Desde Madrid, Gioconda Belli no duda un segundo: –Claro, van a caer. No te puedo decir cuándo, pero que caen caen– , dice sobre el destino de los gobiernos de Venezuela y Nicaragua. –Todavía hay sectores de la izquierda co-lombiana que dudan en llamar dictadura a los regímenes de Maduro y de Ortega... –Detesto a esa izquierda sectaria, que no llama a las cosas por su nombre. El auge de la derecha en América Latina tiene su origen en ese sectarismo y en la miopía de las izquierdas.
Invitada al Hay Festival de Jericó, Belli habla de las dictaduras con conocimiento de causa. Nacida el 9 de diciembre de 1948, en Managua, Nicaragua, ella hace parte de esa generación de latinoamericanos que hizo de la revolución una causa vital, un destino. En su caso la revolución consistió en derrocar a Anastasio Somoza e instaurar un gobierno inspirado en César Sandino. Para muchos analistas el triunfo de los sandinistas fue un acontecimiento de relevancia similar al de la revolución cubana.
–La revolución sandinista fue hecha por intelectuales... –No. La revolución la hizo la gente de la base. Los intelectuales ayudamos, pero no la hicimos... –Pero Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez tuvieron puestos de poder... –Los intelectuales ayudamos a la revolu-ción, pero el poder lo tuvieron los militares. La vida da vueltas atroces. Una de ellas de luchas– degeneró en dictador. “Una enor-me concentración de poder en el ejecutivo ha permitido al gobierno del presidente Da-niel Ortega cometer atroces abusos contra críticos con total impunidad. La crisis de de-rechos humanos en Nicaragua, que comenzó con la represión de las protestas en abril de 2018, sigue deteriorándose”, se lee en un in-forme de HRW. En uno de sus excesos, Orte-ga les quitó las ciudadanía a algunos de sus opositores, entre ellos a Sergio Ramírez y a Gioconda Belli. También el régimen confiscó las propiedades de la poeta. En sentido lite-ral, la dejó sin casa ni patria.
Ganadora del Premio Biblioteca Breve y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz por El in-finito en la palma de la mano (Seix Barral, 2008), Gioconda Belli recibió en 2023 el Pre-mio Reina Sofía de Poesía, un galardón anual que en el pasado recibieron poetas de su compatriota Ernesto Cardenal, los chilenos Gonzalo Rojas y Nicanor Parra, el colombiano Álvaro Mutis y los españoles Ángel González y Pere Gimferrer. El año anterior Belli hizo parte del jurado que le entregó el laurel a la antioqueña Piedad Bonnett. –Hablemos de su relación con Colombia... –Mi relación con Colombia es larga. Imagínese, leí a Gabriel García Márquez, como todos los de mi generación. García Márquez es un autor que cambió la literatura en español. Tiene la importancia que para nosotros tiene Rubén Darío. He leído a Juan Gabriel Vásquez, a Héctor Abad, a Laura Restrepo. –Usted estuvo en el jurado que le dio el Reina Sofía a Piedad Bonnett... –Claro. La he leído. La tradición de Nicaragua registra los nombres de Rubén Darío –el fundador del modernismo, si le hacemos caso a los manuales escolares–, José Coronel Urtecho, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Cardenal.
Belli ha publicado los poemarios El ojo de la mujer, Apogeo, Fuego soy, apartado y espada puesta lejos, Mi íntima multitud, En la avanzada juventud. En el fallo del Reina Sofía el jurado hizo énfasis en la expresividad creativa de sus versos y en su valentía poética. El rector de la Universidad de Salamanca –entidad responsable de laurel– habló de la capacidad de la autora para “reivindicar valores como la dignidad de la persona, la lucha contra la tiranía y el mantenimiento de una posición coherente en todo momento”. –Hay un poema suyo en el que habla de la vejez y de la rebeldía del corazón... ¿Lo recuerda? –Sí, claro. Se titula Desafío a la vejez... “...cuando vengan mis nietos/ a sentarse sobre mis rodillas/ enmohecidas por el paso de muchos inviernos,/ sé que todavía mi corazón estará -rebelde- tictaqueando/ y las dudas y los anchos horizontes/ también saludarán/ mis mañanas”, se lee en el cierre del poema, –¿Su corazón sigue rebelde? –Sigue rebelde.
