Elena Ospina, cuatro décadas de humor gráfico

La ilustradora y humorista gráfica recibirá La Catrina, uno de los galardones más importantes en el mundo de la caricatura e historieta en América Latina. Esta es la historia de uno de los referentes del dibujo en Colombia.

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Elena Ospina necesita silencio para trabajar. Es su forma de concentrarse, de dejar que las ideas tomen forma en el papel. De ese proceso nacen ilustraciones que no necesitan texto: imágenes que resumen una mirada crítica sobre el mundo. Esa coherencia entre arte y pensamiento le ha valido La Catrina, el máximo reconocimiento del Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta (EICH) de la Feria del Libro de Guadalajara, México. El 6 de diciembre recibirá el premio y se convertirá en la tercera mujer en lograrlo en 24 años.

“Este galardón me honra profundamente —dice desde su casa en Medellín—, porque lo veo como un reconocimiento a una forma de comunicar temas sociales a través del humor gráfico: la paz, la violencia, la desigualdad, el cuerpo de la mujer, el hambre”.

Su carrera, que supera las cuatro décadas, demuestra que el dibujo también puede ser una herramienta de pensamiento.

De los cuadernos a los periódicos

Desde niña, Ospina pasó horas observando la naturaleza. “Me encantaba ver las hormigas y preguntarme qué se estarían diciendo entre ellas. Les inventaba diálogos como si fueran personajes”. En el colegio, mientras los demás tomaban apuntes, ella dibujaba lo que oía. Su primer personaje fue un diablillo que, más que una travesura, era su forma de resistencia frente a las normas.

Descripción: Fotografias tipo entrevista a ilustradora ganadora del premio La Catrina Lugar: Personajes: Elena Ospina Fecha de evento: 30/10/2025 Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
Descripción: Fotografias tipo entrevista a ilustradora ganadora del premio La Catrina Lugar: Personajes: Elena Ospina Fecha de evento: 30/10/2025 Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry

Estudió diseño industrial, pero las matemáticas la hicieron cambiar de rumbo. En el diseño gráfico encontró su camino. Recién graduada, vio un aviso en El Espectador que pedía reemplazo por tres meses en la revista infantil Los Monos. Envió sus dibujos y terminó quedándose ocho años.

“Allí aprendí disciplina y paciencia —recuerda—. Todo era manual: se hacía la separación de color con acetatos, sin control Z. Si te equivocabas, había que inventar una salida”. Trabajaba medio tiempo en Los Monos y medio en el departamento de arte del periódico. “Fue una gran escuela. Entendí que el dibujo no solo es estética, también es comunicación”.

Descubrir el humor sin palabras

Mientras trabajaba en prensa, conoció a caricaturistas y humoristas gráficos. “Hasta entonces creía que la caricatura debía tener texto, pero descubrí el trabajo de artistas como Steinberg o Searle y entendí que se podía contar mucho sin palabras”.

Se unió al Taller del Humor y participó en su primera exposición, Humor y turbinas, en la Universidad Nacional. Luego vinieron más proyectos, entre ellos los libros escolares. “Eran tiempos de plumillas, acuarelas y accidentes. Una vez alguien puso un pocillo de café sobre un dibujo terminado y la mancha terminó mejorando la ilustración. Aprendí que los errores también hacen parte del proceso creativo”.

Con la llegada de la era digital, el cambio fue inevitable. “Pasar de lo análogo a lo digital fue difícil, pero nos dio una fidelidad de color maravillosa y permitió conservar los originales. Antes uno entregaba el dibujo y a veces nunca volvía.” Muchos de sus primeros trabajos se perdieron tras el atentado contra El Espectador en 1989.

El humor como postura

A medida que su estilo maduraba, Ospina entendió que el humor gráfico también era una forma de opinión. “Cuando uno hace humor, está tomando una posición ética”, dice. Su obra empezó a reflejar temas sociales: la violencia de género, la paz, la migración, la censura.

Su trabajo comenzó a circular en concursos internacionales. Luego llegaron las colaboraciones con el Instituto Quevedo del Humor, la Federación Europea de Caricaturistas y la red Cartooning for Peace, creada por Plantu y Kofi Annan. Gracias a esa conexión empezó a publicar en Le Monde. “Cada vez que veo uno de mis dibujos en la portada del periódico, me sorprendo. Es un medio donde el dibujo sigue teniendo peso”.

Descripción: Fotografias tipo entrevista a ilustradora ganadora del premio La Catrina Lugar: Personajes: Elena Ospina Fecha de evento: 30/10/2025 Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
Descripción: Fotografias tipo entrevista a ilustradora ganadora del premio La Catrina Lugar: Personajes: Elena Ospina Fecha de evento: 30/10/2025 Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry

Una de sus anécdotas más recordadas ocurrió en Alcalá de Henares: “El director del Instituto me pidió que recibiera a un invitado mientras él resolvía un asunto. “Cuando me di cuenta, era Quino. No me lo podía creer. Su trabajo fue una influencia enorme para mi generación”.

Dibujar para pensar

Ospina no busca la risa fácil. En sus caricaturas, el humor es una puerta a la reflexión. “Intento tratar los temas más duros con una estética que permita mirarlos sin rechazo. Que el espectador se quede pensando”.

En uno de sus trabajos más reconocidos —publicado en Le Monde—, una estatua femenina es despojada de su vientre por figuras religiosas. “No quería hablar de una religión en particular, sino de todas las que han querido decidir sobre el cuerpo de la mujer.”

También reflexiona sobre el impacto de la inteligencia artificial. “No satanizo la tecnología, pero me preocupa el tema de los derechos de autor. La legislación siempre llega tarde y eso deja desprotegido el trabajo creativo.”

El oficio, con calma

Después de la pandemia, dice, aprendió a tomarse el tiempo. “La tranquilidad es lo más parecido a la felicidad. Antes hacía todo lo que llegaba, ahora puedo elegir. Las ideas necesitan reposo. La primera versión casi nunca es la mejor”.

No le gustan las entrevistas, pero disfruta compartir su experiencia con estudiantes. “No soy buena para hablar en público —ríe—, prefiero que hablen mis dibujos”.

Sobre el debate del “humor femenino”, responde sin dudar: “El arte no tiene género. Lo que pasa es que las mujeres hablamos de lo que vivimos: la desigualdad, la violencia, las oportunidades”.

A sus 40 años de carrera, Elena Ospina sigue viendo en la hoja en blanco su mejor espacio. Cuando suba al escenario en Guadalajara para recibir La Catrina, no solo será reconocida su trayectoria: también la de todas las mujeres que han usado el arte para mirar el mundo con ironía, conciencia y belleza contenida.

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