-
La Filarmónica interpretó obras de Mozart y Beethoven en su cumpleaños número 40. FOTO: Esneyder Gutiérrez -
Maestros Alberto Correa y David Greilsammer previo al concierto. FOTO: Esneyder Gutiérrez -
Maestro Alberto Correa entrega la batuta, luego de dirigir Las Bodas de Fígaro. FOTO: Esneyder Gutiérrez -
A los primeros músicos se les recordó a través de imágenes. FOTO: Esneyder Gutiérrez -
El director titular, Davir Greilsammer, dirige la Sinfonía N°9 de Beethoven. FOTO: Esneyder Gutiérrez
Y los cumplió muy feliz: así fue el concierto de celebración de la Filarmónica de Medellín en sus 40 años
La presentación estuvo bajo la dirección compartida de los maestros Alberto Correa, quien acompañó los inicios de la orquesta, y David Greilsammer, su director titular.
El cumpleaños que se celebró este sábado en el Teatro Metropolitano de Medellín no fue uno cualquiera. La adrenalina de quienes saldrían al escenario sobre las 8 de la noche lo retrataba: tras bastidores, algunos con vestimentas retro, coloridas, y otros por completo formales, de traje, esperaban el llamado. Sus cuerpos tenían una encomienda: llevar al público, con sus instrumentos y voces, al momento fundacional de la Filarmónica de la ciudad. Y luego embarcarlo en un viaje, con Mozart y Beethoven como acompañantes.
Mientras que las filas se extendían, largas, por el hall del Metropolitano, parte de los músicos ajustaban los detalles para que la noche transportara a los asistentes al 16 de abril de 1983, sábado en que la Filarmónica tuvo su primer ensayo, de la mano del maestro Alberto Correa y con 48 profesionales. En paralelo, otros se preparaban para traer al público al ahora del grupo sinfónico, bajo la dirección del director titular David Greilsammer.
La celebración comenzó temprano, como lo prometió en estas páginas la directora ejecutiva María Catalina Prieto. Los que madrugaron se encontraron con aparatos de realidad virtual que los llevaron al garaje del maestro Alberto, a los músicos que le dieron cuerda a las primeras melodías de este sueño. Escucharon en el hall del teatro a Gonzalo Ospina, concertino principal de la Filarmónica y uno de sus fundadores, y a Federico Restrepo, quienes volvieron sobre las anécdotas que acompañaron el surgimiento de la orquesta.
Como buena celebración paisa, hubo tertulia: muchos asistentes hicieron cuentas con los conciertos que el conjunto ha interpretado durante cuatro décadas, otros hablaron del maestro Alberto, de la talla artística del director titular y, por supuesto, de la magia que el conjunto —a través de diferentes generaciones— le ha inyectado a la ciudad. Porque pocos lugares se dan el lujo de tener una filarmónica como la nuestra, se jactaba un asistente previo al concierto. ¿Y cómo contradecirlo? Era abrazado por la razón.

La magia, esa chispa que recorre el cuerpo con los picos y valles de cada movimiento, era lo que preparaban los músicos tras bastidores, los solistas que luego pasarían el aire por sus gargantas para dejar escapar notas de barítono, soprano, tenor y mezzosoprano. La magia estaba bajo la camiseta amarilla del maestro Alberto, bajo el traje de Greilsammer, en los muchachos y no tan muchachos que se preparaban de espaldas al público.
—Son 40 años. No es un cumpleaños menor, maestro Alberto...
—Sí. Fue todo un esfuerzo —dice el maestro—. Es que en música no hay nada fácil. Fue un trabajo duro que llegó en su mayoría de edad a las manos de él (de David). Y eso es justo lo que espero: que la orquesta siga creciendo bajo su mando, muchísimo.
—¿Otros 40 años, por lo menos?
—No me van a tocar a mí, pero que siga creciendo mucho, que lleguen nuevas ideas. Porque uno se va agotando y eso es lo que necesitamos.

Las respuestas del maestro Alberto tienen lugar minutos antes de su dirección de Las bodas de Fígaro, de Mozart, obertura que sonó bajo su batuta en el primer concierto de la Filarmónica; por allá, cuando corrían los 80, cuando en la ciudad nadie imaginaba el surgimiento de algo distinto al mal, a los atentados de Pablo.
—Y usted, maestro Greilsammer, ¿cómo se siente?
—Para mí es un honor estar aquí, con el maestro Correa, que es una persona y un artista increíble —dice—. Me siento muy emocionado. Es un gran momento para nosotros, para la orquesta y para la ciudad, que hoy es como mi casa.
—¿Otros 40 años o no?
—Lo que dijo el maestro Alberto. ¡Estoy completamente de acuerdo!

El concierto comenzó pasadas las 8 de la noche, luego de la intervención de la directora ejecutiva, del ministro de Cultura, Jorge Ignacio Zorro, y de una condecoración por parte de la Gobernación de Antioquia a la Filarmónica. Y entonces, por fin, después de tanta espera, los productores de magia salieron, interpretaron Las Bodas de Fígaro ambientando el garaje del 83 y redimieron a los que ya no están: a los músicos que aparecieron en imágenes tridimensionales sobre los muros laterales del teatro.
Ya con la escenografía desmontada, pasadas las 9 de la noche, llegó el momento para la Filarmónica en pleno, Greilsammer y la extraordinaria Sinfonía N°9 de Beethoven. Los tres primeros movimientos condujeron a los asistentes por los vericuetos sonoros de la última composición del músico alemán. Luego, en el cuarto movimiento, aparecieron los solistas Sara Bermúdez, Christian Correa, Ana Mora y Jacobo Ochoa para consumar el milagro con la interpretación del poema Oda a la Alegría, de Friedrich Schiller.
El cierre, magistral, luego de 65 minutos, no decepcionó. Levantó por lo contrario una ola de aplausos: los cuerpos que esperaban sentados por la magia se pusieron de pie, agradecieron y con las palmas parecieron contar los 40 años que han pasado. Larga vida a la Filarmónica, dijeron algunos. Larga vida a la Filarmed, gritaron otros. Y que la música no pare, hoy domingo 16 de abril —fecha exacta del cumpleaños— ni en muchos años.


Periodista y politólogo en formación. Aprendo a escribir y, a veces, hablo sobre política.