objetos de consumo apreciados en Occidente luego de la invención de la imprenta.

En las primeras disposiciones legales el tiempo de protección era de catorce años contando desde la fecha de la primera publicación. Con el paso de las décadas el espíritu de esa norma traspasó las fronteras de la isla y llegó a Europa. Otro hito en esta cronología es la celebración en 1886 en Berna, Suiza, de un congreso con el expreso objetivo de salvaguardar y proteger el trabajo intelectual. A instancias del novelista Víctor Hugo, de esas reuniones salió un tratado refrendado por más de 170 estados. El texto de la reina Ana y el tratado de Berna son los pilares de las leyes actuales.

Le puede interesar: Veinte años sin la tenue voz de José Manuel Arango

La ley de protección surgió con la mira puesta en ofrecerles a los creadores parte de las ganancias obtenidas por comerciar con sus obras. Es decir, las regalías que recibe un novelista o un músico o sus respectivos herederos. Estas están entre el 7 y el 10 % del precio de venta del libro. En otras palabras, de los setenta mil pesos que usted deja en la registradora de una librería por llevarse un ejemplar de la poesía completa de Borges, siete mil iban hasta hace nada a las cuentas bancarias de María Kodama. Ahora esos siete mil irán a los bolsillos de los sobrinos de Kodama o a los del estado argentino.

Aunque pareciera que sí, a veces los líos por las herencias no pasan por los dilemas de la plata. En ocasiones los tiros van por el manejo del legado literario en sí. Esto podría recibir el nombre de respeto al espíritu de la obra.

Por ejemplo, García Márquez rechazó de plano la idea de adaptar Cien años de soledad al cine. “La novela, a diferencia del cine, deja al lector un margen para la creación que le permite imaginarse a los personajes, a los ambientes y a las situaciones como ellos creen que es [...] en cine eso no se puede”, dijo el Nobel colombiano en una entrevista radial. Ahora sus hijos han decidido venderle a Netflix los derechos de adaptación de la saga de los Buendía para una serie de la que ya hay un adelanto en internet.

También hay casos en los que los herederos condenan al cajón del olvido algunos manuscritos. Ese es el caso de los diarios limeños de Julio Ramón Ribeyro, páginas en las que relata su regreso al Perú tras media vida en Francia y los amores de sus años finales.

Ambas anécdotas recuerdan algo simple: la fama y la posteridad son un malentendido. Esa idea es simple y borgeana. O borgesiana. Depende del lector.

Ángel Castaño Guzmán

Periodista, Magíster en Estudios Literarios. Lector, caminante. Hincha del Deportes Quindío.

Revista Generación

© 2022. Revista Generación. Todos los Derechos Reservados.
Diseñado por EL COLOMBIANO