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Fotos por Perla Toro -
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Variaciones sobre un mismo atardecer en Cuba
Lo que va a venir, se va. Lo que se va a ganar, se pierde. Cuba te recuerda lo que es. A esta isla no se llega, se aprende a llegar.
Trato de recordar qué era lo que se llevaban aquellos atardeceres rojos. Un día, escondían en el horizonte la esperanza. Al otro, engullían la carcajada de un hombre que pasaba bailando. Al siguiente, hundían con fuerza la mirada brillante de un niño... Y, como si algo tratara de recordarme que el sol al final termina saliendo por otro lado, de repente, uno de esos atardeceres rojos también se llevaba la tristeza.
Si Cuba fuera un color, sería el rojo. Lo más obvio es pensar en la Revolución, esa misma que a hoy parece un poema en español antiguo que cayó en desuso, que ya no revoluciona y que, luego de 63 años, congela a todo un país en un paisaje histórico que no logra resistirse a la lucha de clases sociales, a un capitalismo que recorre las calles en Chevroletes y Ladas clásicos, y a una imitada modernidad en la que a veces se hace difícil sobrevivir.
Lo más bello, y tal vez por eso mismo lo más obvio, es pensar en el rojo de sus atardeceres. No se equivocan aquellos que dicen que esta isla tiene una luz especial, porque es fuerte y de ella hablan sus cielos. Porque es poderosa y sus imponentes edificios clásicos, custodiados por fuerzas revolucionarias que siempre te dicen que hacer, lo demuestran. Porque es de emociones profundas, como el rugido de un tambor. Porque en ella, la alegría, como el rojo, puede ser un elixir y al mismo tiempo un veneno.

“No sabemos si la rumba nos salvará, pero es lo único que nos queda”, balbucea Heisy, contadora, mientras caminamos por las calles de La Habana, aún vacías porque los turistas apenas están comenzando a llegar luego de la pandemia. Cuando dice “lo único” se refiere a lo que los cubanos nombran en las fachadas de los edificios viejos, que se caen o se esconden entre cientos de cables de luz, como “la situación”, palabra que, con algo de temor, usan para describir las angustias que tienen que pasar en este momento para llenar a diario las mesas de comida, llegar al fin de mes o comprarse unas chancletas nuevas.
“Soy hijo de un mártir de la Revolución, fui educado en Cuba y amo a mi país, nunca me fui ni mi iría de él; pero, desde que mi comandante Fidel Castro murió, vamos para abajo y en este momento la crisis se está sintiendo con fuerza”, comenta Noel, experto en la industria tabacalera, y quien conduce un almendrón que le sirve como taxi a la isla.
Como Heisy y Noel, muchos en Cuba insisten en que enfrentan una crisis. Para marzo de 2022, un cubano promedio tenía problemas para encontrar una cerveza, una canasta de huevos podía valer hasta 30 dólares si lograba conseguirse, había desabastecimiento de leche, harina, papel higiénico, café, chocolate y hasta el yogur de soya que se le entrega como ración a los niños escaseaba. Las tiendas donde puede comprarse con la libreta de abastecimiento, creada por Castro en 1962, estaban vacías y en las que había algo de comer, tenían filas de hasta más de 100 personas. ¿Las únicas alternativas? El mercado negro y las tiendas donde puede comprarse con MLC (Moneda de Libre Conversión), equivalente a pagar en dólares o en euros, en un país donde la mayoría de las personas cobra en pesos cubanos.
Las noticias que aparecen en Google parecen indicar que, terminando abril, la situación sigue igual.
Desde comienzo de los años 90, cuando luego de una crisis socialista Fidel legalizó el dólar y autorizó algunas actividades privadas, Cuba no vivía una situación económica como esta. A las ya prexistentes condiciones de un bloqueo económico e inhumano por parte de Estados Unidos, se le sumó una pandemia, más un gobierno en cambio que todavía no parece encontrar el norte. Todo esto ha sido la receta perfecta para un cóctel en el que sube la inflación, los apagones están regresando y la inconformidad del pueblo se cocina como unos frijoles negros dentro de una olla a presión. “A mí no me tocó la crisis de los 90 y mi mamá dice que estamos peor”, cuenta Heisy.
Todos sufren; menos los turistas. El mercado del dólar y el euro negro domina las calles. Mientras en un aeropuerto o casa de cambio estatal un euro se cambia por 25 pesos cubanos, en las calles el cambio puede hacerse por 100, un escenario perfecto para aquellos que desean un poco de sol, ron y de paso un baño de alegría pagando poco dinero. Si eres turista, no tienes ninguna clase de problema, al menos con el alimento: comes huevos, carne de res en un país donde las vacas son del estado y matar una puede darte 30 años de cárcel, pollo, pescado y langosta. En uno o dos días, si come y bebe muy bien, un extranjero puede gastarse el salario mínimo de un cubano: 87 dólares. Es sencillo romantizar e idealizar a Cuba si se cuenta con la billetera de un viajero.
Ernest Hemingway, escritor estadounidense que amó a Cuba como a pocos lugares, decía para describir a la isla: “Larga, hermosa y desdichada”. Pedro Juan Gutiérrez, cubano y referencia del llamado realismo sucio, por su parte, escribió: “La música, la alegría y la sexualidad hacen pasar más alegre algunas etapas de carencias en Cuba... Es el carácter del cubano, que es un poco africano, español y creo que es lo que nos salva a la larga”. Sí, a Cuba la salvan su alegría y su hermosa desdicha.

Los cubanos siguen siendo amables. Se ríen, son serviciales, se abrazan entre ellos y se ayudan. Respetan, como nunca antes lo había visto, a los adultos mayores. Algunos todavía viven en común unidad y aunque todo el tiempo insisten en hablar con temor de “la situación”, su fiesta no para, lo mismo que sus bailes, el humo de sus tabacos, su desparpajo en las calles y su soltura. Ni la pandemia ni el aislamiento, económico y social, han logrado derrumbar la felicidad de sus gentes, “gente arrabalera de guitarra vieja pal amanecer. Ya no precisan más que probar el ron. Gente que se queda y que no llega a lo que imaginó, porque no lo besó la suerte, ¿qué pasó?”, como canta el representante de la nueva trova criolla William Vivanco.
Incluso, si eres turista, un cubano, luego de intentar estafarte, acción que terminé entendiendo como una forma de trabajo y supervivencia tan básica como cazar, también te abraza y te invita a un ron o a un café, aunque esté escaso, en la sala de su casa.
Hoy Cuba es un país de nostalgia y cambio que vive, como sus carros, entre varios mundos: motores de autos modernos en caparazones antiguos. Es lo viejo y lo nuevo juntos, la historia convertida en museo al aire libre y un paisaje decadente en el que es imposible no encontrar belleza. El amor.
Cuba es una variación de muchos atardeceres, una oniría de la que en cualquier momento se puede despertar y a la cual vale la pena llegar antes de que el sueño termine por cumplirse. Es un atardecer con variaciones que, todo ser humano en la vida, debería ver. Es un sol rojo que se esconde porque sabe que, mañana mismo, otro día será ◘
** Periodista - Magíster en Estudios Socioespaciales. Aprendiz de la lectura, la escritura, la cocina y el baile. Hoy en Comfama, contando las historias de la posibilidad.

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